La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam 

Benito Juárez viajaba en una carroza.

Andrés Manuel López Obrador, en un Jetta blanco.

Ni siquiera un Jetta del año.

Detrás suyo, una sonriente Beatriz Gutiérrez Müller disfruta como nadie el triunfo de su esposo.

Lejos de la soberbia, AMLO se ve reposado.

Es otro, diferente, muy lejos de la beligerancia.

Es un AMLO cordial, amable, dueño de las selfies que se hacen con él.

Ya frente a la prensa, en un hotel de la Ciudad de México, elogiará de manera inédita al presidente Peña Nieto.

Y lo hará con un énfasis brutal.

Incluso lo pondrá por encima de los ex presidentes Fox y Calderón.

También se detendrá, sin nombrarlos, en José Antonio Meade y Ricardo Anaya.

Con los ojos llenos de agua, Meade pronunció el mejor discurso de su campaña.

Junto a su esposa Juana Cuevas, el candidato de un PRI que nunca terminó por aceptarlo honró al ganador de la contienda.

Su sola mención provocó emociones encontradas.

Y en ese contexto le deseó toda la suerte del mundo.

Metido en una camisa de once varas, Ricardo Anaya también reconoció que las tendencias no le eran favorables.

Y procedió a reconocer un triunfo que estuvo en boca de todos desde que arrancaron las campañas.

Incluso admitió que habló por teléfono con él.

Uno puede imaginar la charla, los gestos, los saludos.

¿Qué pasó con el país bañado en la confrontación, en los odios, en los polos irreconciliables?

¿En qué momento se movió el paisaje?

¿Dónde quedó el águila devorando una serpiente?

AMLO mencionó una palabra mágica durante su discurso como candidato ganador: reconciliación.

Los aplausos no escasearon.

Y en las redes sociales se encendieron esperanzas antes muertas.

Más tarde, en el zócalo, los ánimos se desbordaron.

El retrato hablado del júbilo era la esposa de López Obrador, alejada desde siempre del status de Primera Dama.

Con una alegría desbordada, alzaba los brazos, sonreía, festejaba.

Atrás de ellos, los hijos del virtual presidente electo se abrazaban con Claudia Scheinbaum.

El zócalo de Cuauhtémoc Cárdenas transmutado en el zócalo de López Obrador.

Un zócalo vibrante pero diferente.

El del primero fue el zócalo de las derrotas.

El de este lunes en la madrugada, el zócalo de la gran victoria.

Y casi al final de su discurso, un anuncio igualmente novedoso: AMLO y Peña Nieto se reunirán el martes en Palacio Nacional para generar la transición.

La madrugada cae.

México-Brasil está por iniciar.

Pero en la boca del zócalo sólo cabe un grito: “¡Presidente, presidente!”.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *