La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam 

En una conversación en Facebook, un usuario le preguntó a Pedro Miguel, columnista de La Jornada y activista ligado a AMLO:

“¿Qué sigue contra el fraude en Puebla?”.

La respuesta fue lacónica pero reveladora:

“1. La demanda de anulación de los comicios. 2. Si no se consigue, la resistencia civil pacífica”.

Si esto lo hubiese escrito José Juan Espinosa, locuaz diputado local electo, sería una vacilada.

Dicho por Pedro Miguel —vocero, además, del polémico fideicomiso sancionado por el INE—, el anuncio adquiere relevancia.

Todo lo que ha venido haciendo MORENA en Puebla se inscribe más en el ámbito de la resistencia civil (no pacífica).

Sus integrantes, incluidos algunos ex candidatos, actuaron más como activistas de un movimiento que como militantes de un partido.

Tuvo que venir Yeidckol Polevnsky, dirigente nacional de MORENA, para explicárselos.

Vea el hipócrita lector:

La campaña de Miguel Barbosa se movió siempre a la sombra de López Obrador: sólo se activaba cuando él venía.

Fuera de eso, todo era hacer ruedas de prensa —para decir “sonríe, vamos a ganar”—y grabar videos, en el estilo del pastor, con mensajes sumamente enredados (por retóricos) o retóricos (por enredados).

El día de la elección, el 30 por ciento de sus representantes de casillas no se presentó.

La consecuencia fue brutal:

Nunca tuvieron actas para defenderse de alguna eventualidad.

En lugar de actuar como militantes de un partido, los activistas del movimiento actuaron como porros.

En las sesiones del Instituto Electoral del Estado, el porro mayor era Espinosa.

(Raúl Barranco, del PES, siempre ha sido un pez de agua tibia. Imposible pedirle más que los grititos que soltaba).

En el asalto al hotel MM, Espinosa comandó a los porros que destrozaron mobiliario, vajilla y papelería.

(La historia de la agresión ha sido tan documentada en Televisa, TV Azteca, Imagen TV y la prensa nacional que no tiene caso abundar).

A lo largo de estas semanas, el partido está perdido en las acciones de los miembros de la banda.

O del movimiento.

O como se quieran llamar.

La marcha de este domingo —poblada de acarreados— demostró su flaco músculo.

Y es que no hubo capacidad de convocatoria ni en la zona VIP ni en las galerías.

Incluso en los discursos, José Juan Espinosa trastabilló y dijo algo cantinflesco que en el fondo tiene que ver con lo que escribió Pedro Miguel en Facebook.

Lo cito textual, con todo y su español gritón del Siglo de Oro:

“¡Vamos a respetar el fallo del Tribunal Federal Electoral! (sic). ¡Pero si actúan conforme a derecho, pero si garantizan el respeto a la ley! ¡Sabemos que la elección se debe y se tiene que anular! ¡Solamente así!”.

¿Qué quiso decir nuestro Cervantes de por aquí cerquita?

Que si el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (así se llama) anula la elección, los activistas del movimiento respetarán el fallo.

En caso contrario, se irán, sí, a la resistencia civil (no pacífica).

No lo gritó así, pero lo quiso gritar.

Este discurso recuerda inevitablemente al López Obrador de “¡al diablo con sus instituciones!”: el del cierre de Reforma y todo lo que sobrevino.

El problema en este caso es que quien lo gritó será diputado local de la bancada mayoritaria.

Y aquí es donde empiezan las dudas que matan.

Si el fallo no les favorece, ¿cerrarán calles y edificios públicos?

¿Bloquearán el presupuesto de 2019 y cuanto esté a su alcance?

¿Harán resistencia civil (no pacífica) desde el Congreso del Estado y los ayuntamientos?

¿Iniciarán el detritus de las instituciones a punta de golpes y patadas?

Ahora se entiende lo que gritó en ese mitin Yeidckol Polevnsky:

“¡Se necesita estar loca para ser gobernadora con un Congreso en contra!”.

He ahí lo que Pedro Miguel dijo con palabras claras cuando se refirió a la resistencia civil.

Lo grave es que Polevnsky aseveró en varias ocasiones —y si no lo dijo textualmente, lo sugirió— que todo lo que estamos viendo, y lo que vendrá si el Tribunal falla en contra, es por instrucciones de Andrés Manuel López Obrador, quien ya no es el jefe del movimiento o el partido, sino el presidente (electo) de México.

Que un candidato al que le hicieron fraude en 2006 mande al diablo a las instituciones es entendible.

Lo incomprensible es que quien se dice vocera del próximo presidente venga en ese tono a anunciar que los halcones amenazantes y las palomas mensajeras no han desaparecido, y que no son parte del pasado.

Y es que es claro que lo que quieren es torcer las decisiones de los magistrados del Tribunal usando el poder de Los Pinos.

Igual que en la época de la Mafia en el Poder.

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