Diario de Viaje
Por: Pablo Íñigo Argüelles / @piaa11 

Bien dice M, que los vendedores de las esquinas están siempre un paso adelante. Sies años de Mundial, como por mayo ya están vendiendo el balón alusivo y la réplica china de la copa; si habrá estreno de alguna película, podemos anticipar si ésta será taquillera en la medida de cuánta mercancía se maneje en los cruceros. El gorro, la figurita, el vaso, el yoyo.

            Los vendedores callejeros son los grandes termómetros sociales. Parece increíble, pero si en otros países son las hojas de los árboles que avisan del cambio de las estaciones, en nuestro querido México, por más que uno quiera vivir apartado de la sociedad y el ajetreo cotidiano, al momento de ver a un vendedor cantando ventiladores con atomizador refrescante incluido en pleno invierno, sabemos que es vaticinio de que al día siguiente nos estaremos rostizando, o peor aun, sabemos que el mes patrio ha hecho entrada por los carritos de banderas que empiezan a ofrecer su variedad de símbolos patrios desde julio.                            

Pero el peor augurio de todos los que ofrece el vendedor callejero es sin duda el invernal-navideño: sabemos que el año ha terminado cuando a eso de finales de noviembre, hacen su aparición los pequeños vehículos repletos de bufandas, guantes, y gorritos con orejas de oso panda. Al primero que ve, uno dice, “ay pero si ni hace tanto frío” y ándale, al otro día hace aparición una helada de proporciones bíblicas.

            Hay gente que se indigna por ver cómo desde julio ya están vendiendo al mismo tiempo árboles navideños y calabazas en los supermercados. Yo entro en una depresión profunda cuando ni ha pasado elGuadalupe-Reyes y ya veo cupidos y corazones en el cruce de la 11 y la 49. 

            Pero es el mismo cuento con los malditos (perdón) villancicos. No hay época en el año que sea tan cantada como la decembrina, y tal vez cuando uno es niño esto represente algo mágico y lleno de ilusión, pero cuando uno ha descubierto que, después de 26 años seguimos cantando “All I Want for Christmas is you”de Mariah Carey y que, además, cada año se agregan nuevos “clásicos” a la lista como las versiones vomitivas de Michael Bublé, uno quiere salir de este mundo en el siguiente transbordador a Marte.

              Es lo mismo que con los carritos de gorros y bufandas: ni el rey de los ermitaños puede escapar al sonido ambiente de los centros comerciales.

            Voy a mandar una carta a PalacioNacional pata que los próceres de la 4T pongan manos a la obra en una consulta de esas que se sacan de la manga para preguntarle al pueblo sabio si de verdad quiere seguir escuchando la misma música por tres meses seguidos cada año, o si prefiere una selección más tropical. Yo votaría por la segunda. Es más, yo invito la consulta, al fin no hay bonos de por medio.

            Se cumplen, por cierto, 38 años del asesinato de John Lennon este diciembre y debo admitir que es uno de los hechos de la cultura popular que más me intrigan.                    

Cuando era niño me gustaba preguntarle a los grandes dónde estaban cuando supieron que le habían disparado a Lennon. Me impresiona que es un hecho tan contundente como el día que mataron a Kennedy, el temblor del 85 o el 11 de septiembre de 2001.

            Pero más disfruto las teorías conspirativas que rezan que Mark David Chapman era un hipnotizado de la CIA y que actuó bajo los influjos de algún psicotrópico experimental, todo porque el gobierno le temía al liderazgo social innato del Beatle. Es algo que los estadounidenses le han legado al mundo, su sensibilidad tan paranoica, su “buscar siempre tres pies al gato”. Lo grave es que en la mayoría de los casos aciertan.

            A propósito de la música navideña y de las paranoias, el otro día venía escuchando muy feliz una versión en vivo que hizo Bruce Springsteen de “Santa Claus is coming to Town”, muy al estilo de Ronnie Spector y que les recomiendo mucho, y le puse, por primera vez, atención a la letra.

            A pesar de haber sido escrita en plena Gran Depresión, la letra esboza mucha de la paranoia que caracterizaría, a partir de la Guerra Fría, a la sociedad  norteamericana y que en nuestro tiempo ha devenido en un espionaje masivo. Para muestra, una parte de la letra: Él te ve cuando estás durmiendo/ Y él sabe que cuando estás despierto/Él sabe si has sido bueno o malo/Así que ¡sé bueno por el amor de Dios!

            Yo no sé, eso de “hay que ser buenos porque si no vamos al infierno” le ha hecho un mal enorme a nuestras sociedades.

            Seguiré contando

***

PS

Pensé que seguía siendo joven hasta que entendí todas las referencias culturales que hay en Roma.

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