Disiento
Por Pedro Gutirérrez / @pedropanista

Esta semana Lázaro Cárdenas volvió a nacer o, mejor dicho, resucitó de entre los muertos, como lo quieran ver. En efecto, con el arribo al poder de López Obrador, esa parte esencial del discurso nacionalista que parecía olvidado ha vuelto por sus fueros. Lo he dicho en otros espacios y lo sostengo en este: si a algún héroe de la historia oficial quiere parecerse el Presidente es al Tata Cárdenas, más que a Juárez o Madero, lo cual ha quedado patente esta semana en un aniversario más de la mentada expropiación petrolera.

Desde hace varios años el tema de una reforma energética ha sido puesto en entredicho por quien hoy gobierna la república. Desde el denominado boom petrolero del sexenio echeverrista, que se consolidó en la administración de López Portillo, la discusión sobre el presente y futuro de nuestro petróleo ha sido una constante: primero, porque las reservas aumentaron de forma exponencial en aquellos sexenios, sobre todo con el descubrimiento de Cantarell; segundo, cuando nos dimos cuenta de que la supuesta abundancia que había que administrar no lo era tanto o, al menos, la habían dilapidado en un santiamén los corruptos gobiernos priistas, y, tercero, en el momento en que diversos especialistas apuntaron el hecho de que la empresa estaba quedando rezagada en materia tecnológica y que la industria con la que contamos no es competitiva con otras naciones y empresas petroleras.

En efecto, en 1976 fue descubierto Cantarell, por lo que en aquellos momentos llegó a ser considerado el sexto yacimiento más productivo del mundo. Mucho daño causó el descubrimiento de dicha reserva y no porque no nos haya aportado el crudo a borbotones, sino porque a partir de su descubrimiento el gobierno federal apostó todo a dicho yacimiento. El resultado lo conocemos: Pemex siempre fue un monstruo monopólico que cual ogro antropófago (parafraseando a Castillo Peraza) se devoró a sí misma, presa de la corrupción, el sindicato y la falta de competitividad. Era la gallina de los huevos de oro, que de a poco ha dejado de producir.

La reforma energética, propuesta primero por el presidente Felipe Calderón y luego concretada por Enrique Peña Nieto, fue vilipendiada desde el principio por el entonces opositor López Obrador. Fue el primero que pregonó desde todas las trincheras que era una reforma que afectaría la soberanía petrolera en detrimento de la autosuficiencia energética. En realidad, el discurso del hoy Presidente no es nuevo: es el mismo que profirió Cárdenas en 1938, cuando se decretó la expropiación petrolera y se ha mantenido intacto para pervertir el tema ideológicamente, con una salvedad: los gobiernos del PRI y el PAN de 1982 a 2018 intentaron modernizar paulatinamente a Pemex, lo cual lograron con la concitada reforma energética, con la férrea oposición de la izquierda lopezobradorista, que hoy ha llegado al poder y con la que se espera un posible cambio de rumbo en cuanto a la mencionada modernización.

Después de 100 días de gobierno no queda claro cuál es el camino que seguirá la administración de López Obrador en cuanto a esta reforma. El discurso y su base ideológica es evidente: nacionalismo puro, casi exacerbado. Pero en los hechos habrá que ver qué tratamiento le da el tabasqueño a las inversiones extranjeras en materia tecnológica que hoy permite la Constitución y la ley; o a la apertura y la competencia que establece la legislación secundaria, por ejemplo: en cuanto a la política de distribución de las gasolinas, su precio y la intervención o no de la SHCP respecto a los subsidios. Todas estas son incógnitas que no resuelve el mero discurso nacionalista del Presidente, ahora externado –como decíamos– en el aniversario de la expropiación.

Enrique Krauze intituló la portada de la revista Letras Libres de enero como “El Presidente Historiador” en alusión a la carga histórica e ideológica de López Obrador respecto a temas neurálgicos de la vida nacional, como lo es el del petróleo. Ello preocupa, pues en vez de atender criterios y variables estrictamente técnicas, como lo exigen temas como éste, el jefe del Ejecutivo parece preferir basar sus políticas públicas en las voces y hechos del pasado. Remitirse a Lázaro Cárdenas en materia petrolera es como descansar en los brazos de Samuel Morse para hablar de las telecomunicaciones actuales. Vivir atados al pasado y no mirando hacia el futuro puede costar muy caro en temas estratégicos como el energético.

Lo cierto es que el sexenio no comenzó bien en esta materia con el desabasto de gasolina de principios de año que persiste en algunas entidades, Puebla entre ellas. Muchos esperamos que esta política de soberanía energética, a todas luces populista, sea sólo un discurso y que la reforma energética sea intocada por el Presidente. México y la modernidad en la materia se lo agradecerán.