La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam 

Mientras en Puebla el gobernador Gali y el presidente electo López Obrador fungían como testigos en la boda del poderoso César Yáñez, en una fonda de Tehuacán, ensimismado, Miguel Barbosa se tomaba un jugo de zanahoria.

A las escenas, las vuelve brutales el contraste.

En la boda fifí de la Cuarta Transformación —pagada totalmente por el padre de la novia—, destacan las sonrisas.

En la fonda de Tehuacán, se corta con los dedos la tensión.

Barbosa veía, desarticulado, cómo el recuento de la elección poblana se convertía en verdad histórica que hacía aparecer a su odiada Martha Érika Alonso como dos veces ganadora.

¿Dónde estaba Yeidckol Polevnsky para defenderlo?

(Hay quien jura haberla visto en la boda de César Yáñez, muy quitada de la pena).

Fue entonces cuando el ex candidato a la gubernatura —quien no fue invitado ni a la boda religiosa ni a la boda civil, y mucho menos a la fiesta—seguramente convocó a una rueda de prensa más —la 135 en lo que va del trimestre— para enfrentar la verdad histórica.

Lugar: Club de Periodistas.

Día: Lunes 1 de octubre.

Hora: la que usted diga, señor licenciado.

Yeidckol Polevnsky reaparece apoyando a Barbosa luego de una temporada en la que se abstuvo de hacerlo.

En efecto: doña Citlali Ibáñez—así se llama en realidad— dejó de defender misteriosamente el “triunfo” de Barbosa luego de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ordenó el recuento de los votos.

Dicen sus cercanos que lejos de celebrar el voto por voto, casilla por casilla, le reprochó a Barbosa el ejercicio.

Palabras más, palabras menos, dicen que así se lo dijo (al más puro estilo de “Lagunilla, mi barrio”):

—¿A quién chingada madre se le ocurrió pedir esa pendejada? ¿Qué no ven que es lo peor que nos puede pasar ahora? ¡El puto recuento le va a beneficiar a Martha Érika!

Del otro lado de la línea hubo justificaciones técnicas, pero también enojo.

Y es que nadie esperaba que el Tribunal impusiera esa medida.

Yeidckol-Citlali no opinó nada sobre el famoso recuento.

Y así se mantuvo varios días.

Ausente del tema.

Tuiteando sobre otra clase de asuntos.

El sábado pasado no tuvo más remedio que retuitear a Barbosa.

Y en ese contexto reapareció en el Club de Periodistas.

Desinformada.

Errática.

Molesta.

Coincidió para su mala estrella que a esa misma hora, en Cuernavaca, rindiera protesta como gobernador el futbolista Cuauhtémoc Blanco, con quien Yeidckol-Citlali se ha enfrentado en la prensa llevando la peor parte.

Con esa mala vibra, pues, empezó a hablar de las “anomalidades” (¡sic!) de la elección poblana.

A los pocos minutos quedó claro el tema de la rueda de prensa.

No se trataba de revelar con pruebas contundentes las miles de irregularidades detectadas en el recuento.

Tampoco de dar a conocer elementos que generaran una nueva narrativa.

No.

Lo que la pareja infernal de MORENA quiso hacer fue atajar la “enorme habilidad” de los operadores de Martha Érika Alonso que son “capaces de propagar todo”.

(Las comillas son cortesía de Barbosa, quien dijo textualmente eso sin el menor rubor).

Una y otra vez, el ex candidato negó que la verdad histórica del recuento —el doble triunfo de la gobernadora electa— fuera real.

Cansado, harto, con una voz apagada, yerta, insistió que no, que no se trataba de eso, que el recuento no era para recontar los votos, que el PAN mentía, que no le hicieran caso, que la narrativa era otra, la suya, la que con esa misma voz sin voz trataba, sin éxito, de sembrar.

Ufff.

Qué difícil es enfrentar una tormenta con una sombrilla deshilachada.

Por eso Barbosa fue víctima del síndrome Yeidckol-Citlali y empezó a confundir términos y conceptos.

Hablando del día de la elección, habló de la famosa camioneta volcada.

Así lo dijo:

“Entonces, verdá, una camioneta se vuelca. O volca… o vuelca. ¿Có’ se dice? Vuelca. Sí. Vuelca”.

Y más adelante, siempre al decir de Barbosa: “ellos embarazaron boletas, perdón, urnas. (…) Plancharon urnas, perdón, boletas”.

Fue entonces cuando Yeidckol-Citlali se empezó a enojar.

Y no empujó a Barbosa —como lo hizo con Claudia Rivera y José Juan Espinosa en célebre mitin— porque Dios es grande, pero de buena gana lo hubiera hecho.

A cada pregunta de los reporteros, ella y él se molestaban.

Y es que no les gustaba que las preguntas fueran sobre la narrativa panista.

Y así hasta el final.

Ya de salida, Yeidckol Polevnsky acusó a los lobistas del PAN que andan convenciendo magistrados en todos lados y dio por finalizada la rueda de prensa.

Eso sí: aprovechó para pegarle subliminalmente al nuevo gobernador de Morelos: su odiado Cuauhtémoc Blanco.

Cierro con tres citas de columnistas poblanos sobre Miguel Barbosa:

“¿Decidió (Barbosa) no asistir al enlace del hombre fuerte del presidente electo? ¿No fue incluido entre los asistentes invitados? ¿Es en realidad un actor de reparto que genera desconfianza en el cerrado círculo del futuro presidente de México? ¿Por qué se le ve cada vez más sólo en sus exposiciones mediáticas, como la del sábado mismo?”. (Fernando Maldonado).

“Barbosa Huerta no goza de las simpatías de Dulce Silva ni de su ahora esposo. (…) Y es que cómo incluir entre los invitados a quien (…) se refirió reiteradamente en forma grosera y despectiva de quien fue injustamente encarcelada (…) ‘¿Qué quiere esa ex convicta?’ o ‘¡Ni modo que le hagamos caso a la ex convicta!’, decía Miguel Barbosa, muy en su estilo, cada que alguien le recordaba que una generosa y dispuesta Dulce Silva intentaba acercarse a la campaña para ayudar a ganar. (…) Tales expresiones, obviamente, llegaron a oídos de la empresaria y por supuesto de César Yáñez –y muy probablemente a los del propio López Obrador por conducto de éste, uno de sus hombres más cercanos-”. (Arturo Luna).

“En caso de elecciones extraordinarias, Morena tendría que valorar la conveniencia de volver a nominar a Luis Miguel Barbosa Huerta que, dicho sea de paso, no es bien percibido por amplios sectores de la población”. ( Rodolfo Ruiz).

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