Encrucijada

Por: Luis Antonio Godina / [email protected]

 

El tercer debate de los candidatos presidenciales nos mostró lo que cada uno ofrece.

Estos ejercicios llegaron para quedarse en nuestros procesos electorales, ayudan a los ciudadanos a conocer a sus candidatos, a percibirlos como son, a escucharlos y juzgarlos por sus propuestas, sus respuestas o sus silencios.

Las diferencias entre los candidatos fueron evidentes.

No pretendo erigirme en juez o analista pero, desde mi punto de vista, vimos tres estrategias muy claras de los candidatos de a de veras.

Una fue la de confrontar al puntero, intentar arrinconarlo, para obtener puntos; otra fue la de nadar de “muertito” y responder poco y mal; la otra fue la de mostrar los conocimientos adquiridos en muchos años en la administración pública.

Las tres estrategias se contrapuntearon y nos dieron un debate interesante, interrumpido por los moderadores que fueron rebasados por la intensidad de los candidatos y el formato.

Además, las preguntas –surgidas de redes sociales– fueron de todo tipo, sin un orden o una línea de tiempo que permitiera a los aspirantes argumentar con consistencia y claridad.

Lo que vimos fue un debate en donde el puntero fue severamente cuestionado y criticado por sus respuestas y argumentos sobre las cifras y el entorno económico, o la manera de enfrentar la pobreza.

Ricardo Anaya intentó emplear la rudeza para lograr puntos pero la estrategia se quedó a la mitad.

Y José Antonio Meade se mostró como lo que es: un aspirante con amplia experiencia en la administración pública, con conocimiento de los temas económicos, con respuesta a los problemas y con soluciones.

Los debates ya cumplieron su cometido, mostrarnos a los abanderados como son, como piensan, como pretenden resolver los problemas del país.

Ahora son los ciudadanos los que deben
escoger a quien será el presidente de la República los próximos seis años.

La decisión que tomemos impactará al país y a nuestros hijos, por eso debemos meditar muy bien qué es lo que queremos.

México merece que meditemos, razonemos y votemos con la certeza de que nuestro sufragio va a hacer un país mejor.

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