Mesa Cuadrada 
Por: Gabriel Reyes Cardoso 

En unos días se abrirá una nueva etapa en la historia de los mexicanos y el debate principal tendrá que ver con la confianza. Confianza en todos los sentidos.

Es cierto que el presidente electo Andrés Manuel López Obrador ganó con un respaldo electoral nunca antes visto.

Es cierto que hasta ahora, el Presidente López Obrador se ha dado el lujo, mediante “encuestas”, de demostrar a quienes lo dudan que cada vez que lo solicite los electores volverán a ratificarle su respaldo, así no sepan donde esté Santa Lucía o Dos Bocas o si es necesario el Tren Maya o si es indispensable construir una estación lanzadora de cohetes espaciales en Tlaxcala.

Hasta ahora esos respaldos reiterados están cargados con la misma energía de la emoción y el coraje que López Obrador supo despertar en la campaña electoral en la que todo era promesa y transformación.

Todos nos preguntamos si esa “emoción” le seguirá acompañando a partir del próximo sábado al Presidente, pues abre un periodo donde habría errores, imprecisiones, dificultades propias de una sociedad en movimiento y presa de la desconfianza hacia sus gobernantes y hacia todos.

Una mujer adulta mayor me dijo que si el Señor Jesucristo fuera el jefe del gobierno le podría pasar lo mismo.

El reto para el nuevo gobierno es mantener esa confianza en el Presidente, que no en su equipo, y administrarla a lo largo de seis años como primera meta y asegurar efectos eficientes en el desarrollo nacional para después.

Gran parte de su equipo no estaría en la cómoda posición de la amplia confianza con la cual el nuevo Presidente llega. A muchos los traicionan sus antecedentes.

El desconocimiento y el afán de revancha política que senadores y diputados han demostrado en los congresos federal y estatales son, ahora, desastrosos, lamentables y acusan pérdida de tiempo y confianza. También, por momentos, trayectos diferentes con el Ejecutivo.

Habrá que reconstruir la confianza, pues en esos deslices despostillan la del Presidente. Algo parecido pasará con los miembros del gabinete.

Usted dirá que siempre ha sido lo mismo o parecido cada vez que hay nuevo gobierno y tiene razón. Pero los anteriores no prometieron una transformación nacional fundamental. Sólo ofrecieron reformas e innovaciones, muchas de las cuales ni siquiera se lograron.

Y es la confianza el valor fundamental para que esa “cuarta transformación” se construya, permanezca y trascienda.

Hablar de erradicar para siempre la corrupción, evitar la impunidad y reordenar la sociedad y sus estructuras productivas, requerirá muchas condiciones, metodologías, estrategias, pero sobre todo, confianza.

Una confianza que no se quede sólo en preguntar o encuestar. Una confianza que intervenga, solidaria, con los propósitos del nuevo gobierno. Una confianza que redistribuya el poder público, preguntando a los ciudadanos libremente lo que desean en el futuro inmediato.

Circula en redes con ironía algunos memes que sugieren que el nuevo gobierno consulte sobre el precio de la gasolina o sobre las obras que necesitan en su pueblo. Esas aspiraciones por ejemplo no cabrán en una consulta de arriba para abajo y por lo tanto, me temo, serán deseos sin respuesta.

El reto, para que esa confianza no se pierda es que no sólo se haga lo que quieren los de arriba, matizado con consultas, que al final no consultaran abiertamente lo que la gente quiere.

Y ahí se puede ir dilapidando la confianza hasta ahora recibida.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *