La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía@QuintaMam 

Don Guillermo Pacheco Pulido regresó a su casa, la universidad, donde estudió y dio cátedra durante tantos años.

Fue un encuentro emotivo en el que el hijo pródigo volvió como gobernador al bellísimo Salón Barroco, antigua capilla de San José.

Ahí, entre la sillería del antiguo colegio de San Pantaleón —que después pasó a ser la sede del Poder Judicial, donde también despachó don Guillermo—, estaban los diputados locales del actual Congreso, quienes exhortaron hace unos días al gobierno del estado para que apoyara con trescientos millones de pesos a la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, cuyo rector —Alfonso Esparza— no cabía de gozo en este acto.

Por cierto: es la primera vez que un gobernador no sólo acepta un exhorto del legislativo, sino que lo aterriza inmediatamente.

Gracias al apoyo extraordinario —hay que decirlo—, Alfonso Esparza evitará contratar una línea de crédito por doscientos millones de pesos.

Hace algunos años, el gobernador dictó la cátedra de Derecho Romano en la universidad, al tiempo que en la preparatoria dio Sociología y otras materias.

Lector obsesivo, don Guillermo no pasa un día sin leer.

Hoy mismo tiene en las manos el segundo tomo de la maravillosa biografía sobre Porfirio Díaz que escribió Carlos Tello.

Fue una mañana plena para quien tanto le debe a la universidad, y a quien tanto —a su vez— le debe la universidad.

Más tarde, en el restaurante La Noria, don Guillermo mostró un músculo brutal.

Y es que por su mesa desfilaron decenas de personas que querían saludarlo y darle sus parabienes.

Cosa curiosa: a todos los llamó por su nombre.

Es el mismo don Guillermo que desayunaba en el Sanborns desde hace años —el mismo que se reúne con sus amigos todos los viernes, muy lejos de jactancias y frivolidades—y que tiene en el sentido común su arma más importante.

Hoy quedó demostrado.

Y es que al Barroco llegaron lo mismo el legendario Simitrio, líder de la 28 de Octubre, y Juan Celis, dirigente de Antorcha Campesina.

“Señor gobernador”, le dijeron ambos.

—¿Qué pasó, qué pasó? Guillermo, como siempre — reviró.

Luego sirvió de puente entre Simitrio y algunos funcionarios sorprendidos por el estilo del gobernador.

Sabe a lo que viene, no quiere ser un factor de burocracia, tiene prisa por resolver las cosas.

Una lástima, sí, que sólo vaya a despachar hasta el último día de julio.