Mario Alberto Mejía /@QuintaMam
Tercera y última parte
Fotos: Jafet Moz / Agencia Es Imagen
Don Eulogio Luna era un poco como José Revueltas: comprometido con la causa de los que menos tienen y amigo de sus amigos. Eso, como a Revueltas, lo llevó al alcohol, a las conversaciones encendidas por el fuego que habita las botellas. La vida le cobró sus facturas. Nadie cruza impunemente este valle de lágrimas. Las enfermedades contraídas a lo largo de una vida entregada a las luchas populares lo llevaron a la cama de un hospital. Al final de su vida, en el delirio, se vio a sí mismo enfrentado a “Los Pelones”, porros emblemáticos de la universidad en los años setenta. Su esposa, doña Mago, y su hija, Roxana Luna, lo recuerdan a siete años de su muerte.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
MAM: ¿Cómo fueron los últimos días de don Eulogio Luna?
GMP: Tras una crisis de insulina afuera de su despacho lo llevé al Hospital Universitario y ahí fallece luego de sufrir un derrame cerebral. En la mañana le habían puesto su hemodiálisis. La hemodiálisis es un problema para todas las personas que lo tienen. Es muy fuerte porque le hacen cambio de sangre. Afecta todo el organismo y además le sube mucho la presión. Ese día salió de su diálisis. Fue un sábado. Anduvimos todo el día con él. Roxana nos acompañó y le dijimos: "Vámonos ya para la casa para que descanses". "No, yo quiero ir a comprar ropa para los niños. Vamos a comer a la calle y luego regresamos" , me dijo. Todo el día anduvimos con él, Roxana, Samara —la nieta más grande, a quien quería mucho. Ya cuando nos venimos a la casa, en el departamento donde vive Roxana, nos dice: "vamos a pasar a comprar jamón porque se me antoja comer un sándwich". Compramos todo y llegamos a la casa. Le hacemos su sándwich. Para esto eran como las 8 de la noche, y le digo: "ya acuéstate. ¿No te sientes cansado?"."No", me dice. Le tomé la presión. Sí la tenía alta. Y le doy su pastilla. Para esto nosotros salimos y lo dejamos ahí. Nos tardamos una hora o menos. Ya de regreso, nos dice: "No aguanto el dolor de cabeza, no aguanto el dolor de cabeza". Le tomo la presión y está altísima. Nos dice: "Me siento mareado". Le vi los ojos y lo noté ya muy mal. Su visión estaba perdida. Fue entonces cuando empezó a delirar y a hablar de “Los Pelones”, unos porros universitarios de sus años de estudiante. “¡Mira, Los Pelones me echaron gas en los ojos! ¡No aguantó la cabeza, me va a reventar!”, empezó a decir con insistencia. Viendo eso, le dije a mi hijo Vladimir que lo lleváramos al hospital. Él lo agarró, lo abrazó, no sé cómo lo bajó de las escaleras, y nos lo llevamos al hospital. En una de ésas, Eulogio se suelta y yo le digo: "¡Gordito, espérate, ya estamos en el hospital!". Y le digo a mi hijo: "¡Tu papá acaba de soltarse!". Cuando llegamos, mi hijo no llamó al camillero: agarró a su papá y lo metió a urgencias. Cuando el doctor lo revisó me dijo: "Señora, a su esposo ya le dio un paro, pero vamos a tratar de reanimarlo”. Fue horrible... Ahí estuvimos toda la noche mi hijo y yo hasta que nos dijeron: "Ya está un poco estable. Si durante el día está bien lo pasamos a piso". En la noche le dio otro paro por el derrame y nos dijeron que era necesario entubarlo. Los médicos nos hablaron de las consecuencias que habría si lo entubaban y que eso iba a afectar a toda la familia y que siempre lo íbamos a tener en vida vegetativa. De pronto nos avisan que se había vuelto a poner mal. Y así estuvo hasta que entra un doctor y nos dice: "Acaba de fallecer". Fue muy duro, pero afortunadamente no tuvimos que decidir entre mantenerlo entubado o dejarlo ir. Fue algo natural.

La ceremonia de los adioses
Roxana Luna habla del adiós a su padre.
“La gente se organizó por pueblos. Cuando llegamos a la casa ya había gente con maíz, con guajolotes, haciendo mole, tostando el chile, porque se hizo un entierro tradicional. Gente de Ozolco, de San Nicolás, de San Buenaventura...V vinieron a hacer las tortillas. En la parte de atrás de la casahabía mucha gente que lo cuidaba. Yo estando en varios movimientos no he podido lograr que haya gente que me cuide. Lo cuidaban porque lo veían como un referente. Nunca nos enteramos cómo se organizaron. Ese día llovió mucho. La gente contrató camiones, hubo mariachis, hubo fiesta, la gente cantaba y lloraba. Le cantaron “El Rey” y otras canciones. Fue un funeral fuera de lo común. Todo se llenó de flores. Era impresionante. No cabíamos. Lo impresionante fue que eran como tres cuadras de gente marchando atrás de su féretro con sus lonas, con su estandarte de la defensa de la tierra y del agua. Había estandartes de la Virgen María, de la Virgen de Guadalupe. Hoy dimensiono todo lo que representó mi papá. A pesar de que llovió, la gente se mantuvo en el aguacero.
“Te voy a contar la parte que mi mamá no te contó, quizás porque lo quiere, y cuida mucho su imagen. Mi papá tomaba mucho y yo hoy lo entiendo, porque el estar con la gente y generar confianza es convivir. Y una forma de agradecer de la gente era "vamos a echarnos un vinito o vamos a tomar". Mi papá convivió con mucha gente y hubo una etapa muy difícil para él y yo creo que cayó en un alcoholismo que después controló. Yo era quién me iba con él para acompañarlo y quizá también influí en muchas cosas en él. De repente crecimos y ya empezó a comportarse, porque pues ya éramos adolescentes y éramos jóvenes y ya no podía exponerse tanto como cuando éramos chiquitos y nos mantenía controlados bajo el cuidado de mamá. Él marcó mi formación. Yo lo veo no sólo como mi papá sino como mi compañero de vida, mi compañero de lucha, mi reflejo a seguir.
“Yo hoy que soy grande entiendo por qué insistían ellos en llevarnos a todos lados. Primero querían que fuéramos pianistas, que fuéramos bailarinas. Todo el tiempo nos tenían en actividades. Querían que fuéramos buenos hijos.
Somos personas con valores. Mi papá venía de una familia muy humilde. Yo creo que por eso tenía la preocupación de llegar a tener algo y no perdernos. Tuvo más de doscientos ahijados. Eran padrinos cada ocho días. Ya mi mamá de repente se rebelaba y le decía: “¡Ya no!”. Pero el siempre convivió, él siempre nos dijo: “Hay que convivir con la gente”. Y eso son cosas que creo que te van formando y te van marcando. Por eso no me interesa despojarme de lo mucho o poco que pueda tener”.

