La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam 

En el estado de Hidalgo, algunos de los hombres y mujeres más cercanos a Miguel Ángel Osorio Chong no contendieron en las pasadas elecciones por el PRI.

Insólitamente, la jugaron por MORENA.

¿Indisciplina?

No.

Al contrario.

Disciplina férrea.

Una tarde, antes de que arrancara el proceso electoral, la hoy senadora Nancy de la Sierra fue llamada a Gobernación.

Una vez que terminó la audiencia, inició sus acercamientos con MORENA.

La luz verde venía del más alto nivel.

Poco a poco, las señales fueron a la alza.

El PT y el PES, dos apéndices de Osorio Chong, se sumaron al partido de López Obrador.

Nadie entendía nada.

Algo sabía, sin duda, el entonces huésped del Palacio de Covián.

En todos lados ya se veía a José Antonio Meade como el virtual candidato del PRI a la Presidencia de la República.

Los priistas ortodoxos también empezaron a moverse, pero en dirección opuesta a Meade.

La gente de confianza de Manlio Fabio Beltrones también se fue a los brazos de MORENA.

La insurrección estaba en marcha.

El resultado no sorprendió a nadie.

Las dudas matan: ¿Alejandro Armenta también recibió la señal a través de Osorio Chong?

¿Su escisión fue parte de una estrategia trazada en el escritorio más influyente de Gobernación?

De confirmarse las líneas anteriores ya sabemos lo que ocurrirá en el Senado de la República, una vez que Osorio Chong será el líder de la bancada del PRI: los acuerdos entre MORENA y el ex secretario de Gobernación serán claves en temas torales.

Osorio será, pues, un poderosísimo interlocutor.

Algún lector atento recordará sin duda que cuando Osorio fue a Tepeaca, durante la pasada campaña, acusó de “traidor” a Armenta.

Pero sonó a una descalificación suave, ligera, pactada.

Una descalificación necesaria en un ambiente de sospechosismo.

Una sentencia británica fue la más citada en estos meses:

“La política hace extraños compañeros de cama”.

O extraños compañeros de cámara.

O extraños cómplices de alianzas.

Ya se ve que sí.

Ufff.

 

AMLO, Jaime Avilés y Fitzcarraldo

Ahora que Andrés Manuel López Obrador dio su primer mensaje como presidente electo dos nombres fueron los primeros que mencionó: el de Emiliano Zapata y el de Jaime Avilés.

Este último fue un brillante narrador y periodista dotado de una cultura brutal y una prosa fina, irónica e inteligente.

Amigo de sus amigos, Avilés se fue a vivir a la selva chiapaneca —casi a la par que lo hizo el poeta y narrador Hermann Bellinghausen—, una vez que surgió el levantamiento zapatista.

Ambos quemaron sus naves, empacaron y se fueron a vivir la utopía chiapaneca.

(Fitzcarraldo cruzando montes y valles).

Cuando el subcomandante Marcos decepcionó a Avilés, éste regresó a la Ciudad de México y se convirtió en su crítico más perseverante y luminoso.

Adiós, cara de trapo, le dijo en un brillante libro.

Avilés se volvió entonces amigo y cómplice —en el mejor sentido de la palabra— de López Obrador.

(Fuentes muy informadas cuentan que él escribía sus libros).

Fue, por así decirlo, el amigo más desinteresado de AMLO.

A Jaime Avilés le tocaron las vacas más flacas del lopezobradorismo: las de los fraudes, los plantones, los insultos.

Cuando el diario La Jornada se la jugó en 2012 con Peña Nieto, la columna “Desfiladero”, de Avilés, se volvió incómoda.

Tanto lo fue que sobre él cayeron la censura y la defenestración.

Dejó el diario del que fue fundador con una gran tristeza a cuestas.

(Cosas de la vida: cuando murió, La Jornada no le dedicó una sola línea a su deceso. Lo mismo le pasó a Luis González de Alba).

El stalinismo más estúpido y dogmático lo echó a la calle.

Un cáncer agresivo lo sorprendió en medio de una vida de lo más modesta.

López Obrador lo visitó en ese período atroz que significa todo cáncer.

A su muerte, ante el humilde féretro, el hoy presidente electo derramó unas lágrimas.

Por todo esto fue emocionante que ante sus nuevos compañeros de ruta —y algunos viejos—, López Obrador hablara como lo hizo —con un nudo en la garganta— de quien no vivió para contar la aventura de transportar un gran barco en las enormes montañas mexicanas.

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