Figuraciones Mías
Por: Neftalí Coria / @neftalicoria
Para Rafael Cortés y Bernardo Castrejón,
también en su cumpleaños.
Ahora que escribo la ciudad se vuelca en la fiesta de los muertos y la soledad ordinaria en los cementerios hoy se vuelve algarabía de flores y aglomeraciones. Y a tanta insistencia sobre la muerte que puede verse por todos lados y de todas las maneras posibles, creo que la muerte es una visión que puebla este día. Pienso en la muerte mientras debo escribir. Y cuando estas líneas de lunes se estén leyendo, estaré cumpliendo un año más de vida y esa alegría de cumpleaños, esa misteriosa cuenta de los días de la vida, me dará esperanzas o al menos, será un simple motivo para brindar porque la vida siga aquí un poco más en mi labor de vivir y escribir, que para eso quise estar vivo y para eso quiero estar en el mundo, el tiempo que me corresponda según las leyes de la muerte o las leyes de la vida.
No es la muerte un simple recuerdo por estos días para mí. Los muertos de mi vida son imágenes que han poblado el día, provocadas por el tumulto de mensajes que vuelan por todas partes señalando el día de los difuntos. Los tumultos en los cementerios, las aglomeraciones en los sitios donde han colocado muchos altares de muertos como exposición, la celebración por los difuntos de las más diversas y extrañas formas, agobian la ciudad y parece no haber sitio a donde estar fuera de la fiesta de los muertos.
En el silencio del lugar donde escribo, pienso en las personas que han muerto y vivieron cerca de mi vida. ¿Qué es, qué ha sido y qué será la muerte de ellos hoy día, que la suya está en mi pensamiento con insistencia? Me pregunto también por sus nombres, por esas imágenes suyas que no puedo olvidar y hago un recorrido por sus sonrisas, sus gestos que no se olvidan, por el recuerdo del tono de su voz, por algo que dijeron, los traigo a la memoria como se traen las palabras a la página ¿Qué de su vida quedó en mí, cómo es que aparecen y los nombro en el silencio? ¿Qué es lo que guardo de aquellos cercanos que han muerto y qué debo poner sobre la mesa su rastro querido? Nunca sé qué hacer cuando una persona ha muerto y sé que no volveré a verla, pero de verdad no volverá por estos pasillos de la vida, que como míos ahora, suyos lo fueron. Y me da por insultar a la muerte, como se insulta lo que no se entiende. Pero nada más desahogo la emoción y puede que por mucho, llegue a golpear una mesa con el puño y luego veo como llega el dolor, como se instala la desesperación que la ausencia ocasiona, como la otra ausencia de quien está lejos y tarda en volver. Hay mucho de irracional en todo esto, algo animal que sube cuando recuerdo con desesperación aquellos que nunca volverán y ya hoy los he comenzado a nombrar, a decirles por su nombre, a garabatear su presencia aquí en la página del silencio de este día. Y también decido colocar una ofrenda a mis padres y recordarlos con el gusto de querer revivirlos, de que vuelvan a la mesa de mi amor y gratitud, porque la vida fue, gracias a ellos y aquí les entrego una flor de la gratitud muy grande.
Muchas veces en mi juventud, creí que la muerte era algo ajeno a mi vida y recorriendo el tiempo aún más atrás, voy a mi niñez y recuerdo la muerte de un amigo de mi edad que –aunque nunca he aprendido del todo–, me enseñó la ausencia de alguien para siempre. No podía creer que ya nunca regresaría mi amigo, que sería imposible volver a ver a mi amigo Monche, ni podía entender que aquello era para siempre. Sin duda la comprensión de aquel “para siempre”, me haría entender que la muerte era eso: perder a alguien para siempre y no ver cómo se marcha del mundo, ni cómo desaparece de la vida y no lo volveremos a repetir vivo como los que se quedan. Pero ¿Quién entiende la muerte? Pensamos en el fin, en el final de la Luz, en la sombra total, en la luz al final de un túnel, en paraísos, infiernos y otros Hades que la imaginación provee.
Pensamos en el fin de los tiempos de alguien, pero sin entenderlo y bajo el dolor, la muerte se tiene que aceptar. Y acudimos a alguna religión (cualquiera) y de ahí se logran explicaciones y visiones que apuntan al sosiego del dolor, la resignación, la aceptación. Son maneras de enfrentar ese momento en la vida que está latente en este mundo azaroso, inseguro, peligroso y en riesgos múltiples y constantes. Nada puede la vida contra la muerte y mejor le sonreímos como los vencidos, cómo el payaso ríe ante lo inminente y nos damos valor para hablar de ella y reírnos de nuestra muerte que no ha sucedido. Hay un miedo en todo esto, cobardía en la fiesta, disfraz y representación, en fin. Entrego esta columna, pensando en lo que me preguntó un amigo querido sobre el día de muertos, con quien por cierto cumplimos años el mismo día. “¿Qué te gustaría que te pusieran en tu ofrenda?”, me dijo. Y no supe qué decir de verdad, pero querido amigo, aquí respondo: Una ofrenda con una flor de amistad y alegría por todo lo vivido, querría que me dejaran.
