Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río / @beltrandelrio
El próximo domingo se cumplirá medio milenio de un hecho fundamental de la historia de México.
El 18 de noviembre de 1518 zarpó de Santiago de Cuba la flotilla al mando de Hernán Cortés, cuyos integrantes —apenas unos 600 hombres en un inicio— llevarían a cabo la conquista de los territorios que se convertirían en el Virreinato de la Nueva España.
El extremeño Hernán Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano —nacido en Medellín, actual provincia de Badajoz, en 1485— fue enviado por su padre a estudiar leyes en Salamanca, pero fracasó y se embarcó muy joven al Nuevo Mundo, movido por su espíritu de aventura y su ambición.
En 1504, a los 19 años de edad, partió a Santo Domingo, de donde su padre lo hizo traer de regreso en 1506. Sin embargo, volvió a América en 1511 para participar en la conquista de Cuba, como parte de la expedición encabezada por Diego de Velázquez.
El segoviano Velázquez, 20 años mayor que Cortés, le dio tierras y esclavos e incluso lo hizo alcalde de Santiago de Cuba, pero pronto comenzó a desconfiar de él. Temeroso de que conspiraba en su contra, Velázquez puso preso a Cortés.
En 1517, Cortés se casó con Catalina Suárez (mal llamada Catalina Xuárez), hija del encomendero Juan Suárez de Peralta, hombre allegado al gobernador Diego de Velázquez.
Esa relación pudo haber suavizado el vícnulo entre Cortés y Velázquez y quizá sea la explicación de que éste pusiera en pausa su desconfianza por aquél y lo colocara al frente de la tercera expedición que salió de Cuba para cruzar el canal de Yucatán y explorar lo que entonces se creía una isla.
La primera expedición, comandada por Francisco Hernández de Córdoba, había dado con el actual territorio mexicano por casualidad, pues una tormenta la hizo encallar en Isla Mujeres. Posteriormente, bordeó la península hasta llegar a Champotón, de donde los exploradores debieron huir tras de ser atacados por los locales.
La segunda, más exitosa, fue encabezada por Juan de Grijalva, sobrino de Velázquez, y recorrió la costa del Golfo de México hasta el norte de Veracruz. El gobernador quedó impresionado con lo descubierto por sus hombres y lo hizo notificar al rey Carlos I. Pero también estaba a disgusto de que Grijalva no hubiese sido más osado.
Por eso, Velázquez buscó otro capitán para la tercera expedición. Le recomendaron a Cortés, a quien dio una lista muy precisa de órdenes para el viaje. Y antes de que el gobernador pudiese arrepentirse de su elección, por la desconfianza que le seguía teniendo, Cortés ya había zarpado hacia otro punto de la isla, donde terminó de reclutar a sus hombres y abastecerse de alimentos y pertrechos. Tres meses después, el 18 de febrero de 1519, Hernán Cortés pondría pie en Cozumel.
Al cumplirse 500 años del inicio de la Conquista, la figura de Cortés seguramente volverá a ser motivo de polémica y debate.
Es ya tema de un nuevo libro, escrito por los historiadores Úrsula Camba y Alejandro Rosas, aparecido hace unos días en la editorial Taurus (Cara o cruz: Hernán Cortés).
El conquistador es “el gran apestado de la historia nacional y el gran olvidado de la historia hispánica”, dicen en la introducción de la obra. “En el menos peor de los casos, su memoria se encuentra en una especie de limbo en ambos continentes: ni es de aquí ni es de allá”.
A medio milenio del inicio de la Conquista de México, agregan, “mucha gente, incluso entre las nuevas generaciones, nomás no puede con Hernán Cortés ni con los españoles, ni con nada que hubiera llegado de la península Ibérica, no obstante de que el México de 2018 sólo se explica a partir del México fundado en 1521 por españoles e indígenas”.
Como muestra de lo anterior, recordemos el epíteto que lanzó la lideresa formal del próximo partido de gobierno contra el asesor del gobernador de Morelos, en medio de la primera escaramuza intestina de la ultranacionalista Cuarta Transformación: “Españolete”, le dijo.
Será interesante ver cómo en los próximos meses debaten los historiadores el papel de Cortés en la fundación de la nación mexicana.
“El excesivo nacionalismo revolucionario, más la reivindicación del mundo indígena para fines políticos, crearon una serie de mitos sobre Cortés y la Conquista desde mediados del siglo XX que ya no se sostienen de ningún modo, pero que siguen circulando en el imaginario colectivo”, escriben Camba y Rosas.
“No deja de ser surrealista que la sociedad mexicana no haya podido darle vuelta a la página de la Conquista, ni que no la entienda como parte de un proceso histórico, y siga considerando que el origen de nuestros males (la corrupción, la desidia, la facilidad para procrastinar, el agandalle y otras perlitas), sean herencia española”.