El diseño de este SUV apuesta por la renovación tanto exterior como interior con acabados de primer nivel 

Por: Más Velocidad / @Mas_Velocidad

El CX-5 de Mazda es sin duda una historia de éxito que la marca po­drá presumir por mucho tiempo. Desde su prime­ra aparición, por ahí de 2012, no sólo se convirtió en uno de los SUV referentes, también en uno de los favoritos.

Después de haber tenido una renovación muy profunda que lo atiende en todas sus dimensiones, su concepto de diseño retoma los rasgos de la filosofía KODO, pero evoluciona para seguir los pasos del CX-9.

Uno de los aspectos que más re­salta es su pintura rojo brillante pues lleva siete capas, una de ellas es negra, lo que enfatiza las som­bras cuando le da la luz directa.

La parrilla apuesta por un diseño 3D, del que emerge —con buenos centímetros de separación— el enorme logo de la marca. Rines de 19 pulgadas, las alas cromadas que enmarcan la parrilla y la preciosa iluminación LED le dan sentido a la poética descripción del depar­tamento de mercadotecnia de la marca.

Los faros de LED son de serie en todas las versiones del Mazda CX-5. Los modelos i e i Sport llevan rines de 17 pulgadas; el resto, de 19.

A nivel manejo, la suspensión mantiene la puesta a punto más firme que la mayoría de las camio­netas, pero esta vez es ligeramente más suave, en virtud de una con­ducción más cómoda. La dirección se nota muy asistida —adecuada para el segmento— pero ofrece su­ficiente retroalimentación.

El paso por curvas no niega su naturaleza SUV. Hay una evidente inclinación de la carrocería, pero se planta correctamente sobre el asfalto y, en caso de ser requerido, la electrónica corrige sin llegar a ser abrupta.

Además del control de estabilidad, incorpora el sistema G-Vectoring Control —estrenado por el Mazda3 hace unos meses— que regula la cantidad de torque en cada llanta con la intención de ofre­cer mayor control, pero también más confort.

Uno de los puntos más contro­vertidos es el motor. En un mundo que tiende hacia los turbo, el Mazda CX-5 sigue apostando por motores atmosféricos y, más aún, arriesga al ofrecer el motor más potente sólo en el modelo más equipado, que fue el que probamos. Se trata del bloque de 2.5 litros de 188 hp y 185 lb-pie de torque.

El motor no es tan explosivo como un turbo, pero los 188 hp bas­tan y sobran. La transmisión saca el máximo provecho al motor de 2.5 litros.

El modo Sport ayuda a mantener alto el rango de revoluciones y a no hacer un cambio ascendente tan pronto soltemos el acelerador.

El diseño interior es sobrio, pero similar al de un modelo premium y con acabados de primer nivel. Por supuesto que guardan su distancia respecto a los de un Audi Q5, por ejemplo, pero dentro de las marcas de volumen, nadie ofrece acabados tan bien resueltos como Mazda.

Hay insertos de piel en el tablero, plásticos suaves, insertos tipos ma­dera negra de muy buena pinta, un diseño fácil de operar y ensambles muy cuidados.

Los acabados son impecables. Buenos materiales, buenos ajustes y grato diseño. Mazda es lo más pre­mium dentro de las no-premium.

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