La Loca de la Familia
Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia
Hay mucha gente que odia los domingos. El domingo es algo parecido a hacer antesala en un hospital oncológico. Es lento, caluroso. Las familias que no se quieren se juntan como si se quisieran.
Este domingo es distinto.
Hay gente en la calle desde temprano. Gente que se bañó y se peinó. Gente que a pesar de burlar la ley seca se levantó de entre los muertos y caminó hacia las casillas.
A simple vista se ve quién votará por quién. El que va más preocupado es alguien del así llamado “sistema”. Los que van bailoteando y sonriendo jubilosos son gente que ve en este ejercicio una suerte de rebeldía. Un promesa de liberación.
En la televisión los programas cubren las casillas adonde irán votar los candidatos a la presidencia.
A las 8 de la mañana todos los canales pasan la misma imagen: Andrés Manuel López Obrador rodeado por su familia, pegado a los barrotes del portón de la casilla que no ha abierto.
AMLO se ve sereno. Sus hijos mayores voltean hacia todos lados, nerviosos. Su esposa Beatriz, sonríe, confiada.
Sabe que es la última oportunidad para llegar a la meta, de no ser así, puede ser que no se vayan a “La Chingada”, pero sí a casa.
Sin embargo, el triunfo se respira. Se presiente.
La gente que odia los domingos y ha salido a votar busca tomarse la foto con el candidato de MORENA. Lo miran como se mira a un patriarca, a un mesías, a un semi-Dios.
AMLO sonríe a medias y esa sonrisa se puede traducir como el temor de ser “chacaleado, de nuevo, por la Mafia del Poder”.
Zapping (cambio de televisora).
En otro canal aparece la casilla donde votará a Ricardo Anaya en Querétaro.
8:30 am. Las calles poblanas están insólitamente transitadas por carros y gente que va a pie. Al menos en la zona que me toca recorrer a diario, parece más que van a una venta nocturna del Palacio de Hierro que a votar.
En todas las casillas hay personas formadas. Esperan porque no están dispuestos a regalar su voto.
Bajo del carro para hacer preguntas. Algunos están ahí desde las 7:30. Los que van a votar por MORENA lo cacarean. Los demás no dicen nada.
La mayoría de las casillas abren tarde.
Me detengo en una donde veo mucha gente. Ahí le toca votar al candidato priísta a la alcaldía, Guillermo Deloya.
Deloya, ya se sabe, está descarrilado. Es un cadáver político que huele a Hugo Boss.
A la vuelta de la casilla hay hombres sospechosos que no se acercan al portón.
Portón que no ha sido abierto para que los ciudadanos crucen su voto.
Esos hombres nunca se meten a votar; sólo conversan con las personas que están desesperadas porque la casilla no abre. Conversan y tratan de convencer. Sacan algo del bolso y se van.
El señor que encabeza la fila, un tipo como de 60 años con cara de pocos amigos, comienza a golpear el portón y alebresta a los demás.
El sol del domingo, ese típico sol que invita al suicidio, cataliza el encono de los que esperan.
El señor, a quien después le pregunté por quién votó, grita: “que estos pendejos funcionarios abran. Son nuestros gatos, nosotros les pagamos”.
Ese tipo de descalificación clasista me recuerda a los “lords” que son exhibidos en las redes por su prepotencia. Especímenes que, si el sentido común fuera común, no combinan con los preceptos de la izquierda mexicana (o no deberían de encajar).
“Pinches gatos, no tenemos su tiempo”.
¿Qué tanta prisa tendrá ese hombre? ¿Qué va a hacer un domingo de elección? Un domingo de LA elección que cambiará al país.
Llega Guillermo Deloya, y dos minutos más tarde, el supervisor del INE que faltaba entra a la casilla.
El de los “Pinches gatos” pasó en primero. Saliendo, le pregunté lo obvio. Votó todo MORENA.
La mañana pasa rápida, pero lenta a pedacitos.
El gobernador Tony Gali llega a votar 9:40 a la casilla que corresponde a su domicilio particular, en la vía Atlixcayotl.
Flashes, mensajes, selfies.
Una fila de más de ochenta personas antecede al gobernador.
En esta casilla las caras dicen otra cosa: es la gente del barrio alto y temen la llegada del gran Tlatoani.
Se escuchan los comentarios de incertidumbre en la fila. Hay nerviosismo. Mucho. No mucho: un chingo (de chingar, de estar jodidos, de tener miedo, de sentirse ultrajados).
Eso en la zona de Angelópolis...
Luis Banck no vota en la misma casilla.
Le toca en El Colegio de Bachilleres #2, sin embargo, minutos más tarde se traslada a la casilla donde Gali emitió su voto.
El reportero quisiera tener el don de la ubicuidad. Moverse de un lado a otro librando el tráfico o estar en dos lados a la vez. Yo estoy reporteando y noto una tensa calma.
Es antes de mediodía en una ciudad que de pronto se acuartela para ver el Mundial.
De Angelópolis al Boulevard Atlixco se hacen aproximadamente 15 minutos sin tráfico. En un domingo cualquiera, menos. Pero este no es un domingo ordinario. Es EL domingo.
Crowne Plaza.
Se ha cruzado la barrera del mediodía y la gente de MORENA convoca a rueda de prensa para medios.
