Disiento
Por Pedro Gutirérrez / @pedropanista

El lamentable acontecimiento en el que perdieron la vida la gobernadora Martha Erika Alonso y el senador Rafael Moreno Valle (QEPD) derivaron en un clima de altísima incertidumbre en el estado de Puebla. En efecto, su muerte no sólo afectó naturalmente a su familia y allegados, sino al grupo político que encabezaban en la entidad y en la esfera nacional.

En lo que atañe a Puebla fueron días aciagos, sobre todo para eso que científicamente llamamos en política la normalidad democrática.  Hacía más de 40 años que la entidad no se veía sumida en una incertidumbre tal, que tuviese que actualizarse la hipótesis constitucional del gobernador interino.

Con un Congreso local dominado por Morena y bancadas del PAN y PRI bastante exiguas, tuvo que procesarse un acuerdo institucional para el nombramiento del gobernador interino ante la falta absoluta de la gobernadora. No fue fácil dicho trámite, pues mientras el PAN reclamaba ingenuamente una especie de derecho de prelación para la designación, Morena construyó de manera paralela y efectiva un acuerdo con el PRI, el gobierno federal y la presidencia nacional de su instituto político. En otras palabras: mientras Marko Cortés, presidente del CEN del PAN, venía a Puebla a rogar mediáticamente una supuesta tradición democrática para quedarse con la primera magistratura estatal, ya Morena había tomado la decisión usando legítimamente su mayoría congresional.

¿Chamaquearon a los panistas? Una mejor expresión, más seria e institucional, sería la de señalar que el PAN nacional y local no supieron leer los tiempos ni entender la situación política del país para entrar a la mesa de negociaciones con Morena, el PRI y el gobierno federal. Efectivamente, a todos los actores políticos les puede salir bien o mal una negociación, pero el asunto radica en estar en la negociación. Si no se está en la mesa, o peor aún, si se piensa que se está en la mesa y las decisiones se toman en otra esfera, vaya ridículo que se hace.

No cabe la menor duda que en la persona de Marko Cortés tenemos al dirigente nacional del PAN más débil de la historia del partido; qué tiempos aquellos en los que el PAN estuvo en manos de Gómez Morin, González Morfín, Luis H. Álvarez o Carlos Castillo Peraza. Algo semejante, aunque con variables diferentes, sucede con la presidenta del Comité Directivo Estatal, Genoveva Huerta, a quien aprecio, respeto y quiero mucho después de tantos años de estar en esta brega de eternidad. Sin embargo, está en el peor lugar, en el peor momento y ante las peores circunstancias. Conozco y sé de su capacidad, y que ante la enorme escisión de grupos al interior del partido, ella hará lo necesario para cohesionar. Sólo un error creo que ha cometido y no es poca cosa: aliarse funcional y estratégicamente a Marko Cortés, ese cero a la izquierda que ya describimos líneas arriba. Dicha alianza propició la falta de comunicación con actores tan relevantes como el ex gobernador Tony Gali, o con el entonces líder de la fracción parlamentaria del PAN en el Congreso local, Marcelo García Almaguer. Este último, por cierto, apenas hizo bien y rescató la poca dignidad que tuvo el PAN en ese complicado momento, privilegiando el diálogo en la única  mesa institucional conocida –la legislatura local– y votando en congruencia con la propuesta del consenso, es decir, la que recayó en la persona del maestro Guillermo Pacheco Pulido. El final de la historia ya la sabemos: Marcelo renunció al PAN, no sin antes ser despojado de la coordinación parlamentaria.

Lo relevante para el estado es que la mano del maestro Pacheco Pulido se ha notado en pocos días y para bien de Puebla. El gabinete legal y ampliado es plural y preparado; no son funcionarios que vengan a aprender de la cosa pública en este breve interregno. Sin protagonismos, ya se percibe la mano experimentada del secretario General de Gobierno, Fernando Manzanilla, o la destreza administrativa y promotora del turismo de Alejandro Cañedo, o el conocimiento profundo del complicado tema de seguridad pública en manos de Manuel Alonso. Esto es lo que realmente importa, pues vienen meses difíciles en un entorno electoral que se repite, y aunque todo parece indicar que Morena arrasará, la elección ha de verificarse conforme a los cauces democráticos e institucionales.

¿Y el PAN? Al partido que hace apenas un par de meses era gobierno estatal sólo le queda una cosa: redefinirse, quizá refundarse. No se le ve oposición firme empezando porque no se le cree a la dirigencia nacional. Incapaz Marko Cortés de articularse a sí  mismo, mucho menos podrá articular un partido que casi es la única opción claramente diferente a Morena.

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