Esperan a que lleguen alrededor de dos mil más que hicieron parada en Tierra Blanca, Veracruz, o en Chiapas, todos respaldados por uniformados.

Por: Osvaldo Valencia

Los zapatos de Edwin no tienen el mismo desgaste que en ocasiones pasadas. La ropa no está rota o rasgada, ni guarda los recuerdos de un largo viaje.

Una nueva caravana migrante está en Puebla, pero no de la misma forma que cuando pisó por primera vez la Angelópolis hace apenas unos meses.

En la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción los migrantes –hondureños en su gran mayoría– tienen algo que antes no tenían: protección de un gobierno.

Desde que la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador le abrió las puertas a los migrantes –muchos de ellos en busca de llegar a Estados Unidos–  los traslados son más seguros, reitera Edwin, quien en dos ocasiones anteriores ha intentado cruzar solo la frontera norte mexicana.

“Es la primera vez que me voy en una caravana, ya lo había intentado en dos ocasiones y si se sentía miedo, sobre todo de que no te vayan a agarrar los de Migración, ese era el principal temor, pero ahora he visto a todos muy tranquilos”, cuenta Edwin.

La razón por la que busca llegar a Estados Unidos es muy sencilla: quiere darle una mejor vida a su familia y las oportunidades de trabajo en Honduras son muy pocas.

Padre de familia con cinco hijos, Edwin asegura que a pesar de las oportunidades de empleo y hospitalidad que han recibido a su llegada a México, no tiene planeado quedarse a vivir y a trabajar, que su meta está en la unión americana.

“Apenas llegamos hoy (domingo) en la madrugada y nos han recibido muy bien, nos han dado atención médica, ropa y comida, han sido bastantes generosos, pero creo que a lo mucho nos quedaremos el lunes y continuaremos hacia la frontera”, comenta.

En la iglesia que hoy y todo el año sirve como albergue para los migrantes, los cuerpos de Protección Civil, Derechos Humanos y Cruz Roja esperan la llegada de la siguiente caravana.

Hasta la tarde del domingo había alrededor de 500 centroamericanos tomando un descanso antes de seguir con la travesía al norte del país.

Edwin dice que esperan a que lleguen alrededor de dos mil compañeros más que hicieron la parada en Tierra Blanca, Veracruz, o en Chiapas, todos respaldados por elementos de seguridad mientras circulan por carreteras.

Mientras aguardan al arribo de más compañeros centroamericanos los niños que acompañaron a sus padres en el viaje se dedican a ser niños: corren, gritan, ríen, se columpian, saltan, juegan.

“Los que tienen dinero o juntan en el camino llegan en vehículos, rentan autobuses, o simplemente consiguen aventón, ya sea a Puebla o, si tienen suerte, a la Ciudad de México”, comenta Gustavo Rodríguez, padre de la iglesia de la Asunción.

Aunque reciben con las puertas abiertas a todos los que lleguen a pedir ayuda, el padre reconoce que hay dos tipos de migrantes: los organizados y los que no lo son.

“Sí se ha notado un cambio, llegan más en camiones a los albergues, ya rentan con más frecuencia para llegar acá o directo a Ciudad de México, se nota más seguridad para su traslado, pero aquí estamos para la ayuda necesaria”, asegura el padre Gustavo.

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