iris, nadadora, sin sueños, sombría:

el cielo, gris-corazón, ha de estar cerca.

Paul Celan

 

va a amanecer. hay noche aún sobre tus llagas.

ya vienen los cuchillos del día. no

te desnudes en la luz, cierra los ojos.

quédate en tu cama sangrienta.

Antonio Gamoneda

Por: Víctor Baca 

todo trascurrió en mutismo: ni los gemidos ni las banderas perturbaron la dolencia del cielo.

indigno índigo templó hasta el último risco de esperanza.

y no olvidemos que ésta solo nos la obsequian los que ya la perdieron. nada viviría sin su presencia. absenta.

los muros crecieron alimentados e infinitos; por la sangre, yertos se perdieron. Las ventanas opacas se volvieron temerosas.

todos cerraban los complacientes y comedidos ojos.

la justicia olvidó su mascada y mascarada. inmensos carromatos oscuros –casihumanos– precipitaron su caída en medio de un ángel, de una mujer joven, –y todo ángel es terrible–, de una muchacha parada frente a su historia y su virginidad perdida: los demás zapatos no eran suyos.

impasible una bandera tono ocre adornaba tardíamente.

jamás nunca más volvería el brillo a sus cabellos ni la ternura a su mirada.

ahora podíamos caminar, hacia el frente, la infancia quedaba atrapada en un charco, aún se ignora si de lluvia, de sangre o de lágrimas.

los valles de lloros crecen cada día: los bailes de oros quedaron exilados: paisajes de zapatos siempre izquierdos.

escaparon a los misterios y ronquidos de la historia.

 

“mi hermano desde el edificio tamaulipas lo presenció todo.

ahora es mudo. él no vivió nunca cuando la historia atrapó a los falsarios cenando o mirando el televisor, aún en blanco y negro.

“mi hermano no vivió nunca en esa ciudad derruida, es más, ni siquiera había nacido, pero logró verlo todo, llora y lo jura.

 

¿será porque la sangre jamás puede ser lavada y su olor es protervo y eterno?

cinco décadas robustecen o calcinan la belleza, pero son suficientes para que la mirada y la memoria se obnubilen.

la maravilla de alcanzar el otoño con los latidos de la primavera es una fantasmal fantasía, otra mitad del camino derruido.

otro ensueño de la juvenil demagogia. sólo los pájaros y algunos farsantes sostienen una malévola sonrisa.

los héroes, los verdaderos ya cayeron en desuso, tal vez, sólo reste de ellos la insinuación de que eran hermosos y liberales.

nadie calló sus palabras, porque éstas nacieron mudas y oxidadas, todo lo demás es leyenda.

 

son sueños y los sueños muchas veces parecen technicolor o pirámide de luz newtoniana. son pretexto de los dicharacheros.

todo trascurrió en octubre, a la orilla de la tarde, al centro del corazón, de los cordones sin cordialidad. todo trascurrió a la orilla de la infancia, cuando el habla todavía no nos era dado, los infantes al frente, el futuro a la borda, al carajo.

las palabras y todo concluyó esparcido debajo de los camiones recolectores de basura y esperanza.

no había fondo ni semilla, solo juventud exasperada y contraria a las noticias.

gente enamorada de las letras sueltas y las paredes.

gente que amaba a los fantasmas y a sus dolientes sombras.

sabían que lo terrible, lo más terrible, era una paloma, –a la que realmente nadie vio. Aunque ahora todos juran que era blanca. alguien aún recuerda las miles de palomas que al cielo se arrojaron.

ensangrentadas, para que los loadores y moradores y los imberbes del mundo leyeran un mensaje borrado.

una señal de los dioses que, por cierto, ha mucho que nos habían abandonado.

 

ahora, apenas recuerdo, –pues yo había nacido hacía más de tres años–, es decir, con una vida por detrás y sin habla, los balbuceos y las metamorfosis de la mirada en sueño.

también recuerdo los caminos de nonoalco, donde recogí un tenis sucio para calzarlo en donde me acomodara.

ya ni siquiera quedaban los despojos, que la historia carcome día tras día.

silencio tras silencio.

