A MAM con la amistad y la diferencia…

..que es preferible fatigar la historia

cumplir con el deber, vivir honrado

y reputar la muerte por victoria-

Manuel José Othón

Por:  Aldo Báez

Pensar en Revueltas es pensar la esencia de la polémica entre la acción política y la obra artística, la polémica del hombre que sabía, como a principios de siglo, escribió Othón en recuerdo de un amigo caído- que: es preferible fatigar la historia. Revueltas no sólo fatigó a la historia, la fustigó, la maltrató, la convirtió en algo real y sensible a la materia de su vida y de su obra. En su opera prima Los muros de agua (1942) nos muestra cómo se apropia de ella, cuando escribe que “el paisaje era ahí mismo dentro del pecho de cada hombre y dentro de la historia”. La historia –que nunca ha sido sumisa- le devolvió de la misma manera, los reveses necesarios a ese hombre nacido en Durango (1914) y perteneciente a una de las familias de mayor talento artístico que nuestro país posee. La música, la danza, la plástica, las letras en el hogar de los Revueltas convivió y sentó a los hermanos a la misma mesa de las musas.

Cumplir con el deber en José Revueltas era signo de la convicción. Pero la convicción se halla reñida con la libertad, puesto que la primera es juzgada por otros, te hace convicto; la segunda es el ejercicio real de vivir conforme a uno mismo, te hace liberto. La política como un espacio donde ambas interactúan sólo nos entrega un fragmento de libertad, lo demás está después de las ilusiones. Revueltas decía en su “Esquema ideológico sobre las cuestiones del arte y la libertad” (1972), que “el arte, pues, en tanto arte, sólo puede perdurar a través de una determinación humana superior a las de las relaciones inmediatas de la realidad social y política en la que se desenvuelve. Esa determinación humana no es otra que la libertad”.

Desde la tradición más ofuscadamente platónica, la política ha tenido serios problemas con la imaginación, la libertad de ella; en efecto, Platón desconocía –como desconocen los presuntos políticos de la modernidad- que ello es falso. La imaginación de un hombre llena de creatividad su relación con el mundo y el autor de El apando y algunos paisajes y retratos –en ocasiones excesivamente reales de nuestra sociedad-, no sólo descorrió de los finos velos que unen y sensibilizan a nuestra naturaleza artística y política sino que hizo más por nosotros –por él mismo-, nos demostró que la vida política sólo afecta algunas situaciones incomprendidas al hombre, nunca a la obra. La obra puede ser mala o buena, pero nunca pretende hacer daño a la parte más sensible de la naturaleza: al hombre.

La política está después de las ilusiones dijo un pensador del siglo veinte, Revueltas lo subvirtió, y extrajo ilusiones aun antes de la política: vivió atravesado por ambas. Desde su afiliación al partido comunista a los catorce años y su encarcelación en las Islas Marías antes de los veinte acusado de conspiración –delito tradicional entre los opositores al régimen imperante-, hasta su estancia en Lecumberri –ahora por sedición y amotinamiento- durante el movimiento de 1968, Revueltas mostró que su ideal no era un capricho ideológico, sino una forma de vida. La política es una forma de vida, nunca otra cosa. Desde la desnudez de ella en Los muros de agua (1940) hasta su sentido oculto para muchos en El apando (1969), desde los comunistas más irritantes hasta los drogadictos más perversos, Revueltas confronta la verdadera concepción de la política, vaciando en su narrativa toda la interioridad del ser humano en sus personajes. Participándoles de todo su sentido humano. Octavio Paz en su crítica a El luto humano (Sur, 1943), afirma que en la obra del joven Revueltas encontramos al primer escritor que “intenta crear entre nosotros una obra profunda, lejos del costumbrismo, la superficialidad y la barata psicología reinante”, es decir, el carácter ético político y simbólico de la naturaleza humana que Revueltas depositó en su narrativa, es un caso casi único, tal vez con excepción de Rulfo, en la historia de nuestras letras

Desde la concepción dialéctica las acciones de sus personajes, sus vicios, sus deseos, sus caídas y errores, su naturaleza humana, no son sino el rostro de la política. La novela como modo de expresión y denuncia de nuestra enajenación es en Revueltas necesaria, pues ve en ella, como propusiera en su Teoría de la novela Lukács, “una forma de la aventura, del valor propio de la interioridad; su contenido es la historia del alma  que parte para conocerse, que busca la aventura para ser probada en ellas, para hallar, sosteniéndose en ellas su propia esencialidad”.

