La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam 

Antes de las elecciones del 1 de julio había algo en el ambiente —más allá de las encuestas— que proclamaba un contundente triunfo de Andrés Manuel López Obrador.

La charla era inevitable en los restaurantes y en la calle.

Los taxistas, los meseros, los valets, todos coincidían en que AMLO era el único candidato que podía salvar a este país.

Ya en la mesa, los interlocutores —empresarios, políticos, periodistas— confirmaban la especie: “Va a ganar ya sabes quién”.

El uno de julio no hubo sorpresas.

Ganó quien tenía que ganar.

(Algunos de los candidatos que hicieron campaña bajo su sombra no celebraron esa noche, o celebraron metidos en severas dudas, o celebraron y después gritaron “¡fraude!”. Algunos ahí siguen, en esa cantaleta. Poco a poco se han venido quedando solos porque los que sí ganaron ya se fueron de vacación).

López Obrador se fue con su familia unos días a su rancho de Palenque.

Su descanso sólo tuvo un sobresalto: el tema del fideicomiso para apoyar a las víctimas del sismo del 19 de septiembre.

Fuera de un natural manotazo, no ha perdido la sonrisa.

El “sonríe, vamos a ganar” —ideado por Rafael Barajas, El Fisgón— se transformó en “sonríe, ya ganamos”.

Hay que decirlo: la base social que lo llevó a Palacio Nacional sigue firme con él y sólo está a la espera de que llegue el 1 de diciembre.

La lealtad de esa base no se modificará pase lo que pase.

Y es que ha sido construida desde el 2006.

Otros ya empezaron a dudar.

Son algunos burócratas que temen ser despedidos o ser enviados a algún estado del país —debido a la desconcentración de las Secretarías— o dejar de ganar lo que ganaban.

Sus argumentos son medianamente  legítimos: “Voté por ya sabes quién porque creí que me iría mejor”.

Nadie les ha dicho todavía que les irá mal, aunque lo presienten.

O algo en las miradas de sus esposas o sus hijos se los dice.

Ser presidente de México no es tarea sencilla.

Es más fácil ser oposición que gobernar.

López Obrador ha trabajado desde 2006 para esto.

Hoy que está parado donde está parece tener lo que se necesita para no doblarse: Voluntad, carácter, equipo y talento.

La prensa nacional ya empezó a calarlo.

Tras una luna de miel brevísima, ha iniciado la ronda de las descalificaciones.

Hay quienes ven este fenómeno como algo natural, pero hay quienes lo ven con un brutal pesimismo.

Uno de ellos es el autor de “sonríe, vamos a ganar”.

Metido en una dinámica múltiple de cartonista, analista y estudioso de los movimientos políticos, El Fisgón cree que ya inició el contraataque de los grupos de poder.

Un tuit reciente así lo dice:

“Vivimos en la era de las guerras mediáticas. En estas guerras se acusa falsamente a un rival político; en lo que se desmiente, lo desacreditan y echan a andar otra mentira. Así tumbaron a Dilma y Cristina. La multa del ‪@INE puede ser el inicio de la guerra vs ‪@lopezobrador_ ¡OJO!”.

(En el ya desaparecido programa El Chamuco, transmitido por TVUNAM, también lo dijo en varias ocasiones).

Hoy más que nunca las circunstancias del país exigen seriedad.

Seriedad con sentido del humor.

Seriedad con ironía.

No la seriedad a secas.

Esa mata y se vuelve tóxica.

(Todos los cadáveres son extremadamente serios).

¿Y Taibo 2?

Durante la campaña electoral, antes de que trascendiera un video en el que llama a expropiar a Slim y compañía, Paco Ignacio Taibo 2 trabajaba en el proyecto de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México.

Así apareció en varios diarios.

Cuando el video tronó, Claudia Scheinbaum, dicen, le dejó de tomar las llamadas al novelista mexicano que más libros vende.

Él mismo desapareció del mapa.

Hoy que fue designado el secretario de Cultura del entrante gobierno de Scheinbaum extrañó no ver ahí a Taibo 2.

Es una pena.

El autor de libros entrañables como “Patria” y “Bolcheviques” es un promotor cultural nato y lleno de luces.

Y algunas sombras.

Como todos.

Qué pena que las sombras hayan matado las luces que hubieran iluminado brutalmente la actividad cultural en la Ciudad de México.

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