Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río / @beltrandelrio

Se cumplió el adagio beisbolero para la Cuarta Transformación: luego del error, viene el hit.

Tres días después de enviar el Paquete Económico al Congreso, el presidente Andrés Manuel López Obrador debió meter reversa y anunció que el recorte a los recursos de las universidades públicas previsto en el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación 2019 ya no va.

“Hice un compromiso público de que no se iba a reducir el presupuesto de las universidades y se presentó un presupuesto donde, en efecto, hay una disminución de entre cuatro y cinco mil millones de pesos”, admitió López Obrador en una gira por Hidalgo, que tenía como propósito presentar su programa Universidades para el Bienestar.

“Aquí sostengo que se va a reparar ese error”, agregó el Presidente de la República.

Son varios los errores que ha tenido que reconocer el nuevo gobierno desde que asumió el poder. Algunos han sido resultado de la precipitación y la inexperiencia, pero otros, por lo que parece son una sobreestimación del poder que significan 30 millones de votos.

Se puede suponer que entre los primeros están el no haber incluido un apartado de la Constitución que habla de la autonomía de las universidades, en la iniciativa para echar abajo la Reforma Educativa, y el haber dejado casi sin fondos a los consulados y la protección de los mexicanos en el exterior. Arrancar en cuarta, por las prisas, es una mala idea, pero lo peor que puede pasar es que el carro cascabelee y se ahogue el motor.  

El recorte al presupuesto de las universidades públicas parece otra cosa: la decisión del gobierno de llevar su política de austeridad incluso al campus. Seguramente no se tomó en cuenta la capacidad que tienen los universitarios de articularse para protestar contra situaciones que sienten injustas.

Y la protesta no tardó en organizarse. Para hoy jueves estaba ya convocada una manifestación. “Marchemos unidos, no a la reducción; educación y autonomía para transformar a México”, dice el llamado que circuló en internet, invitando a una marcha que partiría del Ángel y tendría como destino el Zócalo, no San Lázaro, donde se decide el Presupuesto.

“Resulta por lo menos sorpresivo, cuando no francamente agresivo, que al seno de la coalición triunfadora del pasado proceso electoral y ahora gobernante, existan posturas extendidas de desprecio de las universidades públicas”, escribió el exlíder estudiantil Imanol Ordorika. “Con ligereza y superficialidad se les caracteriza como instituciones corruptas y privilegiadas”, agregó.

Entre los reclamos hubo comunicados de la UNAM y otras universidades públicas, así como de la ANUIES, la asociación que las agrupa.

“Vamos a luchar y a posicionarnos, a exigir a los diputados que voten responsablemente por las demandas de la sociedad, entre ellas la educación superior”, declaró la rectora de la Universidad Autónoma de Querétaro, Teresa García Gasca, quien recordó al Presidente del compromiso que había hecho, el pasado 15 de agosto, de mantener el presupuesto a las casas de estudio.

Ayer por la mañana, López Obrador dijo que el dinero que le habían quitado a las universidades saldría de un recorte a las secretarías de Estado. Olvidó, quizá, que el proyecto ya está en manos de los diputados, a quienes obligó a buscar la manera de guardar las formas y no dar la impresión de que el Poder Legislativo está sólo esperando sus órdenes y contraórdenes.  

Buscapiés

En una escena de la película Invictus, Nelson Mandela, que acababa de tomar posesión e instalarse en su oficina, se entera que buena parte de los empleados de la Presidencia de la República –todos ellos blancos– está haciendo cajas, esperando que los despidan. El mandatario, interpretado por Morgan Freeman, va hasta su lugar y les dice que si sienten que no pueden colaborar con su gobierno, tienen razón en irse, pero que él los invita a quedarse. La forma grosera en que han sido despedidos centenares de empleados del gobierno federal –como se relata en el trabajo periodístico de mi compañera Claudia Solera– es exactamente lo opuesto a lo hecho por Mandela.

Las relaciones bilaterales entre el Reino Unido y México entrarán en una nueva etapa con el cambio de gobierno en este país y la inminente separación de aquél de la Unión Europea. Estoy seguro que ambas naciones se beneficiarán de la presencia, en estas tierras, de la nueva embajadora británica Corin Robertson, una inteligente y avezada diplomática con experiencia en Tokio, Bruselas y Ottawa, además del Foreign Office, donde encabezó el Departamento de Antiterrorismo. En Excélsior –donde escribe la columna London Eye, igual que hicieron sus predecesores–, estamos orgullosos de que sea nuestra colaboradora, a quien hay que felicitar por su impecable castellano, y le deseamos el mayor de los éxitos.

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