Diario de Viaje
Por: Pablo Íñigo Argüelles / @piaa11
No importa lo que dices, sino cómo lo dices. No es lo mismo decir ‘seis’ que ‘media docena’, sobre todo cuando alguien trae a cuento el número de títulos nobiliarios que ostenta -o que ostentó su abuelo-. No es igual decir que te acabas de graduar de la maestría en línea por la Universidad de Popotla, que decir que eres maestro por la U.P.
A tus amigos les interesa mucho tu último viaje a Europa siempre y cuando hayas visitado veinte capitales. No importa si el viaje haya durado quince días, no importa si de algunas solo conociste el aeropuerto. No nos interesa cuáles, sino cuántos libros has leído; no me importa como profesor si en el ensayo escribiste pura estupidez, lo que en verdad es importante es que hayas cumplido con las 3000 palabras que he puesto en la rúbrica.
No es lo mismo decir Juanito Alcaraz que Don Juanito Alcaraz, autor de una veintena de libros, con uno próximo a ver la luz y que se encuentra ahora mismo en imprenta. No es igual decir que a mi banda de proto-rock-progresivo la fueron a ver como sesenta güeyes a decir que la concurrencia fue de un centenar de personas. No suena igual “deme cinco tacos con todo”, a “deme nomás una orden”.
Si ha llegado la hora de presentarte ante la sociedad en una magna ceremonia a la cual asistirá la crema y nata de la intelectualidad local, será muy buena idea elegir las palabras correctas para una inmejorable impresión. Será bueno tener un CV con el que dejes cuadrados a todos. Por ejemplo, si un día jalaste los cables en un concierto, es meritorio apuntar que has sido desde siempre un productor experimentado de espectáculos al aire libre. Si un día fuiste a regañadientes a hacer tu servicio social a una casa de niños huérfanos, es preciso agregar tu inclinación por la filantropía. O también podrás decir que eres un apasionado de los negocios, o mejor dicho, un entrepreneur, aunque lo que hayas aprendido del tema haya sido gracias a uno de estos foros de Facebook que te vuelven millonario en quince días.
Habrá que agregar en dicha presentación hasta los más pequeños logros, no importa si se trata de haberle regalado una paleta a la niña que te gustaba en el jardín de niños, o de haber obtenido la medalla a la puntualidad en la primaria que cursaste en la escuela que quedaba en la esquina de tu casa.
De verdad que no importa lo que uno dice, sino cómo lo dice.
Ustedes disculparán las letras tan negativas que hoy les entrego, pero es que últimamente he ido a mucho evento social y me he empapado del arte de la presentación. He aprendido que, ya seas pintor, escritor, comediante o activista, lo que en verdad importa no es cómo, sino cuánto, y si ese cuánto suena elegante, definitivamente es mucho mejor.
También he visto en estos días muchas presentaciones políticas. Estamos en la época en la que todos quieren deslumbrar a todos y decir que yo hice esto y yo hice el otro, yo soy esto y yo soy tal, vamos, estamos estrenando gobierno, y aquí es donde hace su aparición la tan necesitada inflación del lenguaje. No importa que nuestro Centro Histórico apeste a rayos, no pasa nada si la ciudad se está ahogando en inseguridad o que cada día se destruyan más casonas para hacer hoteles y terrazas, lo que importa, hoy más que nunca, es que por fin somos una Ciudad Incluyente. Lo que sea que eso signifique.
Ya veremos cómo nos va, ya veremos si fue mera parsimonia, idealismo, quedar bien con los tuiteros, o si se queda todo -como casi siempre- en hojas membretadas.
Yo, por lo mientras, seguiré contando.
***
PS
Recordatorio: Elegir siempre los vuelos con más escalas para poder decir que conozco muchos países.
