La Mirada Crítica
Por: Román Sánchez Zamora / @RomansanchezZ

Todos en la casa limpiaban, los invitados se habían marchado, la música se había parado desde hace horas, los gritos, las risas, las felicitaciones serian ahora un eco de un pasado, de una recuerdo únicamente.

Nunca más se volvería a repetir esas reuniones a pesar de las promesas de que el próximo estaría mejor, algunos, se marcharon de allí para encontrar la suerte que en esa economía no tenían, y se fueron a otro país, nunca supieron que no era la suerte, sino que en ese otro país, si trabajarían todos los días, tendrían dos empleos y ahorrarían mucho, enviarían para construir la casa de sus sueños, casas vacías, amuebladas que disfrutaban solo por foto porque nunca venían.

En esa economía de las oportunidades, cumplirán las normas, y buscarían ser aceptados donde los beneficios del gobierno y de las relaciones sociales también les tocaran a ellos a pesar de que mis parientes no habían podido generar oportunidades en su propio país, pasarían dos generaciones más para que estos nuevos miembros de la familia en sus días de soledad buscaran su identidad, esa que les daban sus abuelos, esa que pensaron que ya no tenía importancia era según ellos el coraje para salir adelante, posteriormente vieron que era El coraje de la desesperanza (Zizek, 2018) que los  hace jugarse una última carta… en el “pues a ver qué pasa”…

Dicen que los abuelos murieron por tristeza de que dos de sus hijos se habían marchado que hay enfermedades que surgen por esta tristeza, los otros hermanos no tuvieron la valentía de tomar las riendas de todo el patriarcado que representaba el abuelo dejado así a la suerte a la familia.

De vez en cuando los primos se verían en alguna discoteca, pronto ya fueron en algún bar o… después en los festivales escolares de sus hijos, la promesa siempre venia, que este año si se habrían de reunir como ese último año donde todo era alegría donde cada año se reunían, comían y reían hasta que en la madrugaba los ahogaba en el sueño, un sueño que transformaba una sala quedaba ese día convertida en refugio de familiares…

Con el tiempo pensé que era la vergüenza familiar, por el primo que dejo la universidad, por Jorge el mayor que se separó de su esposa, o el tío Juan que su negocio quebró por las reformas hacendarias y que le persiguieron hasta que decidió cerrar y ponerse a vender figuras de cera que el mismo hacia todas las noches en su casa, no hay duda que era un hombre de lucha, y decía: el gobierno no me doblegara y ahora no pagare más impuestos.

Nunca nos dimos cuenta que en realidad nadie fiscalizaba nuestra felicidad, el plan era ser únicamente ser feliz y ya… no había que dar cuenta a nadie.

En la casa de los abuelos se quedaron a vivir los tíos más chicos, desde hace años que no piso ese lugar, pues ellos mismos construyeron una barda más grande, según para que la gente que los envidiaba no les hicieran daño, esa libertad condicionada que hablo en su tiempo Bauman en La Seguridad Liquida, (2018) algunos hablaban que allí había tesoros, y eso me provocaba risa pues ese era nuestro refugio desde octubre que comenzaban los llamados para la ofrenda y vivir siempre la tertulia, la reunión el brindis y terminaba el 2 de febrero, donde la promesa era que el próximo años estaría mejor, aunque siempre era la misma comida pero si, cada año estaba, mejor.

Sólo recordar me hace suspirar, me hace pensar y preguntarme ¿Por qué nadie rescato a nuestra familia, a esa gran familia que rendía pleitesía y respeto absoluto a un ser? Era solo ver al abuelo para que corriéramos a saludarle y nos dijera como le había ido en el día, ver que se sentaba y todo mundo le atendía, dicen que había trabajado mucho y aun hasta sus últimos días de vida así lo hizo.

Patricia se quedó pensativa, dejo el café a un lado, -¿gustan un chocolate? A esta hora pasa en un señor que vende un pan muy sabroso-.

-Siempre tus platicas son muy profundas e interesantes- le dijo su amiga de la preparatoria Rayo a Patricia…

-Y… ¿cómo se funda una familia mamá?- dijo Melanie quien escuchaba siempre los relatos de esa mítica familia que ella nunca conoció así… en las charlas de Patricia, pues ella siempre que los veía cada uno estaba en sus casas y con modestas cenas en navidad o algunos pasándola en algún restaurante, pero no juntos como su mamá tanto platicaba.

-¡Cuánta falta nos hace esa figura de respeto! ¿Dónde estas ahora, que mi familia tanto te necesita, y volvamos quizá a recordar que sólo con escuchar tu voz podríamos sonreír? ¿Dónde te puedo ver… abuelo? ¿Dónde estás? porque el dolor que dejaste aun no puede sanar en nuestros corazones- se decía para sí misma Patricia cada vez que pasaba por algún lugar donde coincidía con sus abuelos.

De vez en cuando, ponía alguna música por YouTube decía, como si hablara con alguien, -esa le gustaba mucho a mi abuelo… con esa mi papá se ponía muy alegre, con esa canción todos reíamos y buscábamos refugio para que la abuela no viera que habíamos pasado por el piso mojado, que acababa de trapear-.

-Antes era muy difícil que alguien tuviera tocadiscos, y más comprar todos los discos que salían, pero ahora todo está en la red y siempre es bueno escuchar lo que te hacia vivir inmensamente feliz en esos años- dijo Patricia cuando despedía a su amiga Rayo.

Patricia abrazo a Melanie… y se fueron a  dormir… Melanie… ha vuelto a soñar con unos abuelos que nunca vio pero que conocía a través de su mamá.

Gracias a todos los que se atrevieron a leer esta columna, la cual inicia con otra temporada más. Cada semana nos encontramos en una lluvia de letras que agradezco las lean y me brinden su valiosa opinión.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *