La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam 

En el contexto de una reunión de gobernadores, alcaldes y diputados locales electos, junto al politburó de MORENA, a unos centímetros de la comisaria stalinista Yeidckol Polevnsky, Andrés Manuel López Obrador bautizó como gobernador legítimo de Puebla a Miguel Barbosa.

Las tribus aullaron, en particular las poblanas.

Aullaron, aplaudieron y gritaron “¡Fuera Moreno Valle de Puebla!”.

En ese rapto religioso, ni el propio Barbosa entendió el significado real de lo que estaba ocurriendo.

(Ya se sabe: los éxtasis místicos nublan más la razón que los éxtasis sexuales. Del post coitum todos salimos. Del corpus mysticum, no cualquiera).

Lo que en realidad estaba haciendo López Obrador era ser solidario con un compañero de ruta reciente.

Frente al desorden de pruebas que tienen para anular la elección que perdieron, Barbosa y sus muchachos apelan desde hace días a que su muy amado líder dé un manotazo y tumbe los comicios poblanos.

(Ya no quieren el voto por voto, casilla por casilla, porque saben que ahí también pierden. Quieren, faltaba más, un acuerdo extra legal que evite la confrontación de actas, que tampoco tienen).

La escena fue conmovedora.

Al más puro estilo priista, AMLO nos regresó a la época en la que los gobernadores eran defenestrados en dos minutos.

(¿Quién se opondría hoy en día a un acto así de López Obrador? ¿Peña Nieto? Ni pensarlo. Bastaría una palabra suya para darle a Barbosa lo que no ganó en las urnas: la gubernatura. Pero no lo hace pese a que sus adictos se lo suplican en todos los idiomas).

Volvamos, pues, al ritual.

AMLO nos regresó con sus palabras y sus gestos a la época del “sí, señor presidente” y de los cocodrilos voladores.

En los años del echeverriato, el presidente juraba ante sus corifeos que los cocodrilos volaban.

Ante la menor duda, el presídente veía a su interlocutor y le clavaba la mirada.

‘Bueno, señor presidente, sí vuelan, pero poquito”.

En esos tiempos era común escuchar esta respuesta cuando el huésped de Los Pinos preguntaba qué hora es: “la que usted diga, señor presidente”.

Si a Lopez Obrador se le da la gana decir “para nosotros Miguel Barbosa es el verdadero gobernador electo”, las masas deben de aplaudir y gritar —como lo hicieron este miércoles— “¡Barbosa gobernador¡”.

Si a AMLO se le ocurre decir que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación debe de anular las elecciones poblanas, los magistrados tienen que obedecer la orden salida del Olimpo.

Así es la nueva política a la mexicana que recupera nuestras más bonitas tradiciones.

No estamos ya para resabios conservadores que dejaban las decisiones electorales a los órganos electorales.

Lo de hoy es dar manotazos en la mesa, ningunear a las instituciones y decretar que Barbosa, faltaba menos, es el verdadero gobernador electo.

(¿Qué tanto es tantito frente a esta nueva patria mexicana tan necesitada de caudillos?)

A la ovación también se sumarían los periodistas como los que le aplaudieron a AMLO al final de una rueda de prensa.

El 1de julio todos votamos por el regreso de los cocodrilos voladores y el “sí, señor presidente”.

¿O alguien tiene dudas?

El muy Dilecto Vicegobernador Poblano

El anuncio de que desaparecerán de un plumazo los delegados federales para dar paso a un coordinador estatal de desarrollo mandó al bote de la basura al Federalismo mexicano.

En tiempos de Juan de Palafox y Mendoza, obispo de Puebla, le fue encomendado a éste la ejecución de una doble auditoría: una para el virrey en funciones y otra para el arzobispo de la Nueva España.

Tras cumplir su misión y exhibir en documentos oficiales las riquezas mal habidas de ambos personajes, en la cúpula española se decidió nombrarlo —por breve tiempo— virrey y arzobispo.

López Obrador enviará como virtual vicegobernador de Puebla a Rodrigo Abdala de Bartlett, cuyo único mérito es ser sobrino político de monsieur Bartlett, el del fraude patriótico y la caída del Sistema.

Abdala concentrará en sus manos los recursos públicos federales —que ya no pasarán por la tesorería estatal— y los canalizará al campo, a las carreteras, a los lecheros, a las beneficiarias de Prospera o a donde se le dé la real y pontificia gana.

Esto es: será un vicegobernador con más funciones que la gobernadora de Puebla.

(Si AMLO dobla al Tribunal Electoral y Barbosa llegara a ser gobernador también sufriría las consecuencias de tener a Abdala de Bartlett por encima suyo).

El “vice” tendrá igualmente trato directo con el presidente López Obrador y le hará saber, si las hubiese, las irregularidades detectadas en la aldea.

En otras palabras: repartirá los dineros, tendrá derecho de picaporte, concentrará todas las funciones de los delegados de las secretarías de Estado.

Ufff.

En la Nueva España a estos personajes se les conocía con el nombre de visitadores —como lo fue Palafox— y tenían que cubrir algunos requisitos básicos.

A saber: “(ser) varones temerosos de Dios, amadores de la verdad, enemigos de la avaricia, sabios de buen linaje y letrados”.

¿Cumplirá con esos méritos nuestro vicegobernador?

No se sabe.

Lo cierto es que desde ya —antes incluso de que tiren a la basura las leyes y las normas del Federalismo mexicano en el Congreso de la Unión—, Abdala de Bartlett les ganó la jugada sucesoria a Alejandro Armenta y Fernando Manzanilla.

No os equivoquéis: será el gobernador de Puebla del 2024 al 2030.

Así acaba de ser decretado.

Y así será.

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