La Quinta Columna 
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

La decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación hizo que los mariachis callaran.

En MORENA todos guardaron un sospechoso silencio: lo mismo Yeidckol Polevnsky que José Juan Espinosa, Nancy de la Sierra y Gabriel Biestro.

Sólo Miguel Barbosa salió a hablar y a tuitear, pero su mensaje fue errático.

Lejos de celebrar el nuevo conteo de votos de la elección poblana, lamentó la decisión de los siete magistrados.

Y es que dice que no hay certeza ni claridad, una vez que los votos ya fueron manipulados.

En otras palabras: va a jugar la final con el aguador y el goleador lesionados.

Y sin agua no hay futuro.

El lunes, pues, iniciará el recuento en las Salas Regionales con sede en Toluca y Ciudad de México.

Quienes saben de esto dicen que la operación podría durar unos quince días.

Del lado de Martha Érika Alonso hay optimismo.

De hecho fueron los únicos que celebraron la decisión.

Técnicamente ya ha sido recontado un buen porcentaje debido a las diversas recursos presentados por MORENA.

Algo así como el 40 por ciento.

Y como recordará el hipócrita lector, ese ejercicio benefició a Martha Érika Alonso con nuevos votos a favor.

Por eso el mal humor de Barbosa.

Por eso el silencio de la gente de MORENA.

Por eso los gritos en el teléfono, las reclamaciones a los operadores y las mentadas de madre voladoras.

Por cierto: esta decisión es salomónica.

Y es que no habrá ni anulación ni ratificación de triunfo.

Los votos hablarán al margen de todos.

Pero esa desazón.

Ufff.

Ese maldito estado de ánimo.

Eso, sí, lo está diciendo todo.

 

 

 

Respuesta Sosegada a un Profesor Diletante

 

A Juan Manuel Mecinas le tengo aprecio y respeto.

Pese a que es abogado y profesor —graduado en algunas de las mejores universidades del mundo—, es también un buen lector de poesía.

O mejor dicho: de una poeta: Elizabeth Bishop.

Un factor seguramente influyó en esa adicción: su estancia en Boston, donde la gran poeta —tan cercana a Pound—  vivió, escribió y murió.

La Bishop siempre está presente en nuestras conversaciones, igual que otro poeta: Nicanor Parra.

A la sombra de esos mantos protectores, Mecinas y yo polemizamos siempre, sobre todo a la luz de un pacharán Zoko: esa bebida, bajo cuyo influjo, los etarras ponían coches-bombas y otras lindezas que siguen horrorizando a todos.

No es la primera vez que polemizamos.

Lo hemos hecho hasta en Twitter.

Aunque a veces en lugar de ideas nos lanzamos estiercol.

Bolas enormes de estiercol y de caca de vaca.

Hace unos días, quizás bajo el influjo de un vaso de pacharán, Mecinas escribió una columna en la que me critica algunas cosas.

Vea el hipócrita lector:

Me acusa de ser clasista y de descalificar frívolamente a los nuevos jefes del Congreso local por sus trajes Robert’s (tres por uno).

Se queja, subliminalmente, de una modesta apreciación que hice días atrás: que los nuevos diputados locales de MORENA no usan Chanel, sino Avón.

(Y, en algunos casos, sólo jabón Palmolive).

Jura, igualmente, que pasé de ser crítico de Mario Marín a “aspirante a Joan Rivers”: crítica mordaz de los famosos en el tema de sus vestimentas.

Mecinas me descalifica de entrada al llamarme “el poeta de Huauchinango”, argumento esgrimido en el pasado reciente por algunos despistados tunde teclas que consideran denigrante haber nacido en la provincia de la provincia.

Es como si yo, en un arranque clasista, descalificara a Juan Manuel llamándole “profesor tlaxcalteca”.

(Eliot nunca fue conocido como “el poeta de Misuri” ni Pound como “el poeta de Idaho”).

Además, el verdadero poeta de Huauchinango (“Cuauchinanco”, en el mundo Azteca) es Tlaltecatzin, cantor de las alegradoras y amigo personal del también poeta y rey Nezahualcóyotl).

La patria chica nunca será ofensiva, salvo para los españoles nacidos en Cholula que pasan por bilbaínos.

Moraleja: no se puede atacar de clasista a alguien recurriendo al clasismo.

Mecinas también se horroriza de la crítica que hago en mis crónicas parlamentarias acerca de los modos aldeanos de los nuevos diputados locales de MORENA.

Desde Dickens —pasando por Tom Wolfe, Truman Capote y Norman Mailer—, la crónica periodística y literaria suele detenerse en los olores, los colores y la ropa de los hombres públicos.

Entre nosotros, Novo, Ibargüengoitia y Monsiváis lo han hecho con enorme brillo.

Meter en el contexto de una crónica parlamentaria esos elementos no es, pues, clasista ni ofensivo.

Y sí sirve mucho para que los hipócritas lectores vean el bosque entero y no sólo un par de árboles.

Al igual que Mecinas, José Juan Espinosa, presidente de la Mesa Directiva del Congreso local, también se horrorizó.

Y lo hizo a través de un tuit publicado la noche del lunes:

“Muy atrevidas las calumnias y ofensas permanentes de este impreso (24 Horas Puebla)”.

(No se atrevió a escribir mi nombre, pero es obvio que se refería a mis multicitadas crónicas).

Curiosa coincidencia entre Mecinas y el Churchill de Tlancualejo.

Un punto más:

Mi súbito interés en las sesiones del Congreso poblano es que ahora, por fin, existe la posibilidad de que se den debates legislativos.

Ya hubo uno que ganó la priista Rocío García Olmedo, quien humilló y exhibió a los ojos de todos a José Juan Espinosa, además de que le hizo sacar su lado más vulgar e intolerante.

Y es que en aras de la inmediatez, éste se tragó el Reglamento Interior y el procedimiento legislativo en la sesión del lunes.

Nada de eso dice Mecinas, quien, por cierto, se subió al barco lopezobradorista con una rapidez inusitada, idéntica a la de los marinistas poblanos en los ámbitos político, periodístico y empresarial.

Concluyo con unos versos de Elizabeth Bishop que vienen a cuento sobre el virtual perdedor de este debate:

“El arte de perder no cuesta tanto irlo aprendiendo.

“(…) Practica entonces perder más, y goza el ritmo de la pérdida.

“(…) Es cosa de acostumbrarse: no, no es para tanto.”

Es cuanto, querido Juan Manuel.

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