La Mirada Crítica
Por: Román Sánchez Zamora / @RomansanchezZ

Salvador Cuevas, El Chava, como le decían sus amigos, acarició el celular de última generación que tanto deseaba, tomó la cartera de diseñador –no hay duda, nací para esto– y abrió una cerveza, revisó cada una de las tarjetas de crédito y las fue tirando una a una.

El Bob tuvo la culpa, pero de que lloren en su casa a que lloren en la mía, pues él tuvo la culpa, en estos pasos el que se pone nervioso pierde todo –se dijo El Chava, mientras abría otra cerveza para relajarse, según él…

El Jairo, como le conocían, corría apresurado, sólo lo vieron pasar y subir a otro autobús, pasó una cuadra, pagó y se volvió a bajar… parecía que buscaba a alguien, bajó del puente, entre los carros corrió en sentido contrario y bajó otro puente donde hacían parada los autobuses, subió a uno…

–¿Para dónde? –le dijo el cobrador…

–¿Cuál es la última parada?

–La alcaldía de Los Reyes, joven…

–A esa –pagó El Jairo y se sentó al final del camión.

En ese instante llegaron los recuerdos…

–Órale carnal, ya sabes, la cuota del día y no te hagas, que ahora mismo te enfrío.

El Jairo despertó, trató de pararse, pero nuevamente lo sentaron a la fuerza y pudo ver a dos hombres más que le gritaban a la gente en ese camión en ese camión de todos los días, a la misma hora, camino al trabajo.

Metió la mano en su bolsa y sacó el celular, la cartera del pantalón, mientras de su cinturón con la otra mano sacaba su navaja, esa que tenía su nombre grabado, esa que cuando se la regalaron le dijeron que sería para la suerte…

Sólo fue un golpe certero en el cuello y El Bob se arrodilló en el piso sucio de ese camión, el chofer llegó tarde y no pudo limpiarlo y así tuvo que dar ese primer recorrido.

–¡Eh, tú, valiente! Ahora sí te cargó –le gritó El Güicho, mientras veía cómo El Chava salía corriendo; al ver esta escena, los jóvenes y hombres mayores, le entró un coraje tan fuerte que de inmediato se pararon y se abalanzaron sobre El Güicho; a los dos los golpearon hasta que se cansaron, mientras llegaban los del ministerio de seguridad e investigación.

–¡Eh, tú, compa! Te echaste a uno, mejor vete –le dio en la mano su navaja, y de inmediato corrió, así como todos lo hicieron dejando a los dos jóvenes tirados en la banqueta.

El único que espero fue el chofer, los dos jóvenes ya no pasarían la noche con vida… la gente sintió que ese día se hizo justicia.

El Chava vio al Güicho y al Bob en la televisión, en los diarios que se distribuían en la red.

A su mente llegó la imagen de ese joven que dormitaba y que él mismo le pegó en la frente para que despertara, pero se apresuró a tomar su lugar y cuando El Bob sentía el acero entrar en su cuello, era su hora, no se sabe, lo único es que había fallecido esa misma noche.

Ese héroe anónimo, ese hombre que tenía el mismo nivel de agresividad como ellos, se lo habían topado. ¿Qué hacer? ¿Cómo decirle a la mamá de los otros dos que él había estado con ellos?

La madre del Bob no pudo contener las lágrimas al ver tendido a su hijo.

El hermano del Güicho lo vio. –¿Qué pasó, carnal? Dijiste que ya no lo harías, y hasta lloraste en la tumba de nuestra jefa el día que murió, te fallaste y le fallaste a ella; espero no te dé con la sandalia en ese otro mundo, descansa en paz.

¿Hasta dónde llega el sentido social que normaliza a la delincuencia?

Los actos de corrupción son normales, pues en arca abierta hasta el más justo peca.

La llamada descomposición social que cada uno de los ciudadanos aporta su granito de arena para derribar el edificio de una sociedad que se siente ajena al problema.

¿Dónde es lo más simple sacar lo más que se pueda, en lugar de impulsar un cambio de paradigma? Lo primero es lo mejor pues todos lo hacen, y lo segundo es la pena de los pobres idealistas.

Esta es la base social donde inicia la estructura compleja de lo social, la cual no se analiza pues, se determina que no es un trabajo fundamental y se deja que esto se arregle solo; una vez se trató de impulsar una escuela para padres por la cadena más importante de televisión, pero los que vendían el proyecto era una empresa del jefe del Ministerio de Educación. Nunca fue para cambiar a la sociedad, siempre fue para sacar más dinero.

El Chava bajó de su habitación, saludó a su padre, se lavó las manos para la cena…

–Hoy unos muchachos fueron atacados por los pasajeros de un camión, eran tres, según dijeron, uno de ellos pudo escapar, pero había un pasajero misterioso el cual les arruinó la mañana, vaya, tuvo que salir la Primer Ministro pues el jefe de su partido, como se acercan las alecciones, nos tuvo allí, parados y haciendo una súper investigación, no cabe duda que sienten que se les acaba el cargo –dijo y comenzó a cenar.

–Me llamo Jairo, y vine por el empleo.

–Muy bien muchacho, nos da gusto que llegaras, serás el nuevo prefecto, te diré, esta escuela es muy tranquila, no tendrás problemas, tuvimos que contratar a uno externo pues el pasado tuvo problemas con unos alumnos por violencia, pero ese sindicato y el Ministerio de Educación lo enviaron al otro lado de la ciudad, yo lo habría enviado a un curso para el control de la ira y a un estudio con psicólogos, pero yo no soy el jefe –terminó con esto el director de la escuela.

–Buenos días niños, el señor Jairo se hará cargo de la prefectura de toda la escuela, es un hombre sano, tranquilo y sé que nos podrá ayudar mucho.

Los niños le aplaudieron a petición del director. Melanie lo vio con desconfianza, ya se lo contaría a Patricia, su mamá a la salida de la escuela.