Por: Gabriel Reyes Cardoso / @GabrielReyesCa3
Esta semana será definitiva para saber si será el odio la razón principal para definir la elección presidencial o si serán los odios regionales los que determinarán las elecciones regionales y también si los odios pueblerinos dirán quienes gobiernen los municipios.
En todos los niveles de la elección pernean los odios.
Así la hemos construido entre todos. Los que hablan, los que escuchan, también los que fingen que ni hablan ni escuchan, porque al final todos participamos.
Venimos, es cierto, de una circunstancia engendrada en la insatisfacción, el rechazo y el enojo que la impotencia y la realidad obligan.
Venimos, es cierto, de un esquema de decisiones autoritarias a cargo de minorías, políticas y empresariales, que no impactan favorablemente a grandes porciones de nuestra población.
Venimos, es cierto, de una política de abusos y arbitrariedades, en la cual hasta el monopolio legal de la fuerza pública está en duda.
Vamos está claro, del enojo al odio y esto es de mayor preocupación, porque el enojo puede ser pasivo, latente, calmado y distribuido por vías normales. El odio no. Los odios menos.
La combinación y fusión de odios gestan realidades inéditas para las cuales las instituciones actuales pueden no tener ni respuesta, ni cupo, ni dirección y esto supone que, si elegimos confiados en los valores de nuestros odios, entonces estamos eligiendo algo que exigirá una arquitectura del poder diferente.
Mi preocupación es que varios de los políticos que habrán de ganar dentro de 8 días, están pensando en ofrecer un cambio diferente, pero no están calculando la redefinición de un nuevo modelo de gobierno y una nueva redistribución del poder y de todo en esta sociedad.
Eso no me espanta, me preocupa, porque al evaluar las calidades de quienes habrán de ganar el próximo domingo, no garantizan ese cambio, algunos ni siquiera están pensando hacerlo en verdad, siguen con su herencia de los muchos años que vivieron en la realidad que dicen que quieren acabar, siguen pensando en como conservar el patrimonio que les permitió ganar, por las buenas o por las malas, tantos años de vivir en la “mafia del poder”, a la que le deben todo y a la que ahora nos dicen quieren exterminar.
Pero Marx, aquel viejo socarrón, sarcástico que definió el modelo social, abuelito del que ahora tenemos, nos diría que nada se va para siempre, ni todo se queda, se va poquito a poquito, se queda en pedacitos y no se pueden hacer a un lado, ni desaparecer
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Con boots o sin ellos, con encuestas amañadas o pagadas, en la mente de muchos se va acomodando la idea de que El Peje será Presidente, por ahí, las dudas y los riesgos son reales, pero bajando en la línea del poder que representan quienes con AMLO pudieran ser los senadores y diputados federales, aumentan las dudas, no todos piensan como Andrés Manuel, no todos tienen las mismas intenciones y finalmente no todos podrán coincidir con él. Su pasado les amarra y algunos de los hoy sus compañeros de fórmula, serán, estoy seguro, sus primeros disidentes.
Para que tanta prisa le dirán, despacio para no desperdiciar lo que hay, tranquilo que esto lleva tiempo, argumentos habrá que, dentro del equipo mismo del Peje Presidente, habrán de evitar que los cambios que sugiere AMLO sean pronto, sean reales.
Y los cambios serán cambios y evitarán las transformaciones. Muchos de los candidatos y gente que rodea a AMLO causaron los enojos en los que vivimos los mexicanos, saben por tanto, cómo criarlos y ya nos demostraron saben procrearlos hasta el odio. Pero está visto, no saben cómo cancelarlos.
AMLO deberá valorarlos y tendrá que introducirlos como factor de riesgo en su proyecto de nación, por cierto, de los riesgos mayores, aquellos que vienen de adentro mismo de su organización. Pero que quiere usted, sin esos tranzas corruptos que le rodean, no habría, llegado a donde está hoy, y menos donde estará mañana.
Vamos pues, si así lo deciden las mayorías a prepararnos para la CUARTA REPÚBLICA.
