La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam 

Los lugares comunes me provocan agruras.

Llamar tsunami electoral a la elección del 1de julio fue una genialidad del primero que lo hizo.

Los que lo siguieron pregonando lo volvieron lugar común.

García Márquez escribió una novela menor y la llamó “El general en su laberinto”.

Hoy se usa para evidenciar la soledad de un personaje público.

Después del 1 de julio he leído una docena de columnas periodísticas con este nombre:

“El presidente en su laberinto”.

(El título más parafraseado del colombiano es “Crónica de una muerte anunciada”. Sus variaciones van desde “Crónica de una derrota anunciada” hasta “Crónica de un fraude anunciado”. Eso sí: nunca he leído algo que se llame “Crónica de un brasier anunciado”).

AMLO y Peña se reúnen con sus gabinetes en Palacio Nacional.

El editor no lo piensa dos veces y cabecea:

“Encuentro inédito”.

La “tensa calma” está presente en todos los actos incómodos y ahí suele haber un “mudo testigo”.

Si hay un incendio éste suele ser dantesco, aunque el tunde teclas crea que la Divina Comedia es una novela.

¿Qué sería del periodismo mexicano sin los lugares comunes?

Sencillo: no existiría.

O sí, pero sería lo más parecido a un boletín de prensa.

El País de Elba Esther

Salió la Maestra de la cárcel.

Javier Duarte está por hacer lo mismo.

Un vendedor de Bimbo fue descubierto robándose tres Choco Roles.

Otro más metió en sus ropas un Gansito Marinela.

Lázaro Cárdenas Batel, próximo coordinador de asesores de AMLO, es dueño de los mejores fraccionamientos —los más caros— de Morelia, Michoacán.

La discusión sobre el nuevo aeropuerto continúa.

Es lo que hay.

Aquí nos tocó nacer.

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