STEM + A
Por: Raúl Miranda / @mirandaraul

¿Se imaginan tener una herramienta que nos saque de apuros en cualquier momento como Oh, Toodles! lo hace con Mickey Mouse?

Efectivamente, yo tampoco la conocía pero mi sobrino Coco me la enseñó: es una máquina imaginaria que, como dije, cuando Mickey tiene un apuro la invoca y aparece para resolvérselo.

En nuestro cerebro todos tenemos esa herramienta, hay que explotarla.

Muchas veces cerramos los ojos, nos concentramos y sin tener que gritar Oh, ¡Toodles! vienen a nuestra mente las posibles soluciones al problema que se nos presenta para resolverlo con entera libertad, de hecho es uno de los principios de la neurociencia cognitiva que dice que el fundamento máximo de la libertad humana consta de dos funciones que distinguen claramente a los seres humanos de los demás organismos: capacidad de tomar decisiones para aplicarlas en el futuro y el lenguaje.

En esta capacidad de tomar decisiones para el futuro está nuestra maravillosa herramienta que todos llevamos en el cerebro, hay que explotarla.

Desde hace unos años la neurociencia del conocimiento ha probado que el libre albedrío que tiene nuestro Oh, ¡Toodles! personal, nuestro cerebro, permite que cada vez que tomemos una decisión de vida definitoria, nos sentimos mas libres.

Es fascinante saber que pensando y decidiendo somos mas libres.

Estudios nos indican que esta libertad no es plena, tiene limitaciones físicas y éticas, pero por algo se empieza; así que a seguir ocupando la maravillosa herramienta que tenemos en la cabeza, hay que explotarla.

Emanuel Kant (1724-1804) defendía la existencia del libre albedrío con razones éticas. Para su mente racionalista, la moralidad era inconcebible sin el libre albedrío. Un siglo y medio después William James siguió en la misma línea de razonamiento, tenía algunas dudas en el tema, estas dudas radicaban en el obstáculo del determinismo; terminó declarándose determinista suave ya que admitía cierto grado de responsabilidad moral en las decisiones humanas.

Este tipo de determinismo tiene su máxima expresión en “el demonio de Laplace”, definido así por Charles Coulston Gillispie en 1997, que nos dice que si conociéramos todas las condiciones iniciales del universo y tuviéramos una capacidad computacional ilimitada, deberíamos ser capaces de predecir exactamente todas las conductas de un organismo durante su vida entera.

Es decir, si nuestro Oh, ¡Toodles!, nuestro cerebro, pudiera tener toda la información de contexto a toda la potencia de cómputo del mundo, podría predecir cualquier acto de conducta humana, entonces, hay que explotarlo.

Acerca de este tema de mejorar nuestra herramienta a todo lo que pudiera dar, mi hermano me dijo la otra mañana que qué mas había que aprender y le respondí que siempre se puede aprender, por ejemplo buscando conocimiento del pasado hay muchísimas ecuaciones euclidianas que yo debería conocer y pensando en conocimiento mas actual yo también debería de empezar a diseñar elementos de Internet de las Cosas que pudieran vivir dentro de nuestro cuerpo para ayudar a autoregenerarse y así mejorar la calidad de vida: hay mucho que aprender en cada momento.

En nuestras manos está mejorar la cantidad de conocimiento que tiene nuestro cerebro, la capacidad de respuesta de él y la felicidad de sentirnos libres al tomar decisiones que predicen el futuro, hagámoslo.