Los Guisantes de Mendel
Por: Víctor Florencio Ramírez Cabrera@vicfc7 

En la juventud tuve un par de amigos que cayeron en el alcoholismo. Tomaban con mucha frecuencia. Gastaban en alcohol más de la mitad de lo que sus padres les daban para su educación. Años después los encontré a cada uno y ambos dejaron de tomar con tanta frecuencia.

¿Decisión de salud? ¡En absoluto! La diferencia es que ahora el alcohol les costaba a ellos, no a sus padres. La borrachera tenía ya costos reales, no subsidiados.

Los padres de mis amigos aplicaban un subsidio que resultaba contraproducente para los objetivos de educación. Ellos (mis amigos) no detectaban el daño hasta que el gasto para alimentos (origen de todo el subsidio) no alcanzaba para lo que debía.

La analogía no es del todo correcta, pero de alguna manera eso pasó en México con la energía: Tanto en el sector hidrocarburos como en el eléctrico se aplicaron políticas de subsidios con objetivos sociales (y políticos) que terminaron en derroche de energía y en que no se hayan tomado medidas suficientes para el ahorro energético y de paso tampoco para la transición energética.

El problema no era a corto plazo, nadie se quejaría de “tarifas bajas” que eran un espejismo, pero se quejarían cuando regresara el costo real (que tarde o temprano debería de ser).

¿Por que espejismo? Porque las “tarifas bajas” se traducen en menos dinero disponible para cualquier otro objetivo del Estado (infraestructura pública, salud, educación, por poner ejemplos).

Pero ¿Qué salidas hay para la borrachera energética? iniciemos ¿Quien ha sido subsidiado en México?

De los cuarenta y tres  millones de usuarios de energía eléctrica, cuarenta millones estamos en tarifa subsidiada. Es decir, pagamos solamente una fracción del costo de la energía que consumimos.

¿Que pasaría si el estado no subsidiara la energía eléctrica? Que habría unos 50 mil millones de pesos más disponibles para el Estado, tan sólo en 2018[1], pero que ahora se distribuyen de forma regresiva[2].

Pero el peor efecto no es el sacrificio del gasto público (habrá quien piense que está bien que el dinero de nuestros impuestos se nos regrese en subsidio) sino el sacrificio de la transición energética.

Me explico:

La mayor parte del subsidio eléctrico se va en pagar la generación de electricidad mediante combustibles fósiles caros; o sea en mantener un mercado no eficiente ni sostenible de energía. A cambio, el usuario final paga solo una parte de la energía que consume. Con estas tarifas, no tiene ventaja alguna para el usuario generar su propia energía de forma limpia. Si pagara el total de su energía, con el costo de 4 o 5 años de tarifa pagaría los paneles que le darán energía por unos 30 años.

Ahora, el origen del subsidio es social, pero ¿los 40 millones de usuarios de electricidad están en la carestía o requieren verdaderamente el subsidio?

No. Dentro de los 40 millones de usuarios hay gente en pobreza extrema y moderada, a quienes podríamos subsidiar, pero desplazando el subsidio por uno para paneles, no energía.

Sin embargo, unos 8 millones de usuarios de estos 40 (el 20%) podrían ir perdiendo el subsidio, pues están en posibilidades de pagar sus costos energéticos reales y seguramente usarían paneles solares, lo cual ampliaría el mercado potencial de techos solares de 3.42 a 11.42 millones de usuarios.

El ahorro del Estado por esta eliminación del subsidio sería de unos 10,000 millones de pesos anuales, y se iría ampliando mientras se desplazara el subsidio a los más pobres, el costo de la energía tendería a bajar (es más barata la solar que cualquier combustible) y los 10 mil millones ahorrados desde el inicio se podrían ocupar en otros gastos propios del Estado.

 

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