La Entrega

Por: Adrián Ruíz  / [email protected]

 

La violencia que vive el país y alcanzó a Puebla exige mandos policiacos capaces e incorruptibles, por lo que la designación de María de Lourdes Rosales Martínez como secretaria de Seguridad Pública y Tránsito Municipal tiene una lectura opuesta.

El nombramiento de la presidenta municipal de Puebla, Claudia Rivera, fue desconcertante aunque no sorpresivo. La mano del ex titular Manuel Alonso y un poderoso padrino se impusieron.

La flamante secretaria conoce el manejo de los policías desde hace más de dos sexenios. La huella que dejó en las desaparecidas oficinas del Consejo Estatal de Seguridad Pública de la 31 Poniente aún no se borran.

Tampoco la lucrativa permanencia como directora del C4, donde obtuvo provecho de la Academia de Policía y también tuvo bajo su mando a la hija de Manuel Alonso.

Los menos sorprendidos del arribo a la dependencia fueron los actuales policías municipales –lo supieron hace semanas–. También sabían que serían sustituidos de sus cargos, aunque será poco a poco.

Algunos permanecerán en la corporación quienes acepten sin preguntar el aumento de cuotas por laborar en patrullas, motocicletas y cruceros importantes.

Las credenciales de Rosales Ramírez son contrarias a lo pregonado por los gobernantes de Morena, sobre todo del presidente electo Andrés Manuel López Obrador.

La delincuencia creciente en la capital poblana y el estado en general requiere algo extraordinario para la protección de los ciudadanos.

Se necesita de alguien con mentalidad diferente. Gente que no tenga como prioridad llevar agua a su molino.

¿La presidenta Claudia Rivera estará enterada en manos de quién puso la seguridad de los que la llevaron al triunfo en las elecciones?

Sólo como preámbulo, habrá que decirle que la señora Rosales, como directora del Centro de Control de Evaluación y Confianza del CESP se hizo de la vista gorda de la desaparición de bienes materiales reportados como robados.

Los hurtos ocurrieron de manera extraña. De las oficinas a su cargo desaparecieron siete computadoras portátiles sin que las chapas de las puertas de acceso sufrieran daño alguno.

En la entonces PGJ se levantó la constancia de hechos, misma que fue archivada. De las máquinas nadie supo nada. Unos días después en otro acto de magia, durante las visitas a los domicilios particulares de los policías en uno de los trayectos desapareció un vehículo oficial, un Nissan Tsuru.

Otra joya reciente en su haber fue la adjudicación –sin licitar– del comedor de la Academia de Policía, por encima del secretario del CESP.

La seguridad que le ocupa a Rosales Martínez es la de las instalaciones de su propiedad del Colegio de Tlaxcala AC.

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