La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

Son seis los regidores morenistas que Miguel Barbosa maneja quienes buscan desestabilizar a Claudia Rivera Vivanco, presidenta municipal de Puebla.

Todo el tiempo, y cada vez que pueden, lanzan críticas veladas en su contra.

Su fin es socavarla y exhibirla.

¿Qué ganan?

Contribuir a la estrategia golpista de Yeidckol Polevnsky, quien se ha enfermado de poder y de discordia.

La señora Polevnsky está obsesionada con Puebla.

Y lo peor es que jura que todo lo que viene a decir se lo dicta el presidente López Obrador.

Pocos le creen.

Y esos pocos que lo hacen le siguen el juego con una vehemencia que peca de enfermiza.

Es lo que hay.

Y aquí nos tocó nacer.

        

Críticos de Noche, Cobardes de Día

Están enojados.

Muy enojados.

No es para menos:

Algunos de los intelectuales poblanos —novelistas, cuentistas, poetas, ensayistas, pintores, escultores, músicos, filósofos, buenos para nada— ya habían hecho acercamientos con Miguel Barbosa en aras de que los socorriera con dinero público.

El día en que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación votó el proyecto de sentencia del magistrado Vargas, nuestros héroes culturales —algunos— esperaban ansiosos la nulidad de la elección poblana.

No era para menos.

Tenían puestas sus expectativas culturales en una decisión política.

De entrada —igual que muchos tuiteros analfabetos—, esperaban que el Presidencialismo de López Obrador se fuera con todo.

Los muy “demócratas” querían un golpe antidemocratico.

Cuando santa Janine Otálora votó en contra del malhecho proyecto del litigante Vargas, nuestros intelectuales bufaron.

O en el mejor de los casos callaron.

Fue muy cómico ver sus redes sociales cubiertas de un ominoso silencio.

Y es que todo iba bien hasta el 2-0 a favor del proyecto.

El 2-1 empezó a ser deprimente.

Y qué decir del 2-2 y del 2-3.

Su alma empezó a revivir con el 3-3.

Pero el 3-4 cayó como un ajenjo frío de Baudelaire.

Sus pies se helaron y dejaron de escribir.

Desde ese 8 de diciembre viven en un spleen permanente.

No hablan, no escriben, sólo beben.

Beben el mal mezcal de su incertidumbre.

No es para menos.

Se perdieron de las becas y las publicaciones que los han mantenido medianamente vigentes.

Adiós a las cervezas belgas.

Adiós a la coca de Colombia.

Sólo les queda, si bien les va, sus aperitivos dulzones hechos en Zacatecas.

No haya para más.

En ese contexto, Fermín García, frustrado jefe de prensa de Miguel Barbosa, publicó en La Jornada de Oriente una columna dictada, entre otros, por Jaime Mesa: autor de varias novelas publicadas en Alfaguara.

Una de esas novelas la hizo contra la escritora Beatriz Meyer.

Otra más: contra Alejandro Montiel, subsecretario de Cultura en tiempos de Pedro Ángel Palou García.

En ninguna de las dos novelas aparecen los nombres reales de los citados.

Lo cierto es que Fermín García se le fue encima a Anel Nochebuena, brillante gestora que estuvo al frente del Instituto Municipal de Arte y Cultura en tiempos de José Antonio Gali y Luis Banck.

Los enemigos de Anel —recién nombrada subsecretaria de Cultura del gobierno de Martha Érika Alonso (y futura secretaria de Cultura)— tienden a repetir las mismas mentiras que mencionó Fermín en una supuesta carta anónima.

Hace algunos meses, quien esto escribe dio cuenta de esas críticas con datos duros que no fueron respondidos.

Faltaba más.

La cobardía se oculta en el anonimato y no suele dar la cara.

