Mesa Cuadrada
Por: Gabriel Reyes Cardoso
Es hora que los mexicanos revisemos el origen de nuestros rencores.
Es hora que los mexicanos reinterpretemos las manipulaciones que los han transformado en odios y violencia.
Y es hora que los mexicanos dispongamos una revisión total de nuestros fundamentos de moral pública, sin miedo y sin audacias improvisadas.
Hay quienes quieren acabar la violencia con mayor violencia. Otros prefieren los arreglos bajo la mesa. Algunos opinan que el problema no es la violencia, es la falta de control por incapacidad, o por conveniencia.
Administrar la violencia, riesgo propio de la calidad humana, no es tarea fácil, tampoco imposible.
Implica entender las diferencias en las cuales, las circunstancias, necesariamente dividen a los humanos con razón o sin ella. Si esto es así, entonces la oportunidad está en disminuir las diferencias y generar condiciones para que no se multipliquen por la inercia o se reproduzcan por intereses parciales.
Las causas que acentúan las diferencias, reales o creadas artificialmente, son la acción del gobierno, la justificación de las leyes, la operación de los capitales y la orientación de creencias.
No es fácil cuantificar ni calificar su grado de influencia o de poder para manipularlas.
Todas funcionan en una asociación perniciosa o benéfica como se pueda o se quiera ver.
Depende el lado de la división en que usted esté.
La violencia, organizada o no, en la que ahora vivimos los mexicanos, tiene solución. Debe tener solución.
El Plan Nacional de Paz y Seguridad, presentado por el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, es una metodología que parte de ese principio.
Disminuir las diferencias e integrar a todos a un proceso de nuevas condiciones de coexistencia con mayores corresponsabilidades mutuas.
Su propósito es mejorar las condiciones de vida y de trabajo, y buscar el bienestar material y al mismo tiempo el bienestar del alma y restablecimiento de los valores culturales, morales y espirituales.
Este plan se funda en una propuesta, la más importante de López Obrador por su trascendencia, que es la de integrar una constitución moral.
A muchos les parecerá no viable, pero si se trata de refundar a la sociedad nacional, lo primero que debe revisarse es el portafolio de fundamentos morales y éticos, que constituyen a la nación mexicana. No debe darnos miedo. Una Constitución tutela los derechos de sus ciudadanos y debe estar en revisión cada vez que la realidad social lo demande.
No pueden existir leyes inmutables ni permanentes. La ley madre debe cambiar como cambian las circunstancias en las que se aplicará y la forma de pensar de quienes la acatarán.
Este propósito de revisión de la moral que sustenta nuestras leyes es pertinente, toda vez que se requieren leyes que contribuyan a poner fin a las confrontaciones armadas y la violencia, un plan carcelario que permita la reinserción socialmente efectiva y la inclusión de todos en el combate al
crimen en todos los sentidos.
La cuarta transformación, objetivo del presidente electo, debe promover soluciones en estos sentidos.
No debe asustarnos, todas las revisiones que han cambiado las naciones en todo el mundo han pasado por esta decisión para construir una nueva cultura nacional.
Es una revolución cultural que con el tiempo, fuera de su sexenio, inaugure una nueva organización y operación nacional.
Me imagino a esa Constitución como un libro que nos dé oportunidad del análisis de conciencia y la construcción de nuevas razones del Derecho, nuevos fundamentos de la justicia y, en especial, valores actualizados.
A eso nos convocará la Cuarta Transformación Nacional.
Habrá que andar con ese nuevo librito, como lo sugirió Mao, pero por consenso, ciertamente, no como lo impuso Mao.
