Economía, Política y otros Pecadillos
Por: Michel Chaín Carrillo / @MichelChain

Economía

En términos económicos no hay cosa más peligrosa que no aceptar la realidad.  Creer que para la economía del país no es importante lo que pasa en otras partes del mundo porque somos autosuficientes (autarquía, dirían los más finolis) resulta sumamente costoso porque, más tarde o más temprano, la terca realidad termina por imponerse.

Lo anterior viene a cuenta por el cambio tecnológico que está sufriendo la industria automotriz que, de manera cada vez más decidida, abandona los combustibles fósiles (gasolina, diésel y gas) para irse por la electricidad.  La mayor parte de las armadoras estiman que entre 2040 y 2050 prácticamente la totalidad de los vehículos que se ensamblen serán eléctricos.  Un dato más inmediato, y quizá más importante, es que para 2018 la venta de vehículos que usan combustibles fósiles se redujo respecto a 2017 mientras que la de vehículos eléctricos aumentó.

El cambio tecnológico es fundamental para México que es, al mismo tiempo, productor de petróleo y jugador global en la industria automotriz.  Por un lado, y dada la dependencia fiscal que existe a los ingresos petroleros (poco más del 10% de los ingresos presupuestarios del Gobierno Federal en 2018, pero que históricamente rondó el 30%) y el efecto de la deuda de PEMEX en las finanzas públicas, es importante tomar en cuenta una eventual reducción en la demanda mundial por productos derivados del petróleo (como la gasolina y los plásticos); por el otro, dada la especialización mexicana (¡y poblana!) en el ensamblaje de vehículos y autopartes, es igualmente relevante que seamos atractivos para lograr que los nuevos vehículos eléctricos y sus componentes se produzcan en el país para que, a su vez, sigan generando los empleos que hoy en día brindan.

 

Política

Escribir de PEMEX siempre es complicado.  Para muchos, la expropiación petrolera de 1938 es algo así como una segunda independencia de México y, más allá de ser la empresa más grande del país, Petróleos Mexicanos es un símbolo que representa la soberanía nacional.  Para otros tantos, con su ineficacia, abusos sindicales y la dependencia de las finanzas públicas a los ingresos petroleros, la paraestatal representa todos los excesos del régimen de partido único en el país.

El día de hoy PEMEX no sólo se mueve entres esas dos visiones extremas, sino que además enfrenta retos por todos lados: el cambio tecnológico en la industria automotriz, la tendencia a abandonar los plásticos para cuidar el medio ambiente, el agotamiento de los principales yacimientos petroleros del país y una nueva administración, a cargo del ingeniero agrónomo Octavio Romero, que no ha convencido a los mercados financieros.

En medio de tantos jaloneos, piquetes de ojos y patadas voladoras, me parece un acierto del Gobierno Federal haber frenado la reforma que pretendía quitarle poder al Consejo de Administración de PEMEX para darle más fuerza a su Director General.  Petróleos Mexicanos necesita de una administración profesional que pueda combinar los criterios políticos de la 4T con criterios financieros y comerciales adecuados para un mercado tan dinámico, cambiante y competitivo como es el energético.

Si la soberanía nacional se encarna en PEMEX, flaco favor se le hace con un Petróleos Mexicanos en crisis.  Un Consejo de Administración profesional y fuerte no resuelve los problemas de la paraestatal, pero es el primer paso para poder lograrlo.

 

Otros pecadillos

Esta semana pensaba regresar a los temas futboleros y comentar los pormenores de la Champions League, pero después de la manera en la que el Atlético de Madrid se impuso como local 2 a 0 a la Juventus de Turín, que es el equipo de mis amores en Europa… ¡Pues mejor ya no!

Mejor aprovecho para comentar que, aunque haya sido de panzazo, nuestra Franja logró colarse a la ronda de eliminación directa en la Copa.  Sin duda es un gran paso para el equipo del Chelís, pero no hay que olvidar que aquí la prioridad debe ser funcionar en la Liga e ir sumando al cociente para cuando se reactive el tema del descenso.  No vaya a ser que por la emoción, confundamos la gimnasia con la magnesia y al rato estemos tronándonos los dedos.