Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río / @beltrandelrio
La economía mexicana ha quedado a deber en la generación de empleos formales.
De acuerdo con cifras oficiales, durante el sexenio de Vicente Fox (2000-2006) se crearon 1.4 millones de puestos de trabajo permanentes y eventuales. Con Felipe Calderón (2006-2012), la cifra fue de 2.1 millones. El pasado gobierno, el de Enrique Peña Nieto, presumió haber alcanzado un récord en la materia: 4.1 millones de empleos.
Según el Consejo Coordinador Empresarial, México necesita crear un millón de empleos al año para integrar al mercado laboral a todos los jóvenes que se suman a la población económicamente activa. Para el colectivo México ¿Cómo Vamos?, el requerimiento es aún mayor: 100 mil mensuales.
Es decir, el país se ha quedado corto en la materia. En 18 años debieron generarse al menos 18 millones de fuentes de trabajo, pero, según datos oficiales, sólo se crearon 7.6 millones.
Esto ha dado lugar a un crecimiento exponencial de la informalidad. Actualmente, unas 30 millones de personas laboran en el sector informal de la economía, esto es, casi 57% de las que trabajan.
Para completar la cifra de quienes no se benefician de tener un empleo formal, hay que agregar unos dos millones de desocupados.
La incapacidad de crear los puestos de trabajo que el país necesita ha llevado a las autoridades a ensayar formas de autoempleo que se encuadran en la lucha contra la pobreza. Una de ellas es el microfinanciamiento de proyectos productivos.
El programa más reciente de ese tipo es el que anunció esta semana el presidente Andrés Manuel López Obrador, denominado Tandas para el Bienestar.
Para financiarlo, se tienen contemplados seis mil millones de pesos del Presupuesto 2019. El dinero se utilizará para dar un millón de créditos de seis mil pesos sobre el que no se cobrarán intereses a los beneficiarios. Éstos serán absorbidos por el erario y corresponden a unos 300 millones de pesos.
Estas “tandas” serán repartidas entre pequeños comerciantes y empresarios. Durante su conferencia de prensa del miércoles, en Palacio Nacional, el Ejecutivo detalló que si un pequeño comerciante necesita comprar un refrigerador o estufa o algún otro bien para su negocio, podrá pedir el crédito a la palabra y pagarlo en un año, en parcialidades de 500 pesos mensuales, a partir del tercer mes. Si termina de pagarlo, podrá solicitar uno nuevo.
Como le digo, no es la primera vez que el gobierno federal pone en marcha este tipo de programas. La existencia de éstos se remonta, cuando menos, al sexenio de Fox, cuando existió el Programa Nacional de Financiamiento al Microempresario (Pronafim), que fue encuadrado en la Secretaría de Economía. Creado en 2001, el Pronafim tenía la finalidad de reducir el número de trabajos informales por medio de la generación de autoempleo.
Quizá usted recuerde más este programa por la palabra “changarros” que usaba el entonces Presidente para referirse a los negocios propios que se pretendía impulsar mediante el Pronafim.
De acuerdo con el estudio “Small is Beautiful. La política de microfinanciamiento en México: impacto y rentabilidad social”, del doctor Henio Millán Valenzuela, entre 2001 y 2004 el Pronafim entregó 575 mil microcréditos, que generaron unos 373 mil empleos, 161 mil de ellos autoempleos.
Durante todo el sexenio de Fox, el programa otorgó unos siete mil millones de pesos en créditos.
De acuerdo con el investigador de El Colegio Mexiquense, la generación de empleo mediante microcréditos tiene una alta relación costo/beneficio, pues “mientras en la economía nacional un empleo cuesta, en promedio, 14.81 salarios mínimos elevados al año, el Pronafim genera un empleo, mediante su política de microcréditos, con sólo 0.16 salarios mínimos anuales”.
Aun así, el estudio subraya que los salarios que paga este tipo de micronegocios son bajos.
“Se duda de la capacidad de generación de ingresos de los empleos vinculados a las microfinanzas. La duda es razonable cuando nos referimos a los trabajos indirectos, (pues) sólo 51% de los empleos subordinados son remunerados en el caso del Pronafim”.
La contratación con salarios bajos se debe, apunta Millán Valenzuela, al “empleo familiar y la condición de pobreza de los trabajadores subordinados”. En el caso del Pronafim, “los familiares representan 53% del empleo indirecto”.
En suma, los microcréditos pueden ser un buen instrumento para generar empleo, pero valdría la pena revisar los resultados de experiencias anteriores, como la sobrevivencia de los negocios, la estructura salarial y los derechos laborales.
Siempre es arriesgado regalar dinero –en este caso, los intereses del crédito– y puede prestarse a la obtención de malos resultados y a la manipulación política. Por ello, la evaluación objetiva y documentada de los logros de este programa debe estar en la mente de funcionarios y académicos.