
La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam
La Junta de Coordinación Política (JUCOPO) del Congreso poblano estaba por concluir cuando el diputado Marcelo García Almaguer, líder de la Bancada de Puebla al Frente, pidió que integraran en el orden del día de la próxima sesión un exhorto relacionado con la destitución de José Juan Espinosa como presidente de la Mesa Directiva.
Furioso, fuera de sí —como es su costumbre—, éste dijo casi a gritos que también incluyeran un exhorto suyo para que el gobernador José Antonio Gali Fayad hiciera públicos sus bienes.
(Desde el primer día de esta legislatura, los arrebatos de Espinosa son el pan, el ajo y la sal tanto en las sesiones del Pleno como en las reuniones de la JUCOPO).
Gabriel Biestro, sedicente presidente del Congreso —en realidad quien maneja todo es José Juan—, dio por terminado el encuentro, y la ceremonia de los adioses inició.
Los diputados Armando García Avendaño y Carlos Morales iban a despedirse de Biestro cuando Espinosa, en tono burlón, les recriminó que pretendieran destituirlo.
Ya de salida éstos, soltó una amenaza para ambos:
“Yo me voy a quedar como presidente de la Mesa. No vaya a ser que los destituidos sean otros”.
Carlos Morales le extendió la mano como gesto de buena voluntad, pero José Juan —fiel a su lema de gallero: “No me rajo”— no respondió a la despedida.
Morales le dijo que fuera educado con una sonrisa.
Espinosa reviró con un “me vale madres. Te voy a chingar”.
Y lo sujetó del cuello, muy envalentonado.
Y cómo no si ahí Morena también era mayoría entre Biestro y sus achichincles.
Ahí empezó el escándalo que culminó con empujones, amenazas, guaruras embravecidos y un video que sólo mostró un patético final:
José Juan —el del “No me rajo”—, ocultándose entre sus espontáneos guaruras encabezados por el mismísimo Biestro.
(Esa escena la ha repetido muchas veces nuestro personaje a lo largo de su carrera política, pero esta vez no estaba su empleado Rodolfo Huerta para consolarlo muy en el estilo de la película “Secreto en la Montaña”).
Dos cosas que es necesario precisar para los fines de esta crónica:
Carlos Morales tiene fama de mesurado y tranquilo.
Durante esta legislatura, es quien tranquiliza a los demás y busca tender puentes.
Ha tolerado todo, tanto en la tribuna como en las reuniones de la JUCOPO y las sesiones de las comisiones.
Espinosa, en cambio, es el campeón de las agresiones verbales —y ya se ve que también físicas—desde que Morena es mayoría.
No sólo eso:
En su calidad de presidente de la Mesa Directiva viola constantemente el reglamento del Congreso, censura a los diputados de oposición y ha llegado hasta a apagarles el micrófono cuando se le da la gana.
Estos dos perfiles fueron quienes protagonizaron la gresca este martes.
¿A quién creerle?
Otro zipizape se dio igualmente cuando un empleado de Biestro ofendió al diputado Gerardo Islas Maldonado.
¿Su nombre?
Sebastián Pérez Justo.
Su historia no tiene pierde.
Vea el hipócrita lector:
Este personaje era muy conocido por los diputados de la anterior Legislatura porque a todos les pedía trabajo.
Empezó haciendo prácticas en la bancada del PRI por cinco tlacos.
Luego le rogó a la diputada del Verde, Geraldine González, que le diera una “chambita”.
Un mes estuvo en su equipo.
Quienes lo ubican, lo recuerdan como “un tipo al que le gustaba preguntar sobre la vida personal de los diputados y ver a quién se le podía pegar”.
Probó en el PRI, luego en el Verde y juran que también en el PAN.
Así pasó sus años.
Un día deslumbró a Gabriel Biestro pese a su pobre labia y terminó en Morena como representante ante el IEE.
Hoy, ya se ve, es el golpeador a sueldo del clan Biestro—Espinosa.
Tan eficaz ha sido que ya desplazó al célebre Misra Hernández, mejor conocido como “Jack el Destripador.
Felicidades: el Congreso poblano ya superó al de Perú en un renglón:
El del ridículo.
Faltaba más.



