Diario de Viaje
Por: Pablo Íñigo Argüelles / @piaa11 

Seré breve: el escepticismo es como un súper poder, una defensa propia contra la vorágine que acecha.

 

Ahora, me explico:

 

Tiembla. Caen decenas de edificios, medio país se parte y todavía se escucha decir a la gente, en los lugares donde no tembló, que todo es una estrategia del PRI para distraernos de la aprobación de alguna ley; se muere Juan Gabriel, el listillo de la mesa de al lado jura que no es cierto, que fingió su muerte por deberle al fisco, lo sabe de buena fuente; una señora le compra al marchante un kilo de cerezas, le pregunta si son de hoy, ¿cómo van a ser de hoy, señora?, pero la pregunta es obligatoria, la duda no puede faltar, la suspicacia es inherente, ¿no me estará dando de menos?, no me vaya a robar este pelado; uno va al mecánico, regresa por su coche al mes, inmediatamente lo lleva con otro mecánico para comprobar si el anterior le hizo al coche lo que dijo que le hizo.

 

¡Asegúrese que no la engañen, señora!

¡Escrute las letras chiquitas!

!No le crea ni a su padre!

 

Y así,

sucesivamente.

 

Es una regla no escrita —y esencial— no creerse nada.

 

Pero hay otra historia:

 

Nos siguen estafando las agencias fantasma que venden viajes inexistentes a Tierra Santa, acto seguido aparecemos enseñando nuestros boletos apócrifos al reportero de un canal de televisión local; nos metemos en dietas a base de sobrecitos con polvos de no-sé-qué-planta-brasileña con la cual, nos aseguran, perderemos cinco kilos en cuatro días, mínimo; nos cambiamos, vengándonos —o creyendo que lo hacemos—de compañía telefónica cada vez que la factura del mes alcanza montos exhorbitantes, somos felices un año, descubrimos que esa empresa también es un fiasco, entonces vamos de regreso a la compañía de la que salimos en un principio (como si a Slim le importara); otro listillo jura que Juan Gabriel reaparecerá el 15 de diciembre y ya se endrogó comprando una pantalla de plasma para ser testigo del evento; el vecino llega a ofrecernos formar parte de un sistema piramidal en el que seremos millonarios en quince días nomás, veinte máximo.

 

Aceptamos.

 

No hemos aprendido nada, ni siquiera de nuestro propio escepticismo, nos la seguimos creyendo. Primero transar que ser transados. Ora si nos chingamos al pinche gobierno, pero votamos por otro gobierno igual de pinche.

            De todas formas qué importa: votar es un verbo regular, da lo mismo en pasado que en futuro, no importa a qué elecciones o consulta ciudadana nos refiramos, ni a qué tiempo, ni a qué espacio.

 

Volveré a ser breve: nuestro escepticismo es nuestra gran fortaleza, pero también nuestra mayor debilidad.

 

***

 

Hablando de escepticismos:

 

Está ahora en el cine la película que relata los días más difíciles de Neil Armstrong, el primer hombre en pisar la luna. Ryan Gosling la hace del afamado astronauta, mientras que el actor que interpreta a Buzz Aldrin (Corey Stoll), se encarga de hacerlo parecer el hombre más detestable sobre la faz de la tierra —y de la luna—.

Al salir del cine me saltó una duda: ¿no habrá sido todo un montaje? ¿Ustedes también han dudado sobre la veracidad de uno de los hechos históricos más importantes de la humanidad? A mí me hace rascar el coco como pocas cosas, aunque luego veo películas con historias como la de Armstrong y me siento culpable.

Una gran hazaña, sí, un gran paso para el hombre y bla bla bla, pero también había grandes pretextos para poner al hombre en la luna en ese año, en medio de esa guerra.

 

Yo no sé.

 

***

 

PS

 

Ya está por acabar el Reyes-Guadalupe. 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *