La Quinta Columna 
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam 

Rosario Robles vive en el hígado de un huracán desde sus tiempos de Jefa de Gobierno de la ciudad de México.

En ese pequeño periodo que le tocó cubrir la ausencia de Cuauhtémoc Cárdenas, su protector, fue acusada de alimentar obscenamente un “cochinito“.

Luego, como dirigente nacional del PRD, vino el escándalo Ahumada: un enredo del tipo de Madame Bovary cruzado con una novela de terror.

Un apellido apareció entre otros tantos apellidos durante ese affaire: Zebadúa.

Primero José Ramón y luego Emilio.

Este último, faltaba más, una de las debilidades de la maestra Elba Esther Gordillo.

En La Estafa Maestra -de Nayeli Roldán, Miriam Castillo y Manuel Ureste- hay pruebas irrefutables de éstas y otras irregularidades.

Estamos en 2004, y el presupuesto del PRD de Rosario Robles ascendía a 503 millones de pesos.

Poca cosa frente al adeudo monumental con Televisa, Televisión Azteca y Canal 40: 645 millones de pesos.

Carlos Payán, a la sazón miembro del Órgano Central de Fiscalización, denunció en su informe que la dirigencia nacional había contratado “empresas fantasmas“ —¿le suena al hipócrita lector?— y había generado pagos excesivos en publicidad.

A todo eso le llamó “un desorden descomunal“.

El operador de este cochinero fue José Ramón Zebadúa: coordinador general de Administración y Finanzas del PRD.

Nadie supo a dónde fue a parar el dinero —¿le sigue sonando al lector?—, pero todo mundo se enteró de que el partido terminó endeudadísimo.

Cuando menos cuatro empresas promovieron juicios ejecutivos mercantiles por un total de más de 20 millones de pesos.

¿Qué tenían en común esas empresas?

Que los domicilios fiscales de las cuatro estaban en Oaxaca y que todas —aunque le vendieron al PRD carteles, plumas, dípticos y volantes— “en realidad se dedicaban a la construcción e ingeniería en general“.

A un Zebadúa le siguió otro Zebadúa: Emilio: pareja sentimental de la periodista Carmen Aristegui en una época.

En ese mismo 2004, y siempre al decir de la investigación publicada en La Estafa Maestra, Rosario Robles “ayudó a Carlos Ahumada a conseguir fondos para las empresas de Grupo Quart, para lo que pidió prestados 2 millones de dólares a Elba Esther Gordillo, que entonces era secretaria general del PRI. (…) La cita la consiguió Emilio Zebadúa. (…) El préstamo, explicó Robles, era para solventar deudas en las empresas de Ahumada, ni siquiera para el partido. (…) Tras su renuncia al PRD, Gordillo apoyó a Rosario. Decía que la entendía porque no era culpable de sus sentimientos, no debían lincharla por haberse enamorado de un hombre que la trataba como reina. (…) Aunque Rosario firmó un pagaré, nunca devolvió el dinero del préstamo. Se sabe, también, que cuando Gordillo fue encarcelada en 2013, recurrió a Zebadúa y a Robles para recuperar el dinero, pero ambos ignoraron sus llamadas“.

Emilio Zebadúa creció en el afecto y la confianza de Robles durante el sexenio de Enrique Peña Nieto.

En los dos encargos que tuvo como secretaria de Estado —Sedeso y SEDAT—, éste ocupó la poderosa Oficialía Mayor.

En septiembre de 2017, antes de que el reportaje sobre La Estafa Mayor fuera publicado en Animal Político, Robles y Zebadúa se reunieron con Daniel Moreno, director de Animal Político, y Salvador Camarena, director de investigación periodística de Mexicanos contra la Corrupción.

“-Yo no firmé nada —dijo tajante la secretaria.

“-No decimos eso —replicaron los periodistas—. Se trata de un desvío en su administración“.

En el libro, los autores refieren que Rosario Robles estuvo muy molesta a lo largo de la reunión.

Todo esto sería anecdótico de no ser porque este fin de semana Andrés Manuel López obrador dijo que la señora Robles es sólo un “chivo expiatorio“ y que los verdaderos culpables del saqueo de este país eran los Jefes de Jefes.

Quien mejor ha definido esta exoneración es Jesús Silva Herzog Márquez.

Vea el lector:

“El Presidente electo parece no percatarse que las denuncias se fundamentan en reportes oficiales de la Auditoría Superior de la Federación y que, con su declaración, obstruye a las propias dependencias a su cargo. Habrá que acostumbrarse, es cierto, a un Presidente dispuesto a la polémica. No me preocupa que discrepe públicamente de sus críticos. Pero, ¿queremos un Presidente que siga estigmatizando a las instituciones constitucionales que mantienen autonomía y que realizan un trabajo profesional? No creo que sea saludable para la democracia ni útil a su gobierno“.

En Aristegui Noticias, Sergio Aguayo fue tajante al decir que de un plumazo López Obrador hace a un lado a la prensa mexicana que contribuyó a la transición y que, en consecuencia, se apropia absolutamente de un triunfo que es de muchos.

 

Nota Bene

Tenía toda la intención de responderle en mi columna del miércoles a Juan Manuel Mecinas, pero inconvenientes de última hora lo evitaron.

Ya responderé mañana.    

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