Su honradez ante sí mismo y ante sus ideas provocó los más enconados ataques, sobre todo de aquellos que pensaban como él, pero que en efecto, no reconocían aquello que jamás faltó ni a la palabra ni al acto del escritor revolucionario más digno con que cuenta nuestra tradición. Su honradez como artista le atrajo más que la simpatía de sus correligionarios, una colección de pugnas que en su momento lo obligaron a separarse del partido (partido comunista en la clandestinidad), o tener que abjurar de sus novelas como Los días terrenales o, más aún, perder la amistad de algún amigo, como aconteció con Pablo Neruda.

Los días terrenales como hubiera, según su propio dicho, gustado de denominar a toda su obra literaria –a toda su obra excepto sus cuentos- aunque sólo lo hizo con una de sus novelas –que, por cierto, es de lo más representativo de su narrativa. Sin embargo, no era una idea alejada de la representación de ella en su conjunto. Ni los editores de su obra completa decidieron cumplir esa voluntad del escritor, y se contentaron con llamarla Obras completas y mandar la petición como epígrafe. (Era)

Los días terrenales coincide en muchos sentidos, con la idea del mundo que Revueltas prendió y aprendió. José Revueltas conoce el valor de habitar la tierra, la oportunidad de ser terrenales, estar en la tierra: el propio dios está en ella: todos estamos allí. Solo en la tierra existe la posibilidad de vivir, de sufrir, de crear. Solo la tierra como lugar nos permite perfilar la utopía. El no-lugar, el lugar que no es, le permite al hombre político conciliar el universo artístico y el político. El arte debe nacer de la tierra pues ese es el lugar del hombre. ¿Será gratuito que él se pensara como el hijo del hombre? O en cambio, es la gran enunciación de su concepción de vida que germina y se corrompe dentro del hombre mismo. El hombre construye o inventa todo, pero siempre atado y de pie sobre la tierra. Por momentos, hace pensar en aquélla metáfora de Agnes Heller, que pudiera ser sintética de la obra de Revueltas: Cristo como el Dios de la tierra en contraposición, a la idea abstracta y universal de él.

La tierra es la realidad que Revueltas aborda, es la realidad literaria y no simplemente un reflejo inmediato de la realidad misma. Revueltas devela el sentido de lo real como una totalidad desde donde surge esa fantasía que cala más hondo que la propia realidad. Sin embargo, él piensa que ésta “debe ser ordenada, discriminada, armonizada dentro de una composición sometida a determinados requisitos”, requisitos en efecto que se descubren en el lado moridor de la misma realidad (externa que posee un movimiento interno, dialéctica conforme a leyes) es la realidad de la tierra, de las letras.

Entender la función de la tierra en Revueltas nos ayuda a contemplar al hombre, a Dios o al político: todos están finalmente en la tierra. Todos duermen en la tierra. En ella acontece todo.

Todos los personajes de Revueltas son terrestres, los héroes sufren, aman y se equivocan, son como aquél que Lérmontov llamó, el héroe de nuestro tiempo. Un héroe con vicios y defectos y por momentos ninguna virtud.  Sus héroes son presidiarios, mujeres y hombres que esconden acciones viles detrás de sus historias –pero todos tienen historias o actos representativos de esa historia- es como si Revueltas comprendiera que a muchas historias les basta un acto, un capítulo, un detalle para encarnar la vida, no sólo de sus personajes sino de nosotros mismos. La historia de sus personajes es un trozo de vida: el trozo que los desventuró, que los desbarrancó, que los hizo falibles: el acto que los humanizó. Vicente F. Torres en la Visón global de la obra de nuestro autor (1985), comenta que ante la ausencia de anécdota en la narrativa de Revuelta, vuelca toda la energía en la interioridad de sus personajes y se concentran en tipos degradados y simbólicos.

