Letras al Vuelo
Por: Aldo Báez

Pequeña esquela sobre don Fernando del Paso… (1935-2018)

Hace más de treinta años un amigo de la facultad con el que compartía el gusto por los libros, sobre todo los que no encargaban los profesores. Circa 1986.  Había muerto Borges. Corría junio y el año lo habíamos iniciado sin Rulfo. German Castro y su servidor discutamos (para variar) sobre el futuro del mundo. ¿Cuál es la mejor novela que se ha escrito ven México si quitamos Pedro Paramo? Preguntó de bote pronto. Por mi cabeza solo pasaba el nombre de Carlos Fuentes, escritor preferido de mi amigo. No sé… tengo dudas. Palinuro de México dijo Germán con la certeza  y seguridad que lo caracterizaba. No la conozco ¿de quién es? Fernando del Paso y tienes que leerla.

Un país de pocas novelas pensé (y ya pasaron casi 40 años). En las librerías (ni en las de libros de ocasión) lo conocían, pero en Gandhi la conseguí a menor precio la edición de Joaquín Mortiz (no re etiquetaban en ese entonces los libros),  hermosa por cierto, pero no tanto como la que tenía mi amigo en Alfaguara.

Mirar las casi 700 páginas de un libro del que dirán de su héroe, —según su propio autor—, “que su vida fue una obsesión constante con la muerte y con las palabras, con el sexo, con la cultura, con la fama”, era un poco algo no tan cotidiano en las novelas mexicanas (hasta la fecha, con excepciones, pocas por cierto), tal vez en esos años solo Terranostra de Fuentes, que en esos años no había leído. Para los nuevos lectores de aquellos años, el Palinuro/narrador tal vez solo lo podríamos pensar en términos de Joyce, la Estefanía o el maravilloso tío habría  nuevos caminos en nuestras letras. Desde la medicina y el lenguaje, hasta la muerte de Palinuro, la noche del 2 de octubre de 1968, hasta la fecha, 50 años después en que sabemos que ahora sin Palinuro, ¿quién conducirá la nave?… ¿Quién al timón del destino?

Leerla era un reto que muy pronto cambio mi idea, no solo de ese escritor desconocido para mí sino de toda la literatura mexicana que podría tener en lo sucesivo frente a mí. Me quedaba claro por esos años, que no todo era Fuentes, Agustín o Spota. Me quedaba claro que había propuestas modernas, más allá de la novela de la revolución, y que había alguien capaz de darle cuerpo a nuestras letras, más allá de Rulfo y Paz. Fernando del Paso había aparecido para marcar los derroteros de la narrativa mexicana.

Después de leer Palinuro, de ver que alguien incorporaba el humor  de manera natural, que mostraba destreza al describir innovando estrategias y técnicas narrativas, después de saber de un escritor que era capaz de construir novelas en las que invertía por lo menos diez años para su realización, por lo que su escritura era madura y sólida fue la carta de Del Paso.

En 1966, al parecer después de un poemario, publica José Trigo, una novela tal vez más elaborada, en cuanto al lenguaje que por momentos se piensa hasta barroca y complicada, gran estructura para una historia sencilla:  el movimiento ferrocarrilero. Pero el verdadero  motor de la novela es el lenguaje, la maravilla del lenguaje.

Su íncipit…

“¿José Trigo?

Era.

Era un hombre.

Era un hombre de cabello encarrujado y entrecano. Tenía cuántos años. Treinta y cinco, cincuenta. Cincuenta y cuatro trenes salen todos los días de la vieja estación de Buenavista y yo los cuento como cuento sus años”.

La maravilla. El lenguaje es la piedra angular de la literatura y Fernando del Paso no hará otra cosa, aunque confieso que después de Noticias del Imperio, novela histórica poética, reflejo de una profunda investigación y participe de la reconstrucción imaginativa y moral de nuestra historia en un periodo vital de nuestra historia.  Juárez visto de otra manera… como humano.

Importante para conocer a Fernando del Paso y su personalidad literaria es leer la biografía de Juan José Arreola dictada a del Paso por el propio autor de La feria y publicada así, por eso no cabe duda que la vena narrativa de los jaliscienses desde Rulfo, Arreola o Yáñez, hasta Lomelí o los poetas, es real y muy sólida, en donde el autor de Noticias del imperio es pieza fundamental, noble alumno, impresionante maestro…

Cuando la fama y los premios, lo alcanzaron, cuando volvió a México después de muchos años de  errancia (como decía García Ponce) por Inglaterra y Francia, o cuando publica, ensayos, o más novelas, o dibujos y hasta poesía, hubo algo en él que no me agrado del todo.

Desde su primera novela José Trigo en 1966 ganó el Villaurrutia, después el Rómulo Gallegos, el Premio Nacional de letras en 1991, el Alfonso Reyes, hasta que en 2015 el que llaman el Nobel en español, el premio Cervantes. Tuvo todo: Colegio Nacional y Academia de la lengua, pero sobre todo se ganó el respeto y amor de muchos de los escritores jóvenes que se acercaron a él, a pesar de una fama de malhumorado…

Ahora estamos sin don Fernando, o debemos decir ¿sin Palinuro?

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