Un salón del Hotel Marriott recibió a la panista tras los comicios; desde el primer paso su presencia destiló victoria, aunque también prudencia.
Por: Guadalupe Juárez
Desde que Martha Erika Alonso Hidalgo pisó el lobby el hotel Marriott del bulevar Hermanos Serdán se proclamó ganadora.
Así habló con los medios, como ganadora, y así festejó por la noche en un salón de ese mismo hotel, como ganadora.
Es la tarde del domingo 1 de julio de 2018. Un grupo de jóvenes panistas que la ha acompañado en todos sus eventos la espera en la entrada principal; cuando ella baja del vehículo en el que usualmente se traslada a sus compromisos en la capital, le aplauden.
La panista saluda con: “Buenas tardes a todos”, la sonrisa que dibuja en su rostro es amplia. La más amplia y grande que he visto de ella. En ningún momento se asoman gestos que pudieran mostrar que ella no ha ganado, que ella no sería la primera gobernadora panista del país.
Martha Erika ha vestido en todos sus eventos con una prenda azul, hoy opta por una blusa para ofrecer su primera declaración después de que se cerraron las casillas de toda la entidad.
Los camarógrafos y fotógrafos se pelean por captar ese saludo y ese gesto de felicidad mientras ella camina hacia una sala de prensa instalada en un salón contiguo a la recepción del Marriott.
“¡Qué bonito!, se ve muy bien”, dice animada, al tiempo de recorrer con la vista las computadoras y las pantallas colgadas sobre las paredes, sintonizando los noticieros locales y nacionales.
Martha Erika se sienta en la silla de en medio de una mesa larga, donde horas antes el representante de su partido, Jesús Giles Carmona, había dado dos ruedas de prensa sobre el transcurso de la jornada.
“Sin duda me siento muy contenta porque fue una jornada donde hubo muchísima participación ciudadana”, dice a los medios que cuestionan los números a los que hace referencia y, con ello, afirma que hay una tendencia favorable para ella, y que por eso no tiene duda de que fue la triunfadora.
El triunfo para ella se midió en puntos de tres encuestas de salida y en las de la contienda. Por eso, dos horas después, a las 20:30 horas los líderes de los cinco partidos por los que se ha hecho acompañar todo el día le alzan la mano mientras su jingle de campaña –que repite su nombre a ritmo de cumbia– resuena en el salón del hotel.
Entre los “Martha gobernadora” y “ya ganamos” de los simpatizantes, que se concentran en el salón, Alonso –con la mano derecha en el aire para reafirmar que ha ganado– llama a no confiarse.
“Nos dan una ventaja sobre la competencia, quiero decirles que no debemos confiarnos, que debemos esperar que llegue la última acta. Hasta que tengamos todas las actas en la mano, podemos cantar victoria”, advierte, pero el ánimo de festejo no se apaga.
Martha Erika retoma rápidamente el papel que ha tomado desde que llegó al hotel, de ganadora, y con esa imagen se lanza contra su adversario, quien a unos metros de donde ella se encuentra también ha dicho que es vencedor.
“Una vez más el candidato de Morena le miente a los ciudadanos. Nada de engañarlos diciendo que ellos fueron quienes ganaron las encuestas, se los decimos claro y fuerte desde este micrófono: ‘No le mientan a los poblanos, porque esta candidatura y esta campaña la ganamos nosotros’”. Apenas termina el mensaje y los papeles de colores ya vuelan por el aire. Las banderas con el logo del PAN son agitadas de un lado a otro. La música sigue resonando.
Ella sonríe para las últimas fotos y vuelve a alzar la mano, apoyada del panista Giles Carmona, del líder perredista Jorge Benito Cruz Bermúdez –quien no deja de bailar– del dirigente del PSI, Carlos Navarro Corro, con Laura Escobar Juárez de Compromiso Por Puebla –que se funde en un abrazo con la panista– y el coordinador de Movimiento Ciudadano, Raúl Pineda.
“Ya ganamos”, vuelven a proclamar y el salón estalla en aplausos. La cumbia vuelve a sonar en el salón y Martha Erika abandona el lugar.