He aquí un puntual desmentido de esas ineptitudes de la inepta cultura:

El David, de Miguel Ángel Buonarroti no puede salir de Florencia: en particular de la Galería de la Academia, donde pernocta desde 1873, luego de que fue trasladado desde el Palazzo Vecchio, donde, en virtud de que estaba expuesto al sol y a la lluvia, sufrió severos daños.

La réplica del David que vino a Puebla con gran éxito está elaborada con mármol y marmolina, resultado de cuatro años de trabajo de un grupo de artesanos florentinos.

Cuenta, además, con el aval del alcalde de Capresse Micheangelo, de Arezzo, Italia, así como con el del Museo Michelangiolesco.

Nada que ver, pues, con la “fibra de vidrio” con la que algunos de los “expertos” dicen que fue construida.

(Hasta un niño de seis años sabe que el auténtico David —el cual deja una ganancia de ocho millones de euros al año solo por concepto de entradas— no puede ser trasladado a otro lugar).

Solo faltó que estos críticos de Nochebuena se hubieran indignado como lo hizo una ciudadana de San Petersburgo cuando la réplica del David se expuso frente a una iglesia luterana:

“¿Cómo ha sido posible poner a este tipo sin pantalones en el centro de la ciudad, cerca de una escuela y una iglesia? (…) Es un gigante que estropea la visión histórica de la ciudad y paraliza las almas de los niños”.

Sigamos con los expertos de arte.

Se quejan de que en lugar de la tumba de Tutankamón hayan traído a Puebla una réplica y no la original.

Es claro que ignoran —¡otra vez!— que ni en la ciudad de Lúxor, a 700 kilómetros de El Cairo, Egipto, donde reposan dichas tumbas, es posible ver las originales.

Los millones de turistas que acuden a ver las tumbas de los faraones sólo tienen acceso a las réplicas.

Al decir de un verdadero experto —Zahi Hawas, secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades— “estas tumbas se destruirán totalmente dentro de 200 años debido a la respiración de los turistas que las visitan”.

A partir de 2011, nadie más respira frente a la tumba original de Tutankamón.

Todos lo hacen ante una réplica como la que vieron doscientas mil personas, en Puebla, gracias al IMACP y al Ayuntamiento.

Por cierto: más de cien mil personas admiraron la réplica del David.

Pero esto les molesta a nuestros mojigatos, quienes también se quejan de que en la maravillosa exposición “Picasso en Puebla: la Estela Infinita” nada más hay unos cuantos grabados de Picasso.

¿Unos cuantos?

Seguramente se refieren a las aguatintas de Picasso que sirvieron para ilustrar el libro clásico “La tauromaquia o Arte de torear”, de Jose Delgado, mejor conocido como Pepe-Hillo, legendario torero español.

No son unas cuantas  aguatintas las que fueron expuestas en la Galería del Palacio, sino las 26 que conforman la serie completa.

¿Qué esperaban los detractores oficiosos de Anel Nochebuena?

¿El Gernika?

Otra vez la ignorancia les hace decir tonterías, pues una obra como ésa no puede salir de España.

¿Las exposiciones de Picasso —y de sus brillantes traductores—, Miguel Ángel y Tutankamón no formaron público?

Faltaba más.

Habría que preguntarles a las miles y miles de personas que admiraron las piezas expuestas y no a “expertos” en el arte y la cultura.

La Galería del Palacio —en tiempos de Anel— formó parte de un órgano internacional integrado por verdaderos expertos de arte y no delirantes aficionados, ICOM, mismo que avaló la calidad de las exposiciones.

Hay que decir que a partir de la administración municipal de Banck se logró que la citada Galería fuera parte de este prestigiado organismo.

(En el ICOM, por ejemplo, están museos como el Louvre y el Met de Nueva York).

No es con jitomates lanzados desde el anonimato como se debe ejercer la crítica.

Hay que dar la cara y exponer los razonamientos a la luz de ese valor.

¿Podrán hacerlo quienes se ocultaron en la columna de Fermín?

La duda mata.

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