Los dos temas van de la mano, pues para tener su propio negocio deben estar capacitadas, haber desarrollado habilidades y seguir aprendiendo.

Plumas Ibero

Por: Héctor Manuel Villanueva Lendechy

 

El emprendimiento social es una forma alterna donde el lucro no es el principal objetivo sino el bien común. Sin embargo, debe ser sostenible, es decir, debe operar por arriba de su punto de equilibrio, por lo que utiliza técnicas y herramientas de gestión.

Hay diferentes formas organizativas y jurídicas de emprendimientos sociales, algunas de ellas hacen énfasis en que en la organización debe existir la equidad de género, otros por el contrario, sólo están formados por mujeres, quienes toman decisiones respecto a la aplicación de los recursos, otros más, se destacan porque los socios son los mismos trabajadores y en consecuencias la distribución de la ganancia es equitativa.

Los emprendimientos sociales se observan en ámbitos urbanos y rurales, por segmentarlos de manera general. En el ámbito rural se han identificado emprendimientos relacionados con las mujeres rurales e indígenas, quienes se relacionan con la feminización del campo en México; se presenta cuando existe abandono de la pareja masculina en el hogar, ya sea porque falleció o porque se separó de su pareja, lo cual pudo suceder porque se divorciaron o porque migró a otros estados de la república e incluso a otros países.

En ese sentido, la mujer debe hacerse cargo de sus hijos, no sólo cuidándolos sino como jefa de familia y, por lo tanto, debe sostenerlos económicamente, para asumir este nuevo rol, el cual estuvo ocupado por su pareja, debe adaptarse rápidamente.

Al respecto, la mujer puede optar por dos alternativas, la primera es emplearse como subordinada de un jefe, por ejemplo, en una empresa. La segunda es emprender un negocio con los recursos que heredó o que se quedaron a su disposición, como el ganado, animales de corral, hortalizas, maquinaria, instrumentos para la siembra y cosecha, entre otros.

La nueva mujer emprendedora, generalmente, no está capacitada del todo para desempeñar su nuevo rol, por lo que debe aprender a utilizar los recursos del agro, desarrollar habilidades y adquirir conocimientos, por ejemplo, los de la comercialización del producto. Lo anterior, la obliga a iniciar un proceso de capacitación, algunas veces con apoyo de organizaciones gubernamentales y organizaciones civiles, en otras, recurrir al  auto-aprendizaje, orientado hacia el ensayo y error, lo cual fortalece aún más el proceso de empoderamiento.

Los emprendimientos sociales rurales encabezados por mujeres van aparejados de otro proceso al que se le ha denominado el empoderamiento de la mujer, que es un cambio cualitativo que la revaloriza e incluso incrementa su autoestima, porque la hace autónoma al tomar decisiones relacionadas con el negocio y disponer de los ingresos que le genera, ya sea para sostener a su familia o para capitalizar el negocio, lo cual no sucedía con su pareja, quien generalmente era quien tomaba las decisiones de la aplicación del dinero que obtenía por el negocio.

Los estudios relacionados con el empoderamiento de la mujer rural en México mencionan que hay diversos aspectos para detectarla, los cuales son:

  1. a) Negocio propio.

Se refiere a que la mujer crea y gestiona su propio negocio, generalmente con los recursos del agro que heredó o que dispone porque su pareja migró.

  1. b) Capacitación.

La nueva emprendedora requiere desarrollar habilidades y adquirir conocimientos no sólo técnicos sino administrativos, relacionados con la siembra, cosecha, comercialización, registro de las entradas y salidas de dinero, inventarios, entre otros.

  1. c) Toma de decisiones relacionadas con el negocio propio.

La mujer emprendedora se ve en la necesidad de tomar decisiones tales como la semilla que comprará, su cantidad y a quién debe comprarla, así como de los canales de distribución que utilizará y la aplicación del dinero que resultó de la venta de sus productos.

  1. d) Toma de decisiones relacionadas con la comunidad.

El empoderamiento de la mujer rural también se observa porque participa de manera más activa en decisiones que afectan a su comunidad, sin embargo, este aspecto del empoderamiento, como los otros, se presenta en matices porque su participación también es resultado de qué tan permisivos sean los usos y costumbres vigentes.

  1. e) Aprendizaje.

El emprendimiento y empoderamiento no son aspectos monolíticos sino dialécticos, el común denominador es el cambio, y este sucede porque se generan aprendizajes que pueden responder a las necesidades del mercado, entendidas como los requerimientos del cliente y el nivel de competencia que existe en los mismos.

Con base en lo anterior, se concluye que los emprendimientos sociales de mujeres rurales en México coadyuvan en el empoderamiento de las mismas y, a su vez, contribuyen a la economía de la comunidad, al generar nuevas células productivas que movilizan los recursos del agro, que en otro escenario, permanecerían en el abandono.

Sin embargo, la mujer no sólo asume el rol de jefa de familia, sino que en la mayoría de los casos cuida a los hijos y participa en su educación, lo que sin duda satura a estas mujeres con responsabilidades y expectativas que antes no tenían, lo cual puede afectar su estado de salud de manera negativa.

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