(Tercera parte)

¿…eres o no eres…seré o no seré…?

Arreola

Por: Aldo Báez 

Saber lo que Eros juro a Jano es un poco lo que la literatura de Arreola ofrece a sus lectores. Un universo inagotable de posibilidades amorosas, quizá sin pasado ni porvenir, es decir, infinito pensando más en la azarosa condición de alguna vieja moneda que en san Agustín. Sin recordar al legendario rey de Lacio ni los favores que le concedió Saturno. Ni, por supuesto, repararía en aquella anodina muchacha de Rodolfo Usigli. La erudición en Palíndroma o Varia invención, por tomar sólo algunos ejemplos, es aprender a caminar por laberintos sin guía para viajero o describir la mecánica anímica que condujo al alquimista Jehan Brodel a construir “La botella de Klein”, como señales específicas pueden acudir a las obras del Bosco o probar intentando tomar de una botella al revés.

El erotismo de Arreola, lejos de la convencionalidad, acaricia una amorosa imposibilidad, donde más que la desenfrenada misoginia, piensa en la seducción de tomar en sus brazos a la mujer amada y extenderla con un rodillo sobre la cama, después de amasarla perfectamente con besos y caricias, y de un rudimentario manual amatorio, llega el momento supremo para apretarle el pescuezo. Su desprecio por la mujer es sublime y voluptuoso, es una representación artística donde Arreola no concibe como ese ser celestial puede arrojarlo sin piedad a la más terrible soledad.

El Eros de Arreola está salpicado por los vuelos de san Agustín, el santo de las exploraciones estéticas del alma en sus relaciones divinas. En “La vida privada”,

Por esa vía se puede adivinar que el estilo de Arreola está definido, puede incluso objetarse, no por ello dejar de admirar la capacidad imaginativa depositada en sus textos. El lirismo está presente en su obra sin que evite su terrible “Balada” donde se deja sin piedad caer en el garlito.

Teatro, diarios, variaciones sintácticas, relatos, homenajes, investigaciones cuasi científicas como “El himen en México”, recetas, baladas, disyuntivas, o simples historias de sueños. Desde la narración tipo realista del “Cuervero”, hasta un cuento de horror en dieciséis palabras: La mujer que yo amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de las apariciones. La extensión en Arreola está subordinada la necesariedad y precisión de las palabras suficientes para expresarla, a manera concluyente o sumida en una infinidad de elementos lúdicos y simbólicos extraídos de la obra de donde provienen las ideas  o los orígenes del texto. Es claro que para Arreola predomina el gusto por lo lúdico antes que por lo erudito. La sorna antes que la demostración. La fantasía por encima de lo falso. La ironía con fundamentos históricos inobjetables o los mensajes que de manera curiosa arrancó de lienzos o del rincón de su cochera: él amaba su bicicleta.

Algunos han criticado lo desigual de su obra y tienen razón. No como Leñero que afirma que dejó a Arreola cuando regresó a Rulfo, (o los comentarios “rescatados” por el malévolo José de la Colina sobre ciertos comentarios de Rulfo sobre Arreola) porque implica la ausencia de su sensibilidad entre otras cosas típicas en él o el despecho que produjo en algunos por sus obras de teatro, por no entender con claridad su propuesta sin reparar en que Arreola es un eterno explorador de posibilidades antes que de propuestas. Tal vez, por eso su costumbre de dirigirse a su lector de forma cínica y descarada. Quizá, pensaba que si no lo entendían, podría sonar la Tercera llamada o empezaba sin nosotros. El público sólo le interesaba como el único capaz de comprender su obra –a la manera kafkiana—la puerta sólo está abierta por nosotros, por nadie más. Aunque es probable que hayamos tomado la ballena equivocada y ese no es problema del creador.

Sus personajes son nuestras imágenes sobre un cristal roto, desde “Hizo bien mientras vivió” hasta su última línea Arreola pensaba que era un muñeco roto, la realidad es que lo que se halla quebrado es el alma de todos nosotros. Por eso producía irritación, nos descubría y describía, simples y mortales: sus personajes tienen mayor ánimo.

Su personalidad expuesta en el proscenio francés sedujo y admiró; en la televisión mexicana conmocionó con su aparición en programas deportivos. Su figura de dandy perdía entre el tiempo sus galanuras y lucidez. La poeticidad que él intenta impregnarle a los deportes, lejos de otra cosa, provocaron la hilaridad de los profundos comentaristas y democrática audiencia. Tal vez, Arreola se rodeó de estos con un proyecto futuro de un Bestiario más descarnando, más biológico. El manual de zoología fantástica de Borges, el Bestiario de Cortázar, o el Bestiario que crearon, como casi todos los libros póstumos, de Kafka, respiran en la obra homónima de Arreola, los altos vuelos del retrato psicológico-analógico de todos los hombres y sus insignificantes semejanzas con el reino –que aún creemos está a nuestro servicio. De la misma manera, podría incluir a aquella saltimbanqui con fijaciones infantiles, Tatiana al natural, como anexo de su obra. La bestial actriz con una supuesta belleza física podría cantar su triunfo sobre la belleza ¿espiritual? del escritor. La verdad sobre la aparición de Arreola en televisión, debiera avergonzar, a todos los que de alguna manera nos hallamos sumidos en la preocupación cultural y literaria –- muchas veces, alejados de la realidad–, fue la alternativa menos idónea en alguien que se desvivió por las letras: la necesidad. Esa necesidad que los marxistas llamaban material.Sin embargo esas frases que para muchos resultaban ridículas, son parte de un universo lejano a nosotros los mortales. Los ciudadanos carentes de imaginación o torvos habitantes de un mundo lejano a la posibilidad de un mundo recreado por la palabra…Recuerdo la maravillosa addenda del filósofo Alejandro Rossi sobre lo que es Arreola a Televisa…

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