Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río / @beltrandelrio
En agosto pasado, exactamente un año después de que el huracán Harvey provocara inundaciones históricas en Texas, el gobierno de ese estado adjudicó fondos por tres mil 900 millones de dólares para comenzar la construcción de un dique marino para proteger la costa contra el oleaje.
La inversión pública forma parte de un plan de 12 mil millones de dólares para levantar una barrera a lo largo de casi cien kilómetros de la costa del Golfo de México. Ha sido controversial, pues aunque Harvey destruyó 135 mil casas en Texas, dicha barrera tendría el fin específico de proteger las cerca de 30 refinerías que existen en la zona.
También es motivo de críticas porque la industria petrolera ha sido señalada por científicos como la principal causante del aumento de las temperaturas y del nivel del mar, por efecto del cambio climático. Y porque los políticos republicanos de Texas suelen estar en la vanguardia de quienes niegan que el calentamiento global se deba a la acción del hombre.
Lo que nadie puede negar son los efectos del mar sobre la costa norte del Golfo de México. Para la investigadora Krista Jankowski, de la Universidad de Tulane, ésa es la “zona cero” del cambio climático en Estados Unidos. Cada año, el nivel del mar sube allí entre 10 y 13 milímetros.
Por si fuera poco, las aguas del Golfo de México están entre las que más rápido se han calentado en años recientes.
“Es muy probable que esa sea la razón de una mayor actividad en materia de huracanes en la región”, ha advertido el meteorólogo Jim Kossin, de la Agencia Estadunidense Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés).
Y así como el cambio climático afecta buena parte de los dos mil 800 kilómetros de costas estadunidenses del Golfo de México —particularmente, el litoral del este de Texas y Luisiana—, también afecta los 2,100 kilómetros de esa cuenca que corresponden a territorio mexicano, desde Playa Bagdad, Tamaulipas, hasta Cabo Catoche, Quintana Roo.
Un estudio realizado en 2016 por un equipo de investigadores, encabezado por Rodimiro Ramos Reyes, de Ecosur, y publicado por la Sociedad Geológica Mexicana y la Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal, encontró que “la zona costera de Tabasco y Campeche presenta muy extrema vulnerabilidad geomorfológica por inundación ante el posible ascenso del nivel del mar”.
Llama la atención que mientras las 30 refinerías instaladas en Texas están buscando que el gobierno de ese estado financie un dique de cien kilómetros de largo, a un costo de 12 mil millones de dólares (dos mil 400 millones de pesos por kilómetro), el próximo gobierno de México esté pensando construir una nueva refinería en una de las zonas más vulnerables al aumento del nivel del mar en la costa del Golfo.
Y si bien el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, ha dicho que la construcción de la refinería en el puerto de Dos Bocas, municipio de Paraíso, Tabasco, será decidido por la consulta que se realizará el próximo fin de semana, la verdad es que las obras para la construcción ya comenzaron, como le di a conocer hace unos días en este espacio (Las prisas en Dos Bocas, 9/XI/2018).
López Obrador incluso ha declarado que en el próximo Presupuesto de Egresos de la Federación habrá 50 mil millones de pesos para la refinería.
Sobra decir que el proyecto del PEF ni siquiera ha sido presentado y mucho menos ha sido aprobado. Pero, además, la refinería proyectada no cuenta con los estudios de utilidad pública, viabilidad económica e impacto ambiental, entre otros, que por ley deben realizarse antes de destinar un peso a una obra de infraestructura.
Una evaluación seria tendría que tomar en cuenta el estudio de Rodimiro Ramos Reyes et al. para saber si el lugar preciso donde se pretende construir la refinería no pone en riesgo la inversión pública de miles de millones de dólares necesaria para levantar dicha planta y si no será necesario en el futuro construir un dique como el de Texas, lo cual aumentaría el costo del proyecto.
BUSCAPIÉS
La futura secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, dijo el fin de semana que en la Guardia Nacional que quiere constituir el próximo gobierno “no estarán los militares, sino la Policía Militar, que ya trae otra formación, otro entrenamiento”. A lo mejor no se lo han informado a la exministra, pero la Policía Militar ya participa en operaciones contra el crimen organizado. Ah, y los policías militares sí son soldados, aunque a doña Olga le hayan dicho otra cosa.
