Diario de Viaje
Por: Pablo Íñigo Argüelles / @piaa11

Jackie Kennedy debe estar retorciéndose en la tumba ahora mismo. Si se entera lo que Donald Trump ha hecho, se volvería a morir dos veces, tres y las que hicieran falta. Señoras y señores, Trump ha mandado colgar un cuadro espantoso en una de las habitaciones de la Casa Blanca.

            ¿Pero por qué Jackie? ¿Qué tiene que ver en todo esto? “Pobrecita, déjala, sufrió tanto. Está muy bien donde está sin saber que al final de la historia gana Trump.” Pues sí, Jackie tiene que ver en esto por una simple y sencilla razón: tan solo en los mil días que pasó en la Casa Blanca al lado de John F. Kennedy, Jaqueline Bouvier la transformó para siempre.

Eran los tiempos de Camelot, como ella misma llamó con nostalgia a los años en que ella y Jack fueron inquilinos del 1600 de Pennsylvania Avenue; eran los tiempos en que ella, sin ningún apoyo más que el de su necedad aparentemente infundada, se dedicó fervientemente a preservar y aumentar el acervo arquitectónico, decorativo y artístico de la residencia presidencial.

Esta actividad fue duramente criticada en su momento, tildada de superficial e innecesaria. Hay cosas más importantes que remodelar la Casa Blanca; Jackie es una niña mimada y caprichosa. Mejor que saquen a los rusos de aquí. Lo cierto es que mientras su esposo se peleaba en plena Guerra Fría con sus enemigos -que vaya si no le sobraron hasta el día de su muerte- Jackie llenó la casa más famosa del mundo con sus gustos y estilo refinado.

Antes de que los Kennedy llegaran a vivir ahí en enero de 1960, el valor histórico y cultural de la Casa Blanca había sido ignorado durante décadas por los que la habitaron. No es de culpar, simplemente eran otros tiempos: muchas guerras y una que otra bomba nuclear se les atravesaron.

Pero Jackie llegó y rescató la cama en la que Lincoln había dormido, rescató los escritorios, burós y sillones en los que Wilson, Roosevelt y Hoover descansaron y pensaron el futuro al que conducirían al mundo; vació los sótanos que por años estuvieran repletos de cuadros, esculturas y vajillas empolvadas, artículos invaluables, regalos de otras culturas y de otros mundos. Nadie entendía si lo que estaba haciendo estaba movido por la improvisación o por la frivolidad.  Pero la historia la ha juzgado. No era capricho: Jackie quería rescatar pedazos de historia.

Gracias a ella, hoy la Casa Blanca tiene, entre otras colecciones, una de gran valor artístico: The Avenue in the Rain, de Childe Hassam; Sad Dunnes and Sunset, Atlantic City, de Tanner y, mi favorito de todos, The Builders, de Jacob Lawrence. Gracias a Jackie, hoy esa casa tiene piezas de diferentes movimientos e influencias artísticas, obras que rescatan el pasado y cuentan a los ignorantes que han llegado a habitarla, que Estados Unidos no apareció de la nada por obra del Ojo que todo lo ve.

Pero en balde le dedicó tanto tiempo a la Casa Blanca en tiempos de Camelot, para que Donald Trump viniera a colgar el cuadro más feo de todos los tiempos, el más kitsch: El club republicano, de Andy Thomas. Pero qué tiene que ver, él pude colgar los cuadros que quiera. No hay que ser frívolos, hay que ver lo que de verdad importa.

De acuerdo. Hay que ver lo que de verdad importa, y lo que importa aquí es que el simple hecho de mandar colgar un cuadro, dice tanto de un Presidente, de un líder. No era capricho el de Jackie, era darle valor a lo que no es suyo y respetar el pasado, algo que Trump no tiene ni tendrá.

 

Perdónalo, Jackie.

 

***

 

Gracias al espíritu noble y generoso de Jackie Kennedy, hoy Nueva York sigue teniendo una de las estaciones de trenes más bellas del mundo. Aunque no lo crean hubo un tiempo en el que consideraron la idea de desaparecerla para hacer edificios de concreto y acero en su lugar, que trajeran progreso y modernidad. Jackie fue una de las luchadoras que protestaron, desinteresadamente, por preservar el edificio beaux-arts de la Gran Central Terminal.

 

Vaya, nosotros ya podríamos aprenderle algo.

 

Seguiré contando.

***

 

PS

 

Al columnista de junto se le descompuso el filtro que embellece.

 

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