Figuraciones Mías
Por: Neftalí Coria / @neftalicoria 

La narrativa de Italo Calvino se lee con delicia y siempre que releo alguna obra del autor italiano, voy por sus páginas, como por camino conocido. Durante la lectura, tengo la sensación que no he de tropezar porque su ritmo, es de los que coinciden con el de los pasos que doy mientras leo. Hace poco llegó a mis manos la edición de un relato de Italo Calvino que no había leído. Se trata de La hormiga argentina, que ahora que se está publicando su biblioteca completa de Calvino, editan relatos por separado –claro para sacarle más jugo y dinero–, y este es uno de ellos. “La hormiga argentina” había sido publicado en 1952, junto a La nube de smog, pero yo no tenía noticias de su existencia. Y ahora que lo encontré lo leí de inmediato. Un relato que sucede en la cotidianidad que guarda siempre un contenido oscuro y la tarea de lo inusitado y terrible, va por lo cotidiano, como la sangre que circula en lo profundo.

Con la narrativa calvineana –decía–, me sucede que al paso que avanzo en la lectura, su detallada artillería narrativa, con la que se muestra el paisaje interno y externo del relato, me hace creer que la mirada de Calvino, siempre alcanza a ver, lo que con exactitud el relato necesita para que este contenga lo necesario ¿Y qué es lo necesario en un relato?, me pregunto, ¿Cómo saber lo que debe narrarse y lo que no? ¿Cómo saber que las cosas que asombraron al autor, van a asombrar al lector que sólo tiene las palabras al frente? Por principio, el destino de los relatos también actúa con su maquinaria sutil. Hay misterio en lo que se escribe y si ese misterio transmigra hacia el lector y creo que en esa coincidencia está la flama que alumbra la historia narrada.

Es importante saber que lo que se debe narrar, es lo que necesita el relato a simple vista, porque quien escribe, debe pensar en el relato y sus necesidades. Pero otra parte importante, es aquello que se omite y no existe en el relato. Quien lo escribe, debe tomar la decisión tajante, de que aquello no estará por ningún lado en la narración y el lector nunca se dará cuenta que pudo haber estado un elemento más en el relato leído. Pero en todo relato también hay otras presencias; las que no se nombran, pero viven permanentemente debajo de las palabras, en el silencio del relato, o en el subtexto como en lo común se le llama. Allí está lo maravilloso de un relato, en toda esa galería que “no está” dicha, pero sí se encuentra en la historia, y late, y vive sugerido, pero sumamente presente. Aquello que no se dice, pero está, aparece siempre como una presencia omnisciente en las regiones del silencio narrativo. Y es que las cosas de las que nunca se hablan y están presentes, adquieren una fuerza enigmática y poseen la facultad de diversificar su significado, tantas veces como lectores tenga el relato. Y allí está una de las claves para entender el zumo que contiene este terrible relato de Italo Calvino, que habla de cómo la naturaleza de una plaga de hormigas, somete a un pueblo y los extraños que llegan a vivir no saben el significado que tiene la presencia de estos invasores en la vida de un pueblo, que de manera disimulada, está aliado a la presencia de estas plagas, como sucede con las plagas de las ideologías y otras plagas que no son fáciles de combatir.

En el relato de Calvino, la presencia de lo terrible, está inserta en esa categoría de las cosas que están narradas en el silencio narrativo, en esa otra región en la que sólo la pericia del narrador puede lograr que suceda que el lector, lea esa región de la historia que sucede en la interpretación del silencio como una forma narrativa y que en algunos relatos, como sucede en el cuento de La hormiga argentina. Las hormigas en las casas del pueblo viven, como viven las demás cosas de la vida. Viven y los habitantes las combaten como “se combaten” las creencias y demás plagas invasoras que atenazan la vida ordinaria, ¿O debería decir que es hipócrita esa manera de combatir los males?. El narrador del relato –sin decirlo– se da cuenta que un día una hormiga se mete a la oreja de su pequeño hijo, le pica y lo hace llorar al grado de atraer a los vecinos que lo incitan para ir todos a reclamarle al hombre que institucionalmente combate a las hormigas invasoras. Y así sucede, todos comienzan una especie de caminata, pero en el camino, se van quedando el resto de los que conformaran el mitin y a la casa de aquel hombre llegan solo los padres del niño… Se entiende que las hormigas no se acabarán nunca, que en esas maneras de haber sido incitados y enseguida traicionados, está la personalidad del pueblo infestado de hormigas.

No hay remedio, piensa el narrador del relato. Y van al mar con la esposa y el niño. Y él mira el mar y su esposa nota que allí junto al mar no hay hormigas. Y el personaje que cuenta la historia, sabe que también la naturaleza, puede estar a favor de los grandes males de la sociedad, que nada puede hacerse si nadie se une, sin nadie toma conciencia y comprende las cosas del mundo.

Y yo pienso que Calvino muestra de una forma extraordinaria, la conducta de la sociedad que por sí misma, no busca hacer girar la rueda de la revolución y ninguna otra rueda, que no busca cambiar ni ser mejores que ayer. Y así lo entiende ese hombre que ha de vivir en ese pueblo infestado de hormigas con su esposa y su hijo. No hay más.

Gran relato el de Italo Calvino y así lo he interpretado yo.

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