La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

Luego de que el Congreso del Estado se inclinó por una inédita mayoría en favor de don Guillermo Pacheco Pulido para que fuera el gobernador interino de Puebla, Jesús Rodríguez Almeida se empezó a comportar como un personaje del notable autor Philip K. Dick: hizo su maleta, se puso una gabardina negra, metió la cabeza en un sombrero Tardán, subió a su auto y salió disparado rumbo a la Ciudad de México.

Nadie lo ha vuelto a ver desde entonces, aunque se espera en cualquier momento que se integre en una posición de bajo perfil en el gobierno de la Cuarta Transformación.

¿Qué pasó con Rodríguez Almeida?

Ésta es la pregunta que se hacen algunos gobernadores panistas que apoyaron su nominación como gobernador interino.

Y es que todo estaba listo para que fuera designado por el Congreso por una amplia mayoría.

Al paso de las semanas, después de aquel lunes 21 de enero, han empezado a circular toda clase de historias sobre este personaje.

Vea el hipócrita lector:

Tras el siniestro en el que perdieron las vidas, entre otros, Martha Érika Alonso y Rafael Moreno Valle, Rodriguez Almeida, a la sazón secretario general de Gobierno, quedó de manera natural como encargado de despacho del gobierno del estado.

Ante la prisa de algunos diputados de Morena por elegir a un interino, Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación federal, se comprometió con los panistas nacionales y locales que el interino saldría de la terna que ellos propusieran.

Uno de los primeros nombres que surgieron fue el de Rodríguez Almeida.

La operación inició.

El morenovallismo respaldó esa nominación y la dirigencia nacional del PAN estuvo de acuerdo.

Los gobernadores panistas lo harían después.

Había una ventaja:

Nuestro personaje fue procurador de justicia en el gobierno del Distrito Federal en tiempos de Marcelo Ebrard.

Esa relación con el ahora Canciller seguía vigente y abría la posibilidad de que entre el gobierno federal y el gobierno poblano hubiese una buena interlocución.

Los astros se estaban acomodando.

O así parecía.

Rodríguez Almeida convocó a todo mundo al cuarto piso del edificio ejecutivo del CIS, donde despachó en su breve periodo.

¿El fin?

Evitar la inmovilidad del gobierno estatal y sacar los asuntos pendientes.

Esa convocatoria incluyó a los diputados de Morena.

Con Gabriel Biestro, presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso local, empezó a tejer una buena relación.

Era tan buena que, en aras de mandar un buen mensaje de apertura, el diputado Biestro le pidió que le quitara los vetos a las iniciativas de Morena para que se convirtieran en leyes.

Esos vetos, recordará el lector, los había impuesto el ahora ex gobernador José Antonio Gali Fayad.

Rodríguez Almeida llevó esa propuesta a México y le dieron luz verde.

Estaba a punto de hacerlo, cuando algunos panistas locales lo impidieron.

El argumento era sensato:

Si se eliminan los vetos, Biestro tendrá una victoria legislativa absoluta y buscará ser el interino.

Esos panistas no estaban equivocados.

El presidente del Congreso preparaba a marchas forzadas su asunción como interino.

El peloteo cotidiano de Rodriguez Almeida con personajes de la Cuarta Transformación no llamó entonces la atención del panismo nacional.

Al contrario.

Veían muy sano que existiera para evitar cualquier destape local en el ámbito de las fuerzas de Morena.

Otras voces pidieron que se armara una terna para evitar sorpresas, pero la línea de que Rodríguez Almeida fuera la única propuesta terminó por imponerse.

Todo estaba metido en un orden aparente.

Los documentos que probaban la residencia de este personaje por más de cinco años descansaban en un fólder.

No habría manera de evitar su llegada al interinato.

Y aunque al interior del Congreso empezaban a darse algunas expresiones que generabannerviosismo, Rodriguez Almeida tranquilizaba las aguas:

“Todo está en orden, En México me dicen que se respetará la palabra de la secretaria de Gobernación”.

Los diputados de Morena convocaron a una sesión extraordinaria para el sábado 19 de enero para elegir al interino.

De pronto, de manera muy extraña, esa sesión fue suspendida.

A la par, José Juan Espinosa había descarrilado la intentona de Biestro generando un caos en las filas legislativas de Morena.

Algunos panistas no vieron con buenos ojos la suspensión de la sesión extraordinaria.

El sospechosismo estaba a todo lo que daba.

Toda clase de versiones circularon desde las primeras horas del sábado.

Y así llegó el día clave.

En la Comisión de Gobernación apareció una terna integrada por Rodriguez Almeida, Guillermo Pacheco Pulido y Gerardo Islas Maldonado.

“Será una sesión de trámite —decían en México—. Va a quedar Chucho”.

De pronto, justo cuando Espinosa pidió que se mostrara el expediente de Rodriguez Almeida —con el que comprobaría su residencia en Puebla—, surgió la verdad desnuda.

Y es que éste no sólo no envió al Congreso sus documentos sino que terminó por bajarse de la contienda.

La zozobra creció cuando los diputados panistas recibieron una llamada en el sentido de que la propuesta de Rodríguez Almeida no había pasado en el ámbito de la Cuarta Transformación.

En menos de un minuto se cayó el edificio de naipes.

Los gobernadores y la dirigencia nacional pidieron explicaciones.

A las mismas se sumaron los morenovallistas.

Fue inútil.

Nadie supo decir lo que ocurrió.

El único que tenía la versión completa estaba haciendo su maleta, poniéndose una gabardina negra, metiendo la cabeza en un sombrero Tardán, subiéndose a su auto y saliendo disparado rumbo a la Ciudad de México.

Pronto lo veremos en algún cargo en la Cuarta Transformación como premio a su lealtad y a sus brutales dotes de primer actor.

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El fuego de todos los fuegos

Esteban Moctezuma Barragán, secretario de Educación Pública, terminó una licenciatura y una maestría.

En una segunda licenciatura le faltan acreditar algunas materias.

Eso bastó para que el fuego amigo iniciara.

Sus credenciales académicas gozan de cabal salud.

Incluso los títulos que vos matáis.

El fuego amigo, ya se sabe, devora hasta a los enemigos.

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