La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam  

Si Winston Churchill hubiese tenido 64 años cuando Carlos Salinas de Gortari llegó a Los Pinos habría sido enviado al exilio diplomático —en el mejor de los casos— o a su casa de campo.

Antes de López Obrador, los políticos con experiencia no eran tomados en cuenta.

La nueva casta —hoy envejecida prematuramente— no quería viejos a su lado.

Una buena parte de los personajes de la tercera edad que hoy están de regreso habían aceptado apaciblemente la jubilación.

Manuel Bartlett fue de los pocos que perseveró desde sus diversos escaños.

Primero, en la bancada del PRI.

Luego, en la del PT.

Hoy, buena parte del gabinete de AMLO rebasa los sesenta y los setenta años.

Algunos superan, incluso, los ochenta.

Churchill tenía 64 años cuando fue nombrado Primer Ministro del Reino Unido.

Sin él, la resistencia británica no hubiese existido.

Y algo peor: Hitler habría ganado la Segunda Guerra Mundial.

Su tesón sacó adelante a Inglaterra y, con ésta, a los países aliados.

A los 77 años de edad, nuevamente fue convocado para ser Primer Ministro.

Pero ésa ya fue otra historia.

Lo cierto es que en el país del fracaso educativo —donde los másters a duras penas ligan una frase con otra—, los viejos están de vuelta, y sólo la parca los sacará.

La propia Organización Mundial de la Salud ha cambiado sus criterios acerca de las edades del ser humano.

Antes, no hace mucho, un hombre que llegaba a los cincuenta ya era un anciano.

(Hoy, algunos de los que andan en los veintitantos años, ya lo son).

López Obrador, fiel al estilo juarista, está convencido de que los integrantes de su gabinete combinan experiencia, madurez y sensibilidad.

La mayoría de ellos viene de una larga ausencia en el poder.

Jugaban con sus nietos o bisnietos cuando fueron llamados por López Obrador.

La vitamina P los ha rejuvenecido.

Se ven audaces, dueños de sus bastones y de sus decisiones, más que jubilosos.

El tren de AMLO no lleva leones.

Sus ocupantes son antiguos cazadores de bisontes sagrados y otras especies en extinción.

 

El PRI y su Refundación

Cambio de planes en el partidazo.

Rubén Moreira no tenía pensado renunciar a la Secretaría General del PRI.

Cuando menos hasta la semana pasada.

Todo iba bien, pero algo se movió.

Un pleito (a gritos) con Claudia Ruiz Massieu generó todo.

Alguien pensó en Pablo Gamboa, el Mirrey de Emilio Gamboa, pero la propuesta se murió en el camino.

Hoy el partidazo está en una situación inédita:

La Secretaría General quedará acéfala.

Por lo pronto.

Por varios días.

Fuera de sí.

Como la gallina ciega.

Descabezada.

El PRI, me lo dijo un priista connotado, ya no está para que lleguen hijos de viejos priistas sin carrera.

Pero todo Plan A tiene su Plan B.

Es probable que, por prelación, el Secretario de Organización —el Doctor Anonimus— suba por unos días a la Secretaría General.

Pero, como hoy están en la etapa de los consensos, el verdadero secretario general habrá de nacer próximamente.

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