El director de Cambio le exigió al dirigente estatal de Morena que comprobara que vive en una casa de Enrique Doger, como lo señalara el morenista
Por: Mario Galeana
Casi nunca ocurre. Es, digamos, una postal pocas veces vista. Regularmente el director de un periódico no se planta en una conferencia de prensa para encarar a los mismos políticos que cuestiona desde las páginas de su propio diario. Los políticos suelen batirse con los reporteros, los proveedores de la noticia a ras de suelo; los amedrentan, los esquivan, les responden cualquier otra cosa.
Quizá por eso, cuando los voceros del candidato Miguel Barbosa y los dirigentes partidistas de la coalición Juntos Haremos Historia ven llegar hasta la sede estatal de Morena al director general de Cambio, Arturo Rueda, vuelven presurosos hasta la oficina del edificio. Carlos Figueroa Ibarra, uno de los voceros, cree que Rueda ha ido por él, para acusarlo a él, para hostigarlo a él, y por eso regresa a traer su pasaporte mexicano y una credencial de elector, que se guarda en el bolsillo de la camisa.

Pero Gabriel Biestro, el dirigente estatal de Morena, el verdadero objetivo de Rueda, es el último en dejar la oficina, de la que sale sonriente, burlón, mientras avanza a través del patio, donde se realizará la conferencia, y da unos cuantos pasos hasta la mesa principal para sentarse justo en medio del resto de los dirigentes y voceros.
La conferencia avanza como cualquier otra, salvo por esa incomodidad, esa presencia hostil. Es Rueda, que está sentado allí, en un rincón de la primera fila de los pupitres acomodados frente a la mesa de los voceros, porque en realidad no hay muchas sillas, puros pupitres escolares que son, regularmente, los que se ofrecen a los reporteros, como si fuesen chiquillos a punto de tomar clase.
Entonces Rueda está ahí, callado, mirando el teléfono, sin hacer nada. Pero Figueroa no puede contener la molestia y está cerrado en sí mismo, con los brazos apretados sobre el pecho, como una efigie seca. Cuando le dan la palabra, lo primero que dice es que no tiene nada personal en contra de Rueda, y esa es, tal vez, la prueba misma de que se lo ha tomado personal.
Cambio ha dicho que el vocero de Barbosa es guatemalteco y guerrillero, y que, tal vez por eso, sobre él debe aplicarse el artículo 33 de la Constitución, que dice, más o menos, que los extranjeros no pueden inmiscuirse en los asuntos políticos del país.

Figueroa, entonces, hace una larga narración de su vida. Reconoce que es guatemalteco, pero dice que es un guatemalteco perseguido, un guatemalteco sobreviviente del “Escuadrón de la Muerte” de la dictadura militar; que sus padres fueron asesinados por esa misma dictadura, y que, por todo lo anterior, Rueda es un ignorante. Su farragosa narración termina con él hurgando dentro del bolsillo de su camisa para sacar el pasaporte mexicano y la credencial de elector y extenderlas, con los brazos medio torcidos, como un Cristo, exigiendo que le tomen una foto, que le tomen otra foto, y que la publiquen, carajo que la foto sea publicada para que a nadie le quede duda que es guatemalteco, sí, pero también mexicano.
Hay una ronda de preguntas que termina pronto y, con ella, Rueda se levanta para pedir el micrófono. Biestro no quiere dárselo, le dice que “no es común” darle el micrófono a los reporteros, pero Rueda insiste y él cede. Entonces el director de Cambio ofrece su respeto a Figueroa por la forma en que haya decidido luchar contra la dictadura de su país, y se dirige a Biestro. Pero, antes de que lo haga, una reportera del portal e-consulta da media vuelta, insiste en que otros reporteros hagan lo mismo que ella, que se vayan junto a ella, como intentando hacer un vacío al espectáculo que se avecina entre Rueda y el presidente de Morena. Lástima: la siguen sólo cuatro reporteros.
Entonces Rueda se dirige a Biestro:
—Hace tres semanas, en una conferencia de prensa, manifestaste que yo vivía en una casa de Enrique Doger, en la calle 37 Poniente (…) Te mandé un reto en Twitter para que ofrecieras las pruebas o, en su defecto, renunciaras a la diputación plurinominal que le robaste a las bases de Morena (…) Como no contestaste, me obligas a venir a enfrentarte para decirte que si tienes las pruebas, que las presentes. Porque aquí yo traigo las mías: un testimonio del notario Gerardo Lara Said.
En este instante, la reportera de e-consulta, que ha permanecido afuera de la sede de Morena, regresa junto a su séquito y grita: “¡Gracias, Gabriel!”, y junto a ella el resto repiten.
“¡Hasta luego!”, grita el presidente estatal de Morena, y luego se dirige a Rueda:
—Primero, yo no hago ningún tipo de reto con lenguas o plumas pagadas. Dos, yo te pediría que primero te disculpes de lo que no has podido demostrar de Miguel Barbosa (…) A lo mejor ese sería un buen inicio para entendernos…
—¿Entonces no tienes documentos? —interviene Rueda.
—Yo no hago retos…
—¿No tienes documentos?
—… Mucho menos con gente en la que no confío.
—¿No tienes?
—… No voy a caer en provocaciones.
Y, en ese instante, David Méndez, otro vocero, zanja la discusión y da por terminada la conferencia. Rueda se dirige a la transmisión en vivo que hace otro reportero para decir que Biestro ha mentido, y éste recoge sus cosas de la mesa, y camina junto al resto hasta la oficina.
Es, como dije, una postal pocas veces vista. Una postal de campaña.

