La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam  

La información es el arma más poderosa que existe para tumbar, entre otras cosas, el fallo de un Tribunal Electoral, sobre todo en los tiempos de las redes sociales.

Pero si la información no se usa en el momento preciso se convertirá en una de esas anécdotas que se cuentan.

Si el litigante —que no juzgador— José Luis Vargas Valdez hubiera exhibido alguna prueba de sus dichos de un eventual arreglo oscuro en el que participaron actores políticos y judiciales para ratificar a Martha Erika Alonso como gobernadora constitucional de Puebla, hubiera generado tal caos en el pleno del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que la sesión hubiese tenido que suspenderse.

Y cuando digo prueba me refiero a un audio, un video, una conversación de WhatsApp o algo que fuera contundente y que pusiera en evidencia a los magistrados supuestamente involucrados.

Si Miguel Barbosa hubiese ofrecido una rueda de prensa con Yeidckol Polevnsky minutos antes de que el Pleno iniciara la discusión del proyecto de sentencia del magistrado ponente, y si en ese contexto hubiera presentado alguna prueba de la colusión de algunos magistrados con personajes ligados a la hoy gobernadora electa, la sesión habría tomado otra ruta.

Ya no digamos cómo se habrían incendiado las redes sociales ni cómo hubiera aprovechado el presidente López Obrador la brutal revelación.

Seguramente el giro habría sido de tal magnitud que ahorita estaríamos preparándonos para la toma de posesión de Fernando Manzanilla como gobernador interino, quien, a su vez, operaría la convocatoria de las elecciones extraordinarias y apretaría el cogote del morenovallismo como era su frustrado plan.

Pero nada de eso sucedió.

No hubo revelaciones ni exhibición de pruebas ni escándalo previo.

Lo que sí hay es la alharaca que suele acompañar al derrotado.

(La derrota es amarga, lo sabemos. Y cruel. Y maligna. Y dolorosa).

En medio de ese barullo, Barbosa y sus aliados revelaron que vienen fuertes revelaciones.

—Uy, Miguel, cuánto misterio — le dijo Carmen Aristegui al candidato perdedor la mañana del lunes durante la emisión de su programa de radio.

Y lo invitó de una vez por todas a exhibir las pruebas de lo que el llamó “asqueroso contubernio’ entre cuatro magistrados y el propio Rafael Moreno Valle, a quién calificó de “seductor”.

Ufff.

El nuevo seductor de la patria.

Barbosa dijo que no era el momento, pero que pronto aparecerían las multicitadas pruebas.

No entiendo.

Si tiene pruebas de alguna irregularidad, ¿por qué no las presentó antes de la sesión o en la conversación con Aristegui?

¿Qué esperan Barbosa y sus aliados para generar el escándalo?

Por lo pronto, el derrotado pasó de un primer estado de madurez a un estado de esquizofrenia.

No lo culpo.

Así es la derrota.

Peor aún cuando del otro lado hay un ánimo desbordado aunque juicioso.

Perder obnubila, borra sonrisas, mata esperanzas, remueve la bilis negra y amarilla.

Barbosa y los suyos ahora amenazan con desequilibrar el gobierno de Martha Érika Alonso y generar una parálisis legislativa en el Congreso, que no ha sesionado porque a los policías del mismo —Manolín y Shilinsky— así se les pega la gana.

Para eso ganaron: para tener de rehenes a los otros diputados.

Y más: para injuriarlos y, a veces, hasta para golpearlos.

Antes de esta parálisis legislativa, los comisarios del Congreso padecían de sendas parálisis cerebrales.

Pero eso es normal.

Así han vivido siempre.

¿Qué dirán los votantes de Morena en Puebla?

¿Para eso votaron?

Nuestros personajes no lo saben porque están obnubilados, pero están gastando muy rápidamente su bono democrático.

Y algo más:

Están tirando por el WC las heces negras de su frustración y de su irresponsabilidad.

Diría José Emilio Pacheco:

“Qué marranos, que puercos, qué cochinos. / Y pensar que para esto me cebaron”.

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