Huellas y ciudades

debajo de las huellas.

la muchacha o su evocación,

esa mujer a la que nadie tendió la mano cuando cayó en medio de la estampida.

y los jóvenes artistas y rebeldes despavoridos la miraron pero jamás volvieron sobre sus pasos.

allí quedó desolada, sin dioses, sin fuerzas y con la mirada perdida hacia el infierno.

la maldición tampoco tuvo eco, con el tiempo aquéllos jóvenes de cabelleras largas, –ahora usaban corbata– y su memoria los había abandonado.

(los criminales nunca tienen historia.)

 

el futuro, la fata morgana es una imagen perdida entre los idilios de la historia.

alas de histeria.

todo trascurrió, no pasó nada.

y los octubres empezaron a escribirse con minúscula.

los pozos se convirtieron en ojos y las miradas en arcángeles caídos en una desgracia peor que las de los ancianos de brueghel, el viejo, no el joven impostor de las agujas.

las cosas que trascurren no son propias del arte, la memoria con sus hijos caminan hacia otra parte.

el olvido y el recuerdo pelean a carne viva y destrozan los dientes a culatazos y las miradas con piedras oscuras y silentes.

desde ese día todos callaron, los padres tenían que contar a sus hijos historias inventadas.

saltaba ese día maligno e insospechado.

es más, el día se perdió, se ocultó debajo de la sombra de algunos árboles que inmóviles permanecieron ante la tragedia.

a los tiranos de urano se les olvidó quemarlas como en otros tiempos se acostumbraba.

 

desde ese día las marchas quedaron atrás y nadie tenía valor para mirar los pies o calzar zapatos nuevos.

las mujeres lloraban en silencio, no por sus hombre ni por los hijos que habían perdido, sino por aquellos que nunca nacieron.

los nonatos que cambiarían el rostro de este mundo (para mal siempre para mal).

yo apenas y recuerdo a mi padre, quemando los papeles, los recuerdos, y hasta alguna pintura sobre los mitos y las genealogías.

apenas y si lo veo murmurar con sus amigos.

palabras sueltas y mal articuladas.

rotas por el silencio y el viento fuerte.

mientras hablaban miraban de reojo a sus hijos y éstos aprendieron a no mirarlos nunca.

el eslabón quedó sumido en la miseria de los paisajes y la fantasía.

cuando ellos se reunían, nosotros los pequeños, los menos inocentes, podíamos mirar el televisor horas y horas.

¿por qué la historia no comienza por el principio?

cientos de miles de ojos son testigos de que nunca pasó nada, ninguna mujer tropezó por llevar tacones de punta.

nadie gritó.

edvard ya estaba fuera de moda, porque la moda vive de su desaparición. pero todo trascurre y –la moda– no deja títere con cabeza.

hace cincuenta años que la plaza está desierta o llena por los falsarios que huyeron como los héroes y dioses de la antigüedad y ahora quieren reclamar lo que no es suyo.

lo que nunca tuvieron.

el trozo de alma que en otro tiempo, como la paloma antediluviana, les faltó, no existió nunca.

por momentos quisiera hurtar la voz de un hombre loco y antiguo: no quisiera ser tan pródigo como el sol con sus rayos.

no quiero dar mis perlas a la estúpida masa.

en el fondo, tampoco los héroes heráldicos me colman.

todo trascurrió y la historia con una vida a cuestas.

mi vida.

nada quiere saber de más de cuarenta años.

¡dejemos a los héroes que componen su historia con la historia!

¡dejemos que los hombres miren su rostro por el televisor y amarren sus zapatos: falsarios e infinitos!.

hay días inolvidables, hay mil ojos vacíos, hay lenguas cercenadas.

en fin, todo trascurre y nada jamás hasta ahora ha existido.

¡y los fantasmas cuentan diario sus historias!

 

A Diana por la paciencia y otras cosas

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