El salón está lleno de reporteros y en sus caras se puede traducir perfectamente si sus corazones (y sus intereses) están con el personaje que no llega.
Barbosa, que votó en Tehuacán, se abstiene de salir. “Hay actos vandálicos y robos de urnas. Exigimos que el Estado refuerce su seguridad”, dice Biestro Medinilla.
Lo demás es silencio.
No se puede anticipar ningún número. Es muy temprano. Todavía hay que ir por la barbacoa...
El centro, festivo.
Es domingo y casi siempre es festivo en domingo: con sus calles principales cerradas, llenas de globos y música. Pero este domingo es otro.
La gente no va a sentarse a beber. La gente busca su casilla.
España pierde contra Rusia y los poblanos que se sienten españoles traen la cara más larga que las Señoritas de Aviñón.
Los otros poblanos, los que van al zócalo cada domingo a pasear, traen el dedo manchado de marrón. Todos se hacen la foto del dedo.
Entro a redes para sondear.
De mis 5000 contactos, la mayoría exhibe su dedo marcado. La mayoría divulga su voto. La mayoría vota por AMLO porque AMLO es “La esperanza de México”.
Facebook está que explota de dedos manchados.
Es un mundo informe de dedos de todas las dimensiones.
Los contactos poblanos son mucho más discretos.
Sólo postean el nombre de quien le dieron el voto para presidente.
No se atreven a decir “Barbosa”.
Tampoco se animan a decir “Martha Érika”.
Sólo los priistas sueltan la morralla. ¿Y cómo no? Nada pierde el perdedor al decir “ganamos tantito”.
Estas son las elecciones en tiempos de las Fake News.
Porque parece mentira, la verdad nunca se sabe, decía Sada.
Encuestas balín inundan los muros.
Ponen empatados a Meade y a AMLO.
Uf...
Es tan cómico como anunciar que Camerún ha vencido al Barça en un partido amistoso.
En Puebla, nada para nadie (todavía).
Son las 4 de la tarde. En el búnker de la coalición “Por Puebla al frente” hay confianza. En el bajo mundo reporteril se dice que Martha Érika podría ir arriba por más de cinco puntos. Pero está “complicado”.
“Apretado” es la palabra que más se escucha en el Marriot.
Enfrente (hotel Crowne Plaza) en el war room de Barbosa se dicen otras cosas.
Las palabras más socorridas son: “judicializar”, “impugnar”.
Eso dicen los miembros de MORENA, mientras en las esquinas los reporteros no usan eufemismos: “reventar” es mucho más aproximado.
¿Quieres conocer el verdadero ánimo de una elección “apretada”?
Vete a las colonias pululares.
La radio anuncia que en una casilla de Mayorazgo entró un pequeño comando armado, que echó bala y se llevaron urnas.
Confusión. Acá no es Angelópolis, vato. Acá la banda se prende.
En la 14 sur hay una camioneta volcada. Unos malandros robaron urnas y tiraron balas al cielo “reventando” la casilla.
Los vecinos, emputecidos, apañan a los conductores de la camioneta que lleva urnas embarazadas.
El barrio entero sale en turba.
Veo cómo le revientan el ojo a golpes a uno de los mapaches.
La tarde pasa lenta, pero rápida a pedacitos.
Cierre de urnas.
Marriot: la candidata Martha Érika sale una vez a dar rueda de prensa con su equipo.
Dice estar confiada en la participación. “No queremos anticiparnos porque es ilegal”. Prudencia.
Mientras, a dos pasos, Barbosa se declara el ganador de la elección.
La sala de prensa se queda vacía. A partir de ese momento el domingo ya no parece domingo. Parece la extensión de una sesión de tortura.
Comienzan a salir las encuestas.
En Puebla la cosa está cerrada, dicen.
Media hora más tarde, lo que ya estaba cantado se cumple: AMLO arrasa. AMLO lo logra. AMLO es un real rockstar.
Las redes estallan en júbilo.
¡Viva México!
¿Viva?
Temor y temblor en las casas de los que no gritan ¡viva!
Falta un solo paso para que la “cuarta transformación” quede inaugurada.
México es un happening de John Cage.
Este es un país surrealista.
Hay borregos que salen a la sala de una familia burguesa que tiene una pomposa cena.
Lo que jamás pensamos que vieran nuestros ojos: El PRI ha muerto.
O eso parece.
Meade reconoce el triunfo.
Meade no pudo, o no quiso. O los amigos de Meade no pudieron o no quisieron… o lo entregaron.
El PRI ¿ha muerto? O sólo se ha refundado.
Muerto el PRI, viva el PRI.
Las cúpulas son las mismas, dicen.
Un paso más. Gallo, gallina.
Anaya ha perdido esa estúpida sonrisa permanente.
El PAN no pudo o no quiso.
Este es un nuevo México, pero es el mismo.
Tiembla el suelo.
Puebla está en pugna.
Cada quien cacarea su huevo. Es natural. Es condición humana.
Nunca olvidaremos este domingo.
Tenemos presidente.
Y oigo decir a una señora muy anciana a lo lejos: “espero que AMLO no nos mande a vivir a todos a su rancho en Macuspana”.
La Chingada, se llama.
Un lugar conocido por casi todos.
Cambia todo, dicen, pero, ¿ y si nada cambia?