También en las narraciones de Revueltas nace la impresión que la felicidad no sólo no existe, sino que no es motivo de la vida o por lo menos de esta vida. El luto humano, Los motivos de Caín, Valle de lágrimas. El sufrimiento, el quebranto, la lucha por la sobre vivencia. Personajes que olvidan que murió la hija o flirtean en el velorio (El luto humano) o peor aún, que ya murió la hija y la vida sigue su curso y “el periódico tiene que salir”(Los días terrenales). Personajes que delatan a la madre (El apando). Será que Revueltas sabe que todos los humanos no somos sino trozos de lepra cubierta por rostros. La realidad es terrible y el artista un simple observador que tiene que nombrar aquello que es terrible y prefiere nombrarlo justo como en la realidad no se nombra. En ese, sentido podemos pensar que Revueltas desmitifica la naturaleza de nuestra terrible alma para exponerla a un discurso narrativo donde los motivos como el de Caín con la crudeza simbólica del asesinato o el de la prístina joven homosexual de la azotea”(Los días terrenales) o el de la adúltera, deben ser expiados. O en realidad, él miraba a la literatura con la creencia de que el autor tenía que enunciar y denunciar qué han hecho al Hijo del hombre (El cuadrante de la soledad), o como dijo en alguna entrevista (Mauricio de la Selva, 1956) que la misión del “escritor es ante todo, un problema de la ética y no de la estética, donde su conciencia de ser humano, su responsabilidad de ser humano lo es todo” un hecho moral.

O, tal vez Revueltas, piensa en otra antropología. Voltea la idea de que el hombre es a imagen y semejanza de Dios, pues para él, Dios es a semejanza del hombre, -es una alusión a la enunciación marxista al “hombre que hace su propia historia, del hombre que se hace así mismo”, es su creación y , en su caso, su literatura. Podríamos pensar en Tata Jesucristo de Goitia. Donde el sufrimiento ocre invade la imagen arrodillada de esas mujeres que no sabemos si están ocultando su rostro para que no se vea su dolor o lo oculta porque su rostro se ha extinguido en medio de la dolencia. O porque la oración al no ser oída no tiene respuesta o porque le niega a Dios su rostro como él niega el fin del desconsuelo. Sin embargo al frente la vela permanece prendida… Revueltas arranca al alma humana el sufrir y lo envuelve en una narración dónde la vela debe continuar encendida. Sabe que en el dolor, como en la lepra existe una conciencia inteligente y eso le conmueve, como hombre y en efecto como artista. Para Revueltas, pese a que abarca demasiadas posiciones para revelar al hombre, no existe duda que la naturaleza política de él siempre está presente. Dibuja y recrea lo que ve del hombre: su alma. El carácter y la observación –base de su narrativa-, obligan al escritor a configurarlo a través de historia que lo determina, sin que esté el conflicto moral o si la historia muestra un hombre malo o bueno. En cierta manera admite que el hombre, es como lo pensaba Unamuno: un animal enfermo, pero también lo concibe heideggerianamente como un ser para la muerte: el circulo inacabable de la vida humana, desde la del vientre materno hasta la del cosmos; la incertidumbre, la desazón, la tristeza, la desesperanza del hombre, como fruto de ese origen terr4ible de tinieblas, de ese dardo primero con que lo hirió la vida conciente, y después, esa insensata y torpe lucha, ese loco combate contra algo de que el hombre no podrá desprenderse jamás, pues lo lleva dentro de sí como su signo y su definición: la muerte. (El luto humano). La muerte en Revueltas es un estado de naturaleza, se podría pensar que incluso, casi todos sus personajes están muertos: los confinados, los militantes, los asesinos, los amantes, los conjurados, y sobre todo, los muertos y él mismo. “Porqué entonces no reconocerla, no amarla como parte que es nuestra, en lugar de engañarnos y mentirnos acerca de ella”, se pregunta y nos pregunta el narrador de El luto humano.

Pero también Revueltas piensa en el hombre pascaliano: principio que él mismo asume en esa condición de hombre fragmentado entre el arte y la militancia, entre su fe y el escepticismo: en que hombre puede ser una caña pensante. La fe también es política.

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