Letras al Vuelo
Por: Aldo Báez

 

(Parte 1)

Nacidos de una tormenta de desorden
Nómadas del tiempo que no corre
En un vacío sin límite
Surcando la tormenta

  1. Elias

 

Advertencia

Podríamos empezar con un mea culpa, cuando me comentaron que con motivo de su Centenario, se abriría un certamen para realizar un acercamiento biográfico a Gastón García Cantú y Ernesto de la Torre Villar, dos indudables baluartes no solo de la cultura intelectual de Puebla sino en realidad lo son ambos de la cultura nacional, por no decir internacional, con el plus de haber nacido en estas tierras. Por un momento pensé que mi conocimiento de ambos era bueno, pero en efecto mi inclinación por el hombre (que hasta hace algunos años no sabía era oriundo de la sierra poblana, puesto que lo había conocido en la ciudad de México hace más de treinta años y nunca fue motivo de nuestras charlas –charla es un decir, en realidad la nuestra fue una relación de preguntas breves y temerosas, a cambio de verdaderas disertaciones con un sabio sobre los Cronistas). Ahora confieso que mi conocimiento sobre el maestro originario de Tlatlauquitepec, no era tal, y mucho menos cuando descubrí su bibliografía y debo confesar que solo conocía algunas de sus obras y con pena les confieso que muchas otras que conocía ni imaginaba el papel que don Ernesto había tenido, el maravilloso Theatro Angelopolitano de Diego Antonio Bermúdez de Castro, que lo edita, introduce y anota es prueba de ello, por no hablar de Defensa y elogio del libro de Juan Bautista o las Obras de José Fernando Ramírez. Asimismo sus trabajos sobre Palafox o al Biblioteca Palafoxiana, que yo lo reducía a un libro y un  par de ensayo,  y después me entero de varios ensayos sobre el religioso y el inmueble, muchos de los cuales por más que los busqué fue imposible hacerme de ellos. Asimismo, su libro sobre La educación en Puebla, que además de varios ensayos sobre el tema tiene (por lo menos tres libros al respecto), y podría exhibirme más aún, pero sería ocioso: conclusión conocer una par de decenas de los trabajos de Ernesto de la Torre sólo se demuestra que eres un neófito.

Después de muchos años, en 2008 para ser precisos ya radicando en Puebla me enteré que la Secretaria de Cultura y la Facultad de Filosofía de la Buap le harían un homenaje en la Biblioteca Palafoxiana y sabía que por nada me lo perdería, volver a ver a ese hombre que considero, de lo más cercanos a la figura del hombre sabio, del hombre que no tenía necesidad de mostrar lo que sabía y que su principio de respetar a los demás y sobre todo de vivir en la humildad, que solo nos mostraba la verdadera grandeza. Por cierto, en ese homenaje, después de que lo presentó un directivo de la Buap –un hombre parecido a un vikingo, a quien le solicitó con mucha discreción no usara tanto Wikipedia, porque le atribuía muchas cosas que ni él sabía. (Huelga decir que el presentador leyó la nota de Wikipedia casi completa, por no decir que no escribió nada).

Meses después moría y escribí el In memoriam que sirvió de base para este ensayo, y como homenaje decidí usar lo menos que pudiera, sin soslayar que no tenía ni tempo para buscar sus libros y además en atención de alguna clase donde reclamó la idea de la supresión de la memoria dentro del sistema educativo y la obligación de que teníamos que ejercitar la memoria, arriesgué en este trabajo realizar un ensayo de memoria hasta donde se pudo, además de volver hacia las enseñanzas del Señor de la Montaña que sostenía la relación personal, el conocimiento e interés con el tema a ensayar eran vitales.

Por último, recuerdo que cuando conocí a don Ernesto, a través de una historiadora amiga que supervisaba mi investigación sobre Los cronistas del siglo xvi y xvii que realizaba para la dirección de literatura del Inba, y ese día yo llevaba mi libro sobre Los cronistas de Ramón Iglesia, y creo que eso le gustó, pues se trataba de su maestro y que junto con Silvio Zavala y el padre Ángel María Garibay K., fueron fundamentales en su pasión por la historia y a quienes consideraba como los sabios de nuestra historia, además de la admiración y el agradecimiento a Don Daniel Cosío Villegas, por su ingreso al Colegio de México.

De ahí que el carácter fragmentario del ensayo, espero nos permita comprender la dimensión que el gran especialista de la biografía, entre otras cosas, así como la importancia que reviste para el estudio y meta de la historia.

Él sabía que aunque se tuvieran excelentes materiales sin los debidos conocimientos, dedicación y escritura clara, podía no cumplirse la meta de la historia, su profunda admiración por Michelet, debido a su cuidada y hermosa prosa, siempre la pensó como una de sus aspiraciones, que por cierto, no desmereció. Considero que al privilegiar la escritura de la historia, es que su obra podría plantarse no solo como el espejo de nuestra alma a través de los años, sino como la intención de que los trabajos históricos comprometan el sentido literario de la obra, de ahí se me ocurrió buscar algunos nexos con Arreola pretextando su centenario y también su filiación religiosa. Tal vez pensando en Braudel, al plantear la historia al igual que la vida misma, como una especie de espectáculo fugaz, móvil, con de problemas entramados y mezclados, sucesivamente, y que puede plantear multitud de aspectos diversos y contradictorios. En pocas palabras, el maestro nos puso en el predicamento que siendo un hombre genial siempre procuró que lo viéramos como un simple hombre. Como don Ernesto. Simplemente así.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *