La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam 

Cuando Miguel Barbosa celebraba en los bajos del Instituto Electoral del Estado un triunfo inexistente, una voz telefónica salida del búnker de López Obrador le dijo:

“Ojo, Miguel, tengan todas las actas en las manos por lo que se pudiera ofrecer”.

En ese momento, con las encuestas patito en las manos, Barbosa le preguntó al “Jefe” Biestro —dirigente de MORENA en Puebla— que si ya contaban con todas las actas de la elección.

La respuesta no le quitó las dudas:

“¡Creo que sí, mi gobernador!”.

Metidos en la embriaguez de un triunfo clavado con alfileres, Barbosa habló con su hermano y con Rodrigo Abdala en busca de certezas. 

Éstas nunca llegaron.

O sí: en forma de malas noticias.

Tenían sólo el setenta por ciento de las actas: 70 en forma física, el resto en actas ilegibles que no decían nada.

Las presiones en México se incrementaron cuando el virtual triunfo de Martha Érika Alonso tomaba forma.

“¡Exhiban sus actas en una rueda de prensa y súbanlas a Facebook!”, le decían.

Imposible.

No tenían las actas del triunfo.

Tenían encuestas a modo, sí, pero no las malditas actas.

Hace unos días, en Rompeviento TV, Fernando Manzanilla confesó lo que se volvió un rumor loco desde las primeras horas del 2 de julio: los representantes de MORENA habían fallado.

O no habían cumplido su parte.

O sí, pero no en un porcentaje considerable.

En la elección del Estado de México, en 2017, las casillas sin representante de MORENA alcanzaron el 40 por ciento.

La elección poblana llegó al 30.

Sin actas no hay paraíso.

Sin tetas tampoco.

En esas condiciones, Miguel Barbosa inició el penoso recorrido por argumentar una trama que todos los días se va viniendo abajo.

El INE ya dejó en claro que Martha Érika Alonso no rebasó los topes de campaña.

La FEPADE federal ya tiró el mito genial de la “mapachera” en el hotel MM.

Sólo queda apelar al corazón de López Obrador para que anule una elección que no reúne los requisitos mínimos para echarla abajo.

En el mismo programa de Rompeviento, un periodista le dijo a Manzanilla que no veía los elementos necesarios para anular la elección poblana.

Manzanilla sonrió y asintió ligeramente.

Esto también ya lo saben los aliados de Barbosa en los medios de comunicación, algunos de los cuales se estrenaron como porros por quince mil pesos por cabeza.

¿Dónde quedó el slogan “sonríe, ya ganamos”?

¿Dónde las ruedas de prensa que más parecían clínicas de odio?

¿Dónde están ahora los apesadumbrados aliados?

En los mítines, los barbosistas —¿todavía existen?— coreaban el choteadísimo “Miguel, Miguel / ¿qué tiene Miguel? / que los Moreno Valle no puede con él”.

Los argumentos están en el bote de la basura junto con el slogan y los aliados.

En estas condiciones saldrá la marcha del domingo próximo: con los ánimos por los suelos, la moral derretida y la certeza, inapelable, de que esta aventura ha llegado a su fin.

Es duro, pero es lo que hay.

